El turismo sostenible en Colombia se ha convertido en una prioridad para preservar sus diversos ecosistemas, los hermosos paisajes que componen el territorio, así como su riqueza en fauna y flora, las tradiciones de sus culturas y, por supuesto, los atractivos que ofrecen sus diferentes destinos.
Según la Unesco, con esta modalidad de turismo, también denominado como responsable, se busca respetar “tanto a la población local como al viajero, el patrimonio cultural y el medio ambiente”, brindando la posibilidad de tener unas vacaciones emocionantes y, al mismo tiempo, que garanticen grandes beneficios a los pobladores de las regiones con alto flujo de turistas.
Teniendo en cuenta el impacto positivo que puede causar esta dinámica de viajes, en el Pacífico colombiano el plástico reciclado de las playas pasó a convertirse en “moneda”, reactivando una forma de economía que, en este caso, beneficia no solo al planeta al mitigar la contaminación que aqueja un destino paradisíaco pero pobre del país, sino que espera ayudar a los niños.
En Bahía Málaga, una entrada de mar que pertenece al municipio de Buenaventura, su comunidad se ha creado una estrategia de recolección de residuos sólidos por medio del trueque ecológico, donde los plásticos adquieren valor usándolos como moneda.
A cambio de las tapas plásticas que han recogido en este territorio turístico pero inundado de basura, reciben monedas ficticias también de plástico, válidas para que los niños que llevan a cabo este ejercicio de educación puedan “comprar” ropa, útiles escolares, juguetes, libros o palomitas para comer mientras ven películas.
Estos artículos llegan como donaciones de la Fundación Plástico Precioso Uramba, una ONG que lidera procesos de limpieza en las playas de este Parque Nacional Natural con el mismo nombre.
Una moneda ficticia equivale a 250 gramos de material reciclado y, según le comentó a la AFP, Sergio Pardo, director de la ONG, de esta manera se ha logrado manejar el problema de basuras transformándolo “en incentivos a economías locales”.
Con estas iniciativas, la región de mayoría afrodescendiente y sin un adecuado sistema de recolección de basura, lucha contra la contaminación para conservar su exuberante naturaleza, uno de los temas que se discutirá entre octubre y noviembre en la cercana ciudad de Cali durante la COP16 sobre biodiversidad.
Su impacto en el sector del turismo
Desde 2019 la fundación ha recolectado unas 16 toneladas de basura en Bahía Málaga, calcula Pardo, un capitán de embarcaciones y antiguo submarinista. Además, se destaca que la estrategia es tan llamativa que algunos turistas pagan para participar de jornadas de limpieza, aunque los niños son sus principales aliados.
“Como hay muchas tapas yo las recojo. (...) Después, cuando llegue a la tienda, ahí yo las llevo”, cuenta Juan José López, de 13 años.
Cada año van a parar a los océanos unos ocho millones de toneladas de plástico, según la ONU. En Bahía Málaga, únicamente accesible por mar y considerada como uno de los mejores lugares para el avistamiento de ballenas, las botellas están por todas partes.
Pardo y un grupo de amigos recorren la playa cerca de los turistas y demarcan una parcela de 3x3 metros. En ese pequeño espacio, hallan decenas de plásticos, icopor (tergopor o espuma plas), vidrio y metales.
Algunos de esos materiales tienen valor en el mercado y otros se descomponen, pero el plástico, lamenta Pardo, permanece años flotando en los océanos o se hunde sin desintegrarse.
La ONU estima que el 85% de los residuos que llegan a los océanos son plásticos y calcula que para 2040 habrá unos “50kg de plástico por metro de costa en todo el mundo”.
Con información de AFP.