Torquay
El viaje comienza en Torquay, un pueblo-resort famoso por sus playas de surf y hogar de las famosas marcas Ripcurl y Quicksilver. Por eso el deporte no solo se toma las olas sino también muchos de los espacios comerciales. A hora y media de Melbourne, también alberga el Museo Nacional del Surf. Las playas por excelencia para los nadadores más expertos y los surfistas son Jan Juc, Point Danger y Bell’s Beach. Apenas comienza el camino ya es hora para detenerse por un snack, por cuenta de la chocolatería y heladería del Great Ocean Road (así se llama).
Su gran variedad de chocolates, perfecta para una cata si se tiene el tiempo, incluye sabores inspirados por la flora australiana: semilla de zarzo, árbol de té y eucalipto. La flora y la fauna, a la orilla de la carretera, es prueba de la exuberante naturaleza australiana.
El camino es un denso corredor de árboles nativos que constituyen refugios para loros arcoiris, rosellas, kookaburras, cacatúas (incluyendo la especie endémica galah), urracas, zarigüeyas, y uno que otro koala. Mientras se avanza, un ligero aroma de eucalipto, mezclado con la sal y la arena, llena el ambiente.
Anglesea
Famoso por la ensenada del río homónimo, es un destino de aguas tranquilas para recorrer en canoa o paddleboard. Para nadar: Point Roadknight Beach y, fuera del agua, numerosas caminatas bordeando la costa y un mercado de productos locales. Anglesea Golf Course también vale la pena, aún si no se practica ese deporte, por cuenta de los cientos de canguros que viven, voluntariamente, en el área.
Al continuar el camino, se atraviesa el arco memorial de la carretera, que recuerda a los soldados que, al regresar de la Primera Guerra Mundial, en 1919, trabajaron en la construcción de este camino cortado en la roca. Considerado, por esto, el mayor memorial de guerra del mundo.
Lorne
En los alrededores de este pueblo costero se encuentran algunas de las cascadas más imponentes de Australia: Erskine, Sheoak y Hopetown falls, accediendo a cada una con un pequeño recorrido de poca intensidad. Mantén los ojos bien abiertos para encontrar equidnas o wallabys.
También en el área: el museo que recuerda la creación de la carretera hace 100 años, el centro de bienestar Lorne Sea Baths, un puente colgante un muelle y el punto de observación Teddy’s Lookout que ofrece una panorámica de toda la zona.
Apollo Bay
Aquí, un desvío necesario para sumergirse en un bosque de gigantes secuoyas californianas, en medio de los eucaliptos nativos en Beech Forest, parte de Otways National Park. El hambre se puede calmar con una visita a Dooley’s Ice-Cream en el centro de Apollo Bay, rodeado de cafés, restaurantes y tiendas. Sus sabores incluyen la tradicional vegemite australiana. Entre las tiendas, para comprar algún souvenir local vale la pena entrar a Glance Twice Glass Studio y Karmic Goat Soapworks.
Los 12 apóstoles
En un camino al que no le faltan postales imponentes de la costa, la más imponente de todas es la que ofrecen los llamados 12 apóstoles (que no son 12), una serie de formaciones de roca caliza erosionadas por el mar y la lluvia, expuestas como diminutos riscos en medio del agua. Un paisaje que, por efectos naturales, se sigue transformando. De hecho, en 2005, una de estas formaciones colapsó. El acceso a esa playa no está permitido y por eso la actividad se concentra en las terrazas de observación. Al año, dos millones de visitantes se plantan frente a los apóstoles.
Sin embargo, el resto del área es mucho menos explorada e igual de imponente. A pocos minutos, están las Gibson Steps, que conducen directamente a la delicada arena de la playa, rodeada de abismos de 70 metros. También se puede extender la visita hacia Loch Ard Gorge y Thunder Cave.
Port Campbell y Allansford
A la altura de Port Campbell, la mayoría de turistas se disipan, luego de la visita a los 12 apóstoles, lo que conduce a una de las partes menos concurridas del camino, combinada con algunas de las mejores bahías en toda una gama de azules radiantes según la hora y el clima. Esto incluye Bay of Martyrs y Bay of Islands, al igual que puntos de observación como London Bridge, The Arch, The Grotto y Childers Cove. El camino, de 100 años y 243 kilómetros, culmina en la ciudad de Allansford, en una zona famosa por sus vinos y quesos. Tal vez no existe mejor manera de culminar el final del recorrido que una cata.
Por:
Jaya Abela Periodista y comunicadora en Australia. Trabaja con el McKillop College de Werribee, Melbourne.
Artículo publicado originalmente en la edición 79 de la revista Avianca