Viajar en avión puede ser una experiencia emocionante y al mismo tiempo estresante. Desde las filas en el aeropuerto hasta la preocupación por las condiciones meteorológicas, los factores que pueden influir en la calidad del viaje son muchos.
Sin embargo, uno de los aspectos más determinantes, pero a menudo subestimados, es la hora a la que se elige volar. Determinar el mejor momento del día para tomar un vuelo puede marcar la diferencia entre un viaje placentero y uno lleno de complicaciones.
Mañanas: el momento dorado para volar
La mayoría de los expertos coinciden en que la mañana, especialmente las primeras horas del día, es el mejor momento para volar. Los vuelos programados entre las 6:00 a. m. y las 10:00 a. m. suelen ser más puntuales y menos propensos a sufrir retrasos. Esto se debe a varias razones.
Primero, a esas horas, las condiciones meteorológicas suelen ser más estables. Los fenómenos climáticos como tormentas eléctricas o vientos fuertes tienden a desarrollarse más tarde en el día, lo que significa que los vuelos matutinos tienen menos probabilidades de verse afectados por el clima adverso. Además, el tráfico aéreo es menos denso en las primeras horas, lo que reduce las posibilidades de demoras relacionadas con la congestión aérea.
Otra ventaja de volar temprano es la reducción de las turbulencias. Las corrientes de aire que provocan turbulencias suelen intensificarse en la tarde, especialmente en los meses de verano. Los vuelos matutinos, por tanto, suelen ofrecer una experiencia más suave y cómoda.
Tardes y noches: consideraciones clave
Si bien los vuelos por la tarde y noche no son necesariamente malos, hay algunas desventajas que vale la pena considerar. Como se mencionó anteriormente, las turbulencias son más comunes en la tarde, lo que puede hacer que el vuelo sea menos cómodo. Además, el aumento del tráfico aéreo a lo largo del día puede llevar a mayores retrasos. Un retraso en un vuelo temprano en la mañana puede tener un efecto dominó, afectando a otros vuelos programados para más tarde en el día.
Por otro lado, los vuelos nocturnos, conocidos como red-eye, pueden ser convenientes para los viajeros que desean maximizar su tiempo. Estos vuelos suelen ser más económicos y permiten a los pasajeros llegar a su destino por la mañana, lo que les da un día completo para aprovechar. Sin embargo, la comodidad de estos vuelos puede verse comprometida por la fatiga, ya que viajar durante la noche puede afectar el sueño y dejar a los pasajeros agotados.
El impacto del ‘jet lag’
Para los vuelos de larga distancia, el jet lag es una consideración importante. Volar temprano en la mañana puede ayudar a minimizar los efectos del desfase horario. Al llegar al destino por la tarde o noche, es más fácil adaptarse al nuevo huso horario siguiendo el ciclo natural de sueño. En cambio, volar durante la tarde o noche y llegar por la mañana puede desorientar el reloj biológico, haciendo más difícil la adaptación.
Consejos para elegir la mejor hora
A la hora de decidir cuándo volar, es importante tener en cuenta no solo la puntualidad y las condiciones de vuelo, sino también las preferencias personales y el propósito del viaje. Aquí algunos consejos para ayudar en la decisión:
Evitar los vuelos en horarios pico: los vuelos programados durante las horas pico, como el final de la tarde, tienden a ser más caros y propensos a retrasos. Si se busca un vuelo sin contratiempos, es mejor tratar de evitar estos horarios.
Considerar el tiempo de llegada: si hay compromisos inmediatos al llegar al destino, un vuelo matutino o nocturno podría ser la mejor opción, ya que permitirá llegar con tiempo suficiente para adaptarse y descansar.
Priorizar la comodidad: si es sensible a las turbulencias o le preocupa el clima, optar por un vuelo temprano en la mañana puede ofrecer una experiencia más tranquila.
Planificar con el jet lag en mente: para vuelos internacionales, elegir un horario que permita adaptarse más fácilmente al nuevo huso horario.
*Este artículo fue creado con ayuda de una inteligencia artificial que utiliza machine learning para producir texto similar al humano, y curado por un periodista especializado de SEMANA.