Tradicionalmente, el ajo ha sido muy apetecido para darle sabor a los alimentos. Sin embargo, sus beneficios van más allá de condimentar y, con el paso de los años, ha ganado espacio como un remedio natural que puede ser complemento en el tratamiento de diversas afecciones.
Se trata de un alimento nutritivo, que contiene minerales como el manganeso, selenio, calcio, cobre o potasio y vitaminas B6 y C, tiene pocas calorías y se aconseja incluirlo en el marco de una dieta equilibrada.
Es un producto rico en compuestos de azufre, siendo la alicina el principal, que además le proporciona su olor característico. Según el portal Healthline, este es un compuesto inestable que solo está presente brevemente en el ajo fresco después de ser cortado o triturado.
Sin embargo, de acuerdo con la citada fuente, también contiene otras sustancias que pueden desempeñar un papel clave en sus beneficios para la salud y son el disulfuro de dialilo y la s-alilcisteína.
La lista de bondades saludables que se le atribuyen es amplia, pero una de las más importantes está relacionada con la protección de la salud del corazón, gracias a que su consumo regular ayudaría a controlar la tensión alta y los niveles de colesterol, dos afecciones que tienen gran incidencia en el desarrollo de enfermedades cardiovasculares.
MedlinePlus, servicio de la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos, cuenta con una apartado dedicado al ajo, en el que señala algunos de los posibles beneficios que podría tener esta hortaliza y destaca precisamente la disminución de la presión arterial alta y la reducción del endurecimiento de las arterias (arterioesclerosis).
Según Healthline, estudios en humanos han encontrado que los suplementos de ajo tienen un impacto significativo en la reducción de la presión arterial en personas con hipertensión. En una de las investigaciones, el consumo entre 600 y 1.500 miligramos de extracto de ajo añejo fueron tan efectivos como el medicamento Atenolol para reducir la presión arterial durante un período de 24 semanas.
De igual forma, el ajo puede reducir el colesterol total y el LDL, que es conocido como el colesterol malo. “Para aquellos con colesterol alto, los suplementos de ajo parecen reducir el colesterol total y LDL en aproximadamente un 10 a15 %”, asegura la mencionada fuente.
Otro estudio realizado por investigadores del Instituto de Toxicología de la Universidad de Shandong (China), se orienta en el mismo sentido. Los científicos efectuaron un metaanálisis con 26 trabajos y determinaron que, en general, el ajo fue superior al placebo en la reducción de colesterol sérico total (CT) y de triglicéridos (TG).
“Los resultados apuntan que los efectos del ajo fueron más marcados en personas con un tratamiento a largo plazo. El ajo en polvo y el extracto de ajo envejecido fueron más eficaces en la reducción de los niveles séricos de CT, mientras que el aceite de ajo resultó más efectivo en la reducción de los niveles séricos de TG.”, precisa una publicación de la Fundación Española del Corazón.
Una de las formas más efectivas de consumirlo para obtener sus beneficios es crudo y en ayunas, siendo ideal la ingesta de uno o dos dientes picados o triturados. Se puede mezclar con aceite de oliva, de lino, nuez o coco. Un artículo publicado en el diario La Vanguardia, de España, asegura que los ajos crudos no tienen contraindicaciones importantes en dosis normales, excepto para personas a quienes produce irritación de estómago o alergia.
Sin embargo, advierte que puede contrarrestar el efecto de medicamentos para la circulación sanguínea, debido a que es un potente anticoagulante. También se ha determinado que puede disminuir la efectividad de fármacos como el saquinavir, utilizado en el tratamiento del VIH, por lo que en caso de llevar este tipo de tratamientos lo mejor es consultar con el médico para evitar complicaciones.