Alguna vez se ha escuchado sobre personas que se enferman con facilidad, que a menudo tienen gripa o que fácilmente son afectadas por los virus. También son pacientes que frecuentan las saldas de urgencias o los consultorios médicos. Estas personas tienen un sistema inmunológico (inmunitario) débil y, por ende, las defensas bajas.
El organismo está expuesto a diferentes males todo el tiempo: virus, sustancias, toxinas, contaminantes, etc. Si el cuerpo no tuviera a alguien encargado de su protección, las personas estarían enfermas todo el tiempo. Para esto, está un mecanismo de defensa, que se ocupa de salvaguardar el organismo de los factores negativos que puedan afectarlo. “El sistema inmunitario ayuda a proteger su cuerpo de sustancias extrañas o dañinas. Algunos ejemplos son bacterias, virus, toxinas, células cancerígenas y la sangre o tejidos de otra persona. El sistema inmunitario produce células y anticuerpos que destruyen estas sustancias nocivas”, explica Medline Plus, la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos.
La vejez trae consigo muchos cambios en el organismo. Transformaciones en cada uno de los órganos. Muchos de esos cambios son en la piel, en la memoria, en la movilidad y también en el sistema inmunitario. Lo que sucede es que este se vuelve más lento y su tiempo de respuesta es mayor, lo que aumenta significativamente el riesgo de enfermarse.
Asimismo, se puede desarrollar una enfermedad autoinmunitaria, en la que el sistema inmunitario se equivoca y por error ataca y destruye los tejidos sanos del organismo. Otro de los cambios que se dan es que la capacidad de este sistema para identificar y corregir defectos celulares disminuye, por lo que aumenta el peligro de desarrollar un cáncer, señala Medline Plus.
Existen diferentes tipos de inmunidad. La primera es la inmunidad innata, que es con la protección que nacen todos los seres humanos, como las barreras de la piel y las membranas mucosas. La segunda, inmunidad activa, también conocida como adaptativa. Esta se desarrolla cuando el organismo se infecta o es vacunado contra algún virus o sustancia extraña. Y la última, la inmunidad pasiva, que se obtiene a través de productos sanguíneos que tienen anticuerpos; por ejemplo, los bebés recién nacidos tienen anticuerpos de sus madres.
Las personas no son conscientes de la importancia de fortalecer el sistema inmunitario para mantener una vida saludable. De acuerdo con Nubia Bautista, subdirectora de Enfermedades No Transmisibles del Ministerio de Salud, “como resultado de un estilo de vida completamente álgido, el ser humano no prioriza el cuidado que requiere el cuerpo humano y, sobre todo, desconoce los hábitos que ayudan a reforzar las defensas”.
El portal Mejor con Salud destaca las propiedades el ajo y de la miel para fortalecer el sistema inmunitario. Señala los diferentes beneficios de la miel. Este alimento tiene muchos efectos positivos en el cuerpo. Posee aminoácidos, enzimas y antioxidantes que nutren las células para regular el ph y mejorar el proceso de reparación celular de la piel. Asimismo, tiene propiedades que contribuyen al proceso de cicatrización y rejuvenecimiento, por lo que es muy importante para el cuidado de la piel.
Por su parte, el ajo posee propiedades especiales que ayudan al organismo a prevenir las inflamaciones y funciona como antibiótico natural. Mezclado con la miel, se obtiene un remedio poderoso para mejorar las defensas y mantener un buen estado de salud. “La miel es cicatrizante y los ajos antimicrobianos. Juntos consiguen eliminar virus y toxinas para fortalecer nuestras defensas gracias a su alto nivel de vitamina C”, señala el portal.
Ingredientes
- 1 taza de miel (335 g)
- 15 ajos
Preparación
- Pelar los ajos y abrirlos a la miad para obtener sus aceites esenciales.
- Para este remedio se debe realizar un proceso de maceración de 15 a 20 días. Para esto, se utiliza un frasco en el que se agregarán los dientes de ajo y la miel. El frasco debe estar en un lugar donde no le dé el sol.
- Cuando haya pasado el tiempo, el remedio se debe consumir de la siguiente forma: una cucharada cada mañana, durante el tiempo que se desee (se puede aplicar sobre un pan de centeno).