Viaduto Negrão de Lima. Barrio Madureira. Sábado. 12:00 m.
Debajo de un viaducto en el barrio Madureira, zona norte de la ciudad, lejos del Pão de Açúcar o del Cristo Redentor, se aglomeran varias mesas pequeñas y bares improvisados. A un lado, el ruido del tren. Al otro, los sonidos de los buses y carros. Alrededor, mujeres y hombres, la mayoría con peinados afro, conversan y beben cerveza antes de que comience la fiesta. Es allí, debajo del Viaduto Negrão de Lima, que los ritmos afrobrasileños –el funk y el charme, por ejemplo– así como la Black Music norteamericana, guían varios cuerpos hasta la madrugada.
El área está cercada para evitar el ruido de las calles de al lado y cobra tres dólares para entrar a la fiesta, una suma simbólica que se usa para su manutención. Adentro, en la oscuridad, las personas se reconocen en medio de un beat frenético, en el caso del funk, y de los sonidos melosos del charme. Bailan en coreografía como si hubieran ensayado los pasos juntos. La manicurista Fabíola Sales, de 24 años, está por primera vez en este lugar y observa el panorama antes de lanzarse a bailar. Su amiga Michele, quien está a su lado, todavía duda y mira curiosa, aun cuando sus pies no paran de moverse.
Veinte minutos después, las dos ya están perdidas en una multitud que bailará hasta el inicio de la madrugada. Esta escena de suburbio carioca se repite todos los sábados. De hecho, la frecuencia del público muestra que un evento como estos está lejos de acabarse. El área se tornó una representación de la cultura africana desde sus inicios, al comienzo de los 90, cuando disyoqueis como Marlboro encontraron allí un espacio para entonar libremente la música popular negra tanto estadounidense como brasileña. El Baile Charme de Madureira –como se le conoce a este acto reconocido como Patrimonio Inmaterial de Río de Janeiro en 2013– promueve eventos que discuten la cultura afrobrasileña: conferencias, talleres de danza y shows de artistas como Diogo Nogueira y Zeca Pagodinho.
“Nosotros nos sentimos representados por nuestra cultura, por nuestro color, por nuestra música, y creo que es por esto que podemos bailar en sintonía, sin necesitar nada más. Porque pertenecemos a este lugar”, dice la estudiante Mariana Nunes, de 24 años, que frecuenta el baile, religiosamente, hace un año. Madureira es, también, cuna de algunas de las escuelas de samba más tradicionales de la ciudad: la Portela o el Império Serrano. En sus sedes se hacen feijoadas –ese evento tan brasileño alrededor de los fríjoles negros, de la cerveza, de la samba– y ensayos durante todo el año. De hecho, de estas escuelas provienen las imágenes que circulan alrededor del mundo durante los desfiles de Marques de Sapucai en pleno Carnaval, el espectáculo más grande del país.
Praça São Salvador. Barrio Laranjeiras. Domingo. 11:00 a.m.
Debajo de un pequeño quiosco –coreto en portugués– en la Plaza São Salvador, zona sur de Río de Janeiro, un grupo que toca chorinho –música instrumental típica carioca– atrae a familias enteras. El ritmo –fruto de la mezcla entre percusión africana y géneros europeos como la polca– suena principalmente en esta zona, donde también se encuentran algunos de los puntos turísticos de la ciudad: el barrio Santa Teresa, el Jardín Botánico. Esta plaza pequeña puede pasar desapercibida: es necesario estar atentos para encontrar a São Salvador, incrustada en medio de callejones residenciales, casi escondida entre los barrios de Flamengo y Laranjeiras. Una familia, en una esquina, celebra un cumpleaños en el intervalo de la música. Sentados en la fuente que adorna la plaza, dos amigos beben pequeños sorbos de cerveza y conversan animadamente.
En un área cercada para niños, los pequeños se divierten, mientras sus padres escuchan atentos los acordes de la música, del chorinho. El sonido del cavaquinho anima a Sílvia Moreira, de 62 años. Está allá por primera vez. Vino de Recife, del nordeste de Brasil, y fue seducida por el sonido de la flauta que sobresale en las canciones entonadas por la banda y por el clima del lugar: “A mí me relaja. Puedes interactuar, conversar, comer, en medio de esta música de calidad. Iba a dar una vuelta por acá, pero quise quedarme toda la tarde”, dice. En la São Salva, como la llaman cariñosamente los locales que la frecuentan, los atractivos son, además de la música, las tiendas pequeñas llamadas barraquinhas.
“El valor diferencial del chorinho, creo yo, es que reúne a un público local, del barrio. Muestra bien cómo es ese estilo de vivir del carioca, de frecuentar las calles con los amigos, mientras escucha música”, dice Fabrício Eyler en medio de su barraquinha. Hace cuatro años que vende sándwiches de pernil y costilla. Después del almuerzo los bares instalados en las esquinas de la plaza se comienzan a alistar. Es domingo, día de fútbol, y varios seguidores –torcedores en portugués– y familias se juntan con sus camisetas del Flamengo, Vasco da Gama, Fluminense y Botafogo, los principales equipos cariocas. Una conversación animada intenta predecir los resultados de la fecha de la Liga brasileña.
En una esquina, en el bar Adega da Praça, Gabriel Monteiro y Victor Silva, amigos de mesa –pero rivales en la cancha– conversan y se burlan de los jugadores que aparecen en la televisión. “Te apuesto a que este año el Vasco va a perder la categoría”, se ríe Gabriel, antes de celebrar el gol del equipo de su corazón: el Flamengo, el Mengão. Y se abraza con varios desconocidos que, por lo menos esa tarde, parecen buscar el mismo futuro.
Río de Janeiro
1. Mureta da Urca
Aquí puedes tener la mejor vista a la bahía de Guanabara, el Cristo Redentor y la Pedra da Gávea. Se llena bastante entre diciembre y febrero, en pleno verano carioca, por lo que te recomendamos que llegues antes de las 4:00 p. m. y asegures un lugar para ver, de manera gratuita, una puesta del sol inolvidable.
2. Parque Lage
Ubicado debajo del Corcovado o Cristo Redentor, este parque fue un antiguo ingenio de café en 1811. Sin embargo, a comienzos del siglo XX se remodelaron sus jardines y se construyó un pequeño palacio, hogar de la familia Lage de la alta sociedad carioca. En 1956 el lugar se transformó en un espacio público. De arquitectura ecléctica y naturaleza tropical, fue el escenario del videoclip Beautiful del rapero estadounidense Snoop Dog.
3. Cais do Valongo
Considerado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2017, este lugar es el único vestigio arqueológico para entender lo que fue el tráfico de esclavos a Suramérica. Si quieres conocer la historia de Brasil, visita el memorial del Instituto Pretos Novos. Para disfrutar de la cultura afrobrasileña aprovecha la Roda de Samba de Pedra do sal, en el morro da Conceição, donde los músicos tocan clásicos de la música popular brasileña todos los lunes de 7:00 p. m. a 11:00 p. m. La entrada es gratuita.
4. Boulevard Olímpico
Fue construido en el marco de los Juegos Olímpicos de 2016 y transformó la zona portuaria de la ciudad. En este lugar, donde antes existía un viaducto, se construyó una calzada de cerca de 3,5 km. Camina a lo largo del Boulevard para ver artistas, músicos en la calle y el impresionante mural Etnias, de 15 metros de altura y 170 metros de largo, pintado por Eduardo Kobra en la fachada de una antigua bodega. Además, puedes visitar, el AquaRio, el acuario más grande de Suramérica y el Museu do Amanhã con exposiciones sobre Ciencia y Medio Ambiente.
5. Ipanema
Es el barrio escogido por Vinícius de Moraes y Tom Jobim para crear sus poemas y canciones, además de reunir bares, restaurantes y tiendas alrededor de sus calles y playas. Todos los viernes la plaza Nossa Senhora da Paz recibe personas que compran frutas, legumbres y pescados frescos. De hecho, puedes comprar tu souvenir brasileño en la feria ubicada en la plaza General Osorio.
Artículo originalmente publicado en la edición 73 de la revista Avianca.