En un rincón de Colombia se encuentra el río Inírida, una de las joyas hídricas del país que nace en los departamentos de Guainía y Vichada.
Y es precisamente este río el que le servirá para comenzar a vivir una de las aventuras más emocionantes en donde la llanura se une con la selva, en medio de un paisaje maravilloso.
La ruta para entrar en la selva colombiana
De acuerdo a lo que se registra en la página de la revista Diners, durante este viaje por la naturaleza colombiana, recorrerá 600 kilómetros sobre agua y pequeños trechos en carretera.
Atravesará ríos de colores diversos, según la sedimentación de cada uno de ellos, se sumergirá en la selva y vivirá entre las comunidades indígenas que por años han luchado por mantener sus costumbres.
Para iniciar este viaje maravilloso, deberá tomar un avión de Satena que sale de Bogotá hasta la capital del Guainía: Inírida. Durante hora y media podrá observar cómo la llanura va siendo consumida por la selva hasta que solo vea un extenso tapete verde en el que se irá internando paulatinamente.
Un recorrido por las selvas de Guainía y Vichada
Un recorrido por esta zona del país esta rodeado de grandes sorpresas y una de ellas será encontrarse con el río Inírida, cuyas aguas son oscuras, casi negras, ya que recoge los residuos vegetales de miles de plantas a lo largo de sus 1.300 kilómetros.
Pese a su importancia para esta región, es un río navegable solo para pequeñas embarcaciones, por la cantidad de raudales rápidos.
Todo el plan comienza en medio de una población indígena, de mayoría kurripako, piapoco y también puinave. Inírida es una ciudad de poco movimiento, en donde los foráneos no son frecuentes.
Vichada y Guainía son un testimonio de la riqueza natural de Colombia. La región se convierte en el escenario de un emocionante encuentro entre los vastos llanos y la majestuosa selva amazónica. Es un lugar donde la vida silvestre florece y la naturaleza se manifiesta en todo su esplendor, de acuerdo a lo que se explica en el portal Inspirience.
A medida que avanza hacia la selva amazónica, el paisaje se transforma por completo. Los árboles se elevan hacia el cielo y albergan a miles de especies de flora y fauna.
El cierre perfecto para este viaje maravilloso se logra en los Cerros de Mavicure, que contienen formaciones rocosas, consideradas sagradas por las comunidades indígenas Piaroa y Curripaco. Ellas emergen en medio de la selva como guardianes ancestrales de la madre naturaleza.
Desde la cima del Mavicure, se puede contemplar un paisaje que abarca la inmensidad de la selva y la serenidad de los Llanos.
Este lugar no solo es un espectáculo visual, es también un recordatorio de la importancia de proteger estos tesoros naturales y culturales. Las comunidades indígenas han conservado este sitio sagrado durante siglos, y es responsabilidad de todos nosotros ser guardianes de su legado.