La naturaleza de los celos es un tema que atormenta a hombres y mujeres por igual. Es una fuerza que todos quisieran controlar pero que, como la liebre, salta cuando menos se piensa. Es el motor de la mejor y la peor literatura y durante muchas décadas los sicólogos evolutivos y los sociobiólogos han convenido que los celos se manifiestan de manera distinta entre hombres y mujeres. Para los primeros es una respuesta a presiones evolutivas. Para los segundos se trata de un asunto cultural. Ambos grupos, sin embargo, están de acuerdo en que para un hombre es más grave la infidelidad física y para una mujer la emocional. En los muy populares libros de autoayuda para las parejas se les enseña al 'hombre de Marte' y a la 'mujer de Venus' a conocer esas diferencias para entender el comportamiento de su pareja.De acuerdo con los sicólogos evolutivos, esto se explica porque el hombre prehistórico hacía un esfuerzo muy grande para obtener el alimento y no quería que éste fuera a parar a las hambrientas bocas de unos hijos que no eran los suyos, es decir, los encargados de transmitirles sus genes a las generaciones futuras. Para la mujer paleolítica, en cambio, el problema era otro. La madre no tenía ninguna duda acerca del origen de sus hijos. El tema, para ella, era garantizar la supervivencia de su cría y le preocupaba en gran medida que el encargado de proveerles la comida se involucrara afectivamente con otra mujer y dejara de cumplir con su papel. Estas teorías las desarrollaron diversos estudios, varios de ellos liderados por el doctor David Buss, un sicólogo evolucionista de la Universidad de Texas, y varios de sus colegas. Otros estudiosos, aunque reconocían y aceptaban estas diferencias, pensaban que eran más el resultado de procesos culturales que evolutivos y el debate solía plantearse en ese terreno. Ambos bandos se apoyaban en diversos estudios que arrojaban el mismo resultado: lo que más molestaba al hombre era la infidelidad sexual y a la mujer la infidelidad emocional.No obstante el profesor David de Steno y un grupo de colaboradores de la Universidad de Northeastern, en Estados Unidos, consideran que esta apreciación no es del todo correcta y que si tantos estudios han llevado a esa conclusión se debe a un grave error que se comete en las encuestas que deben responder las personas. De acuerdo con De Steno y sus seguidores, en estos estudios a los encuestados se les hace una pregunta del tipo: "Qué le parece peor, ¿una infidelidad sexual o una infidelidad afectiva?". Esta pregunta, que los detractores califican como "Sophie's choice" (por la película La decisión de Sofía) es la que da como resultado que a los hombres les moleste más la infidelidad física y a las mujeres la emocional. Pero De Steno y otros colegas adelantaron sus investigaciones con otra metodología. En vez de hacer una pregunta cerrada, planteaban siete posibilidades distintas y les pedían a los encuestados que las ordenaran de mayor a menor. Además el ejercicio se planteó de tal manera que a los encuestados se les obligaba a contestar de manera casi que instintiva para evitar que hicieran razonamientos elaborados y, de ese modo, evitar que respondieran con el 'deber ser' o de manera políticamente correcta. Los resultados fueron totalmente diferentes: tanto a los hombres como a las mujeres lo que más tiende a afectarlos es la infidelidad física. Incluso Christine Harris, de la Universidad de California, en San Diego, quien participó en un seminario moderado por De Steno que se llevó a cabo en Toronto, Canadá, manifestó que en sus diversos estudios tampoco había encontrado diferencias al respecto tanto entre heterosexuales como en homosexuales.Como suele ocurrir con estos temas, el debate apenas comienza. Buss y sus seguidores siguen convencidos de que la sicología evolutiva no se equivoca. Y mientras tanto la gente seguirá mirando con escepticismo a quienes afirman: "¿Celoso yo? ¡Jua!".