La adrenalina es una hormona y un neurotransmisor que segrega el cuerpo de manera natural a través de las glándulas suprarrenales, localizadas en la parte superior de los riñones.

El organismo produce y almacena esta sustancia y la libera en situaciones de alarma, estrés, miedo, peligro o excitación. Con su liberación, ayuda al cuerpo a enfrentarse a este tipo de situaciones.

Si bien el cuerpo genera esta sustancia, también puede ser sintetizada en un laboratorio para utilizarla como medicamento en diferentes situaciones, como cuando se presenta una falla cardiorrespiratoria, así como en reacciones asmáticas y alérgicas graves.

La adrenalina prepara al individuo para situaciones en las que requiere estar especialmente activado tanto física como psicológicamente. “Es por eso que se puede decir que la adrenalina desencadena mecanismos de supervivencia que se ponen en marcha en situaciones de emergencia, como aquellas en las que se percibe peligro o se tiene que reaccionar de manera rápida”, explica el portal Psicología y Mente.

Acción sobre distintos órganos

La adrenalina una vez liberada en la sangre ejerce su acción sobre distintos órganos. Por ejemplo, estimula la frecuencia y la fuerza del músculo cardiaco, así la respuesta inmediata que las personas notan tras la acción de la adrenalina es la taquicardia.

En los pulmones esta hormona tiene un efecto broncodilatador, es decir, que favorece la entrada de aire a estos órganos al relajar la musculatura lisa bronquial y reduce las secreciones bronquiales, según precisa Salud Mapfre.

En las situaciones de miedo las personas pueden generar mucha adrenalina.

Cuando se libera adrenalina sobre los ojos se produce una dilatación de la pupila (midriasis), mientras que en los riñones y las vías urinarias contrae los esfínteres, por lo que puede provocar una retención urinaria.

También incide en el sistema nervioso central, donde se producen síntomas indirectos debido, sobre todo, a efectos cardiovasculares como cefalea, nerviosismo y temblor, ya que la adrenalina no tiene efecto directo sobre el cerebro.

Efectos positivos y negativos

Cuando aparece un riesgo, o la persona experimenta un miedo o una emoción intensa, los nervios conectados a las glándulas suprarrenales estimulan la secreción de adrenalina para liberarla al torrente sanguíneo.

La cantidad de adrenalina que se libera es la indicada para que el cuerpo experimente su efecto a lo largo de 3 o 5 minutos, tiempo suficiente para poder reaccionar sin que los órganos se vean muy afectados. Sin embargo, el mayor problema que existe es que, cuando una persona experimenta estrés durante mucho tiempo, la hormona del cortisol también favorece la aparición de adrenalina.

En estos casos, su presencia en el cuerpo no se limita al mencionado tiempo sino que puede extenderse a días o semanas lo que, según Mayo Clinic, puede traducirse en taquicardias, mareos, malas digestiones y cefaleas.

Dentro de los aspectos positivos de esta hormona destaca el hecho de que permita experimentar diversas sensaciones cuando la persona hace deporte, baila, cuando se sube a una atracción mecánica, cuando está enamorada o cuando consume algo que le gusta.

Cuando se genera mucha adrenalina se pueden generar efectos negativos en el cuerpo. Foto: iStock

Hay personas que sienten adicción a este tipo de situaciones donde la adrenalina se dispara al máximo, como pueden ser, por ejemplo, los deportes de riesgo.

Asimismo, es interesante saber que la adrenalina puede mantener a las personas alejadas de la depresión, puesto que media también en la producción de serotonina, que según un estudio del Hospital Warneford, de Reino Unido, es la hormona del bienestar mental, indica el portal Mejor con Salud.

En la lista de lo negativo se incluyen los miedos. La preocupación excesiva, el miedo constante, la ansiedad persistente e incluso el tener que hacer esfuerzos físicos a lo largo de muchas horas trae como consecuencia una liberación excesiva de adrenalina y esto se puede reflejar en dolor muscular, tensión en el cuello, brazos o piernas, mareos, visión borrosa o presión en los ojos, dolor de cabeza, dificultades para dormir, dolor de estómago, hipertensión y cansancio persistente.

Por estas razones, llevar una vida activa con práctica de ejercicio, un buen manejo del estrés y mucha socialización, además de una alimentación saludable puede ayudar a mejorar la calidad de vida.