Sobre Leonardo da Vinci se ha dicho mucho. Además de pintar La última cena y la Mona Lisa, fue un genio en muchas disciplinas, y pocos en la historia de la humanidad se han acercado a su grandeza intelectual. Perfeccionó como ningún otro el dibujo, la anatomía, la ingeniería, la arquitectura, entre otras disciplinas en las que dejó aportes tan significativos que aún hoy son referente para científicos e intelectuales. Hay ciertos hábitos y conductas prácticas de este genio que influyeron en que explotara al máximo su potencial A los 500 años de su muerte, la explicación de su ingenio sigue siendo objeto de estudio. Walter Isaacson, periodista e historiador que dedicó gran parte de su tiempo a estudiar la vida de Da Vinci, dice que hay ciertos hábitos y conductas prácticas de este genio que influyeron en que explotara al máximo su potencial y que cualquiera puede practicar. Entre ellas está su insaciable curiosidad, su obsesión por el perfeccionismo y la facilidad que tenía para distraerse. Esta es la lista que el escritor recomienda para aprender, como Da Vinci, a ver la vida de una manera más sorprendente. 1. Sea curioso: una de las características más importantes de la personalidad de Da Vinci era su insaciable curiosidad. En sus manuscritos está la evidencia de cómo este hombre del Renacimiento sentía curiosidad por saber cuáles son los músculos que dan forma a las expresiones del rostro, cómo se procesa la luz dentro del ojo o por qué la gente bosteza. Esta curiosidad lo llevó a buscar nuevas experiencias y soluciones a sus preguntas. La ciencia también ha demostrado que esta característica juega un papel fundamental en el aprendizaje. El deseo interno de un niño por aprender motiva a expandir su conocimiento, por eso, según Isaacson, la curiosidad y conservar la capacidad de asombro de un niño son dos cosas que todos los seres humanos deberían mantener. No solo les dará una visión mucho más emocionante de la vida, sino que los llevará a hacer grandes hallazgos. Lea también: Leonardo Da Vinci: el genio de todos los tiempos 2. Observe: “El mayor talento que Leonardo poseía se plasmaba en su agudeza como observador”, dice el autor. Pero esa no era una característica sobrenatural ni mucho menos, sino que era fruto de su esfuerzo por entender cómo funcionaba el mundo que lo rodeaba. “Era un talento que estaba al servicio de su curiosidad y viceversa”. En los códices que escribió está la prueba del nivel de detalle y observación que invertía en pequeñas cosas como el movimiento de las alas de una libélula. Esto le permitió imaginar otros inventos como máquinas voladoras y comprender mejor al ser humano, pues en cualquier conversación analizaba cómo era la reacción de las personas a las situaciones. Esto también le permitió perfeccionar su pintura, caracterizada por la naturalidad.
3. Distráigase: uno de los reproches más frecuentes a Da Vinci era su incapacidad para enfocarse en un solo tema y desarrollarlo hasta el final. En sus códices hay cientos de teorías matemáticas y de pintura sin terminar, por lo que historiadores como Kenneth Clark llegaron a afirmar que “sus aportes fueron muy pobres para la posteridad”. Pero para otros como Isaacson su falta de atención fue una de las claves para que Da Vinci desarrollara su ingenio en diversas disciplinas, pues no tenía problema en ir detrás de cualquier cosa que llamara su atención, por mínima que fuera. “Esto hizo que su mente fuera más rica y llena de relaciones”, explica. 4. No tema postergar: Al investigar los diarios de Da Vinci, Isaacson encontró una frase que decía: “Los hombres de genio, están en realidad haciendo lo más importante cuando menos trabajan, puesto que meditan y reflexionan las ideas que luego realizan con sus manos”. Y el italiano sí que siguió esta regla a cabalidad. Los libros dicen que podía pasar una hora mirando fijamente la Mona Lisa antes de darle una nueva pincelada. El mensaje es que aunque para nadie es difícil dejar las cosas para después, la técnica de Leonardo requiere un esfuerzo extra: reunir toda la información y evidencia necesaria para perfeccionar algo, y luego cocer esos datos a fuego lento para obtener mejores resultados. “Si queremos ser más como Leonardo, tenemos que atrevernos a cambiar más de parecer en función de los nuevos datos que encontramos”. En contexto: El genio Leonardo Da Vinci, ¿sin igual? 5. Que lo perfecto sea enemigo de lo bueno: “Lo perfecto es enemigo de lo bueno” es una frase célebre de Voltaire e indica que es mejor hacer una tarea con una calidad buena, en un tiempo razonable, que hacer algo excelente o “perfecto” dedicando un tiempo excesivo. Pero contrariando al filósofo francés, Da Vinci es la prueba de que muchas veces no está mal obsesionarse con algo para conseguir un resultado extraordinario. “Cuando Leonardo no pudo lograr que la Batalla de Anghiaria funcionara, la abandonó, pero en cambio llevó consigo hasta el final de sus días obras maestras como la Mona Lisa pues sabía que siempre podría añadirle un nuevo retoque”, dice Isaacson. Según él, este perfeccionismo también caracteriza a otros genios como Steve Jobs, quien no quiso empezar a vender el primer Macintosh hasta que su interior fuera tan bello como su exterior, aunque nadie pudiera verlo. 6. Tenga ambiciones desmedidas: A Leonardo le importaba poco si sus proyectos se convertirían en grandes inventos o si eran tan desproporcionados que nunca verían la luz. En cambio, daba rienda suelta a sus fantasías y si fracasaba en el camino, al menos de ellas aprendía el por qué no funcionaban para así aplicar ese conocimiento en un futuro. En sus manuscritos está, por ejemplo, cómo imaginó cosas que parecían imposibles para su época como una máquina voladora de propulsión humana o cómo desviar un río. Gracias a estas ambiciones desmedidas y a la posibilidad de imaginar que le daba a su mente, Leonardo difuminó las fronteras entre la ciencia y el arte. “No logró que sus máquinas voladoras funcionaran, pero sí dejó que su imaginación volara”, dice Isaacson.
7. Haga listas y tome notas en papel: Los manuscritos de Da Vinci hoy son una fuente de inspiración y deleite para los historiadores y científicos, no solo por sus dibujos, sino porque en los bordes de esas páginas el renacentista escribía listas y anotaciones de todo tipo. Casi cualquier pensamiento que le venía a la mente. “Preguntarle al ingeniero cómo construyó el puente. Investigar por qué el cielo es azul. Observar cómo funcionan las alas de una libélula”, dejan ver a profundidad la capacidad que tenía Da Vinci para interesarse por cualquier tema. Para Isaacson esta es una práctica que todos deberían aplicar más seguido pues probablemente dentro de 50 o 100 años esas libretas y anotaciones sirvan de asombro e inspiración para cualquiera. Incluso para “nuestros hijos o nietos, a diferencia de los tuits o comentarios que dejamos en Facebook”. 8. Cree para usted, no solo para los demás o su trabajo: Leonardo hacía cientos de cosas a la vez y muchas veces se comprometió con miembros de la alta sociedad a realizar pinturas que nunca terminó. Isaacson cuenta que aunque la poderosa y rica duquesa Isabel del Este le suplicó mucho tiempo a Da Vinci que pintara su retrato, no lo hizo. Pero en cambio sí terminó el de Lisa, la famosa Gioconda que terminaría por convertirse en la obra más importante de la historia. Lo hizo porque quiso, y trabajó en esa obra durante gran parte de su vida. El cuadro es la prueba de que a veces del propio instinto y la pasión pueden surgir grandes resultados. Le podría interesar: Desde pintura hasta ingeniería: 8 disciplinas que perfeccionó Leonardo Da Vinci 9. Colabore con los demás: Una de las teorías de Isaacson sobre por qué no existen mentes como la de Da Vinci hoy en día es la tendencia que tienen los genios modernos a especializarse en un solo tema. Es decir, no tienen la capacidad de interconectar las disciplinas como lo hizo el italiano. Sin embargo, eso no quiere decir que Leonardo no deba parte de su ingenio a los aprendizajes y conversaciones que mantuvo con sus maestros y amigos. Según el escritor, aunque “el genio comienza por el talento individual y exige una visión particular”, la aplicación de esta creatividad a menudo surge de trabajar con un equipo. En su libro describe cómo, por ejemplo, los mejores estudios de anatomía que realizó Da Vinci los hizo cuando trabajaba en colaboración con su amigo y profesor de anatomía Marcantonio Della Torre.