Una semana antes del Festival de Música y Arte de Woodstock, en el pequeño condado de Sullivan, cerca de la ciudad de Nueva York, muy pocos conocían el nombre de este pueblo. Hoy, 50 años después, pocos no han oído hablar del festival más famoso de la historia. Sullivan se convirtió sin querer en el lugar donde una generación de hippies cambiaron la historia. Ocurrió en el verano de 1969 cuando más de 400.000 jóvenes se congregaron en una granja de 250 hectáreas para vivir durante tres días un festival sin precedentes, y donde la desinhibición fue la invitada principal. Allí proliferó el sexo al aire libre, y creció la imagen salvaje y desenfrenada que caracterizó al hippismo: jóvenes que dormían en el piso, se bañaban desnudos en los lagos y compartían alimentos, drogas y música. “Te llegaba una caja, tomabas un pedazo de pan y luego la pasabas a donde hubiera otra cobija”, recuerda una de las asistentes.
La idea de organizar un festival de este tipo surgió de un grupo de soñadores veinteañeros: Michael Lang, Artie Kornfeld y Joel Rosenman. En un principio querían hacerlo solo para recaudar fondos y financiar un estudio de grabación musical. Pero más tarde pensaron que realizar un macrofestival, la tendencia en ese momento, resultaría más atractivo. Al comienzo, los jóvenes pensaban efectuar el concierto en Woodstock, el lugar donde vivía Bob Dylan. Pero los lugareños se opusieron a que una congregación de hippies llegaran allí, lo que llevó a los organizadores a programarlo en Sullivan. A pesar de esto, el nombre del festival no cambió.
Foto: El cartel de Woodstock contó con 32 artistas ahora legendarios. Bob Dylan, Led Zeppelin, The Beatles, entre otros, fueron invitados, pero no asistieron. La boleta costaba 18 dólares. El grupo vendió el evento como un festival de paz, amor y música, que iba a reunir a titanes del rock como Jimi Hendrix, Janis Joplin, The Who, Joan Baez, The Band, Joe Cocker, Carlos Santana, Crosby, Stills, Nash & Young. Ellos creían que un concierto en un ambiente natural era una fórmula perfecta de protesta pacífica ante las tensiones políticas que se vivían en la época. Y acertaron. Woodstock atrajo a multitudes que participaban en esa oposición efervescente a la guerra de Vietnam, que al momento había dejado más de 11.000 soldados estadounidenses muertos y otros tantos mutilados. Esa generación criticaba la mano dura de Richard Nixon, y estaba decepcionada y cansada de estar inmiscuida en guerras lejanas. Por eso, más de 400.000 llegaron al lugar, lo que provocó un caos incontrolable, puesto que la infraestructura apenas resistía 60.000 personas.
Foto: Más de 400.000 personas acudieron a Woodstock. Los artistas tuvieron que llegar en helicóptero, y los asistentes dejaron sus autos en las carreteras para poder entrar. Documentales como Woodstock: 3 días de paz y música, lanzado un año después del evento, retrataron a la perfección cómo durante el 15, 16 y 17 de agosto miles de jóvenes soportaron el fango y la lluvia, experimentaron con total libertad el consumo de nuevas drogas y practicaron el sexo sin tapujos.
El gobernador de Nueva York tuvo que declarar zona de catástrofe a la granja. Y medios como Daily News titularon en un principio: “‘Hippies’ sumidos en un mar de lodo”. The New York Times lanzó un editorial para cuestionar qué tipo de cultura era capaz de producir “un desastre tan colosal”. Pero al tercer día, la revista Time lo definió como el “mayor acontecimiento pacífico de la historia”. Al final del cuento, los mitos e historias alucinantes que los asistentes entretejieron sobre el encuentro terminaron por convertir a Woodstock en un hito de la modernidad.
Foto: Janis Joplin Quizá nadie en la historia olvidará el épico cierre del festival en el que el legendario Hendrix ofreció un concierto de dos horas para finalizar con Star-Spangled Banner, el himno de Estados Unidos. Pero más allá de su valor musical, Woodstock fue un acto de rebeldía y el primero de los macrofestivales de música que quedó grabado en la memoria mundial. Tanto fue así que significó la cúspide del hippismo y logró expandir el movimiento a numerosos rincones del mundo. Muchos dicen que este festival fue un gran milagro por la cantidad de contratiempos evitados. En medio de semejante multitud, solo hubo 133 arrestos, tres muertos y dos nacimientos; una cantidad mínima, a lo que se agrega que solo había 346 policías, 18 médicos y 36 enfermeros para atender al gentío. Sobre la marcha, los organizadores se las arreglaron para que una comunidad hippie llamada Hog Farm controlara pacíficamente a la juventud. Y cuando la comida no dio abasto, Lang estableció una cocina gratuita que reabastecían gracias a donaciones de la gente del pueblo. Esa camaradería y sensibilidad dio origen al excepcional momento de Woodstock.
Foto: The Who. Pero esa magia ha sido difícil de replicar. Muchos hoy se preguntan si sería posible repetir ese ‘paraíso’, y la respuesta parece ser no. Lang, cofundador del festival, ha intentado revivirlo varias veces sin éxito. Lo hizo por primera vez en 1994 cuando el heavy metal desentonó con la esencia original. Más tarde, en 1999, tuvo muchas críticas por los disturbios, incendios y acusaciones de agresión sexual. Su fracaso más reciente ocurrió hace un par de semanas cuando anunció que cancelaba la edición prevista para celebrar el aniversario 50 de Woodstock.
Festivales como Coachella, en Estados Unidos, Glastonbury, en el Reino Unido, y otros más cercanos como Rock in Río, en Brasil, también han intentado revivir su esencia. Pero en realidad los asistentes no evocan el mismo espíritu de rebeldía que los de Woodstock. Además, la industria que ha surgido en torno a los conciertos masivos hace que sea aún más difícil que este evento vuelva a suceder. Así las cosas, en Sullivan tuvo lugar una fiesta llena de extremos, pero también un suceso icónico que marcó a toda una generación. Hoy, todavía sigue siendo un referente de quienes proclaman la paz y el amor como forma de vida.