Cuando se piensa en el fin de los seres humanos es común creer que se desatará por causas apocalípticas, como un cataclismo por un meteorito, el cambio climático o una plaga desconocida.

Pero resulta que podría ser la humanidad misma la autora de su propia desaparición de la faz de la tierra, y por medio de acciones de la vida cotidiana, de acuerdo con la doctora estadounidense Shanna H. Swan, experta en salud reproductiva del Mount Sinai Medical Center de Nueva York.

El título de su nuevo libro, en el cual se explaya sobre el tema, es Count Down (Cuenta regresiva), pero quizá no es tan sugestivo y alarmante como el subtítulo: How our modern world is threatening sperm counts, altering the male and female reproductive development, and imperiling the future of the human race, que traduce: Cómo nuestro mundo moderno está amenazando el conteo de espermatozoides, alterando el desarrollo reproductivo masculino y femenino, y poniendo en peligro el futuro de la raza humana.

La culpa de las anomalías en los espermatozoides es de unos químicos conocidos como "interruptores químicos", presentes en productos de consumo diario.

Según lo dijo el periodista Nicholas Kristof, ganador de dos premios Pulitzer, al comentar sobre el problema en The New York Times, “algo preocupante está pasando entre nuestras piernas”, pues el conteo de espermatozoides cae de manera dramática y se ha vuelto muy frecuente que los niños desarrollen anormalidades en los genitales.

Los espermatozoides no solo están perdiendo cantidad, sino calidad. “Hay ejemplares de dos cabezas, mientras que otros permanecen sin rumbo, girando en círculos, en vez de nadar furiosamente a la conquista de un óvulo”, escribió Kristof.

En el género femenino también se observan anomalías, como la llegada a la pubertad en edades cada vez más tempranas. Mientras tanto, en las mujeres adultas la calidad de los óvulos va en declive, y por ello son más propensas a sufrir abortos espontáneos.

La inquietud de los científicos crece ante la evidencia de que el problema no es exclusivo de los humanos, sino que también afecta a varias especies de animales. Se reportan casos de ranas, tortugas y peces con dos sexos, al igual que nutrias, visones y lagartos con penes inusualmente pequeños.

Las cifras son reveladoras. En 2017, las investigaciones de la doctora Swan arrojaron que el conteo de los espermatozoides en los países occidentales había caído en 59 por ciento. De seguir así, el resultado podría desplomarse a cero en 2045.

Si el conteó de espermatozoides ha bajado en los hombres, las mujeres se han vuelto más propensas a los abortos espontáneos.

De igual manera, el índice de fertilidad ha decrecido durante las últimas décadas, de modo que si en 1964 el número de hijos por mujer era de 5,06, en 2018 había bajado a 2,4.

Swan advierte que el problema reproductivo pinta ser tan grave como el cambio climático, el cual terminó por ser aceptado, al menos por la mayoría de la gente, como una real amenaza. “Espero que pase lo mismo con el lío reproductivo que se nos viene encima”, anota.

Irónicamente, detrás de todo ello están los resultados positivos del desarrollo socioeconómico, pero la experta hace hincapié en que también hay fuentes biológicas.

Swan y otros científicos consideran que la causa de las anomalías en el sistema reproductivo son unos químicos conocidos como interruptores endocrinos, que imitan las hormonas del cuerpo humano y así engañan a las células.

Entre estos disruptores, como también se les conoce, se encuentran los ftalatos y el bisfenol A, presentes en productos de uso tan cotidiano como los cosméticos, el champú, los omnipresentes plásticos, las comidas enlatadas y hasta en los recibos que entregan los cajeros automáticos luego de una transacción.

Los ftalatos, especialmente, están en casi todas partes, y se ha comprobado que los niños demasiado expuestos a ellos tienden a tener el miembro viril de menor tamaño.

El champú es uno de los productos que contienen los disruptores químicos, causantes del descenso en el conteo de espermatozoides.

Es fácil no advertir la presencia de estos químicos y esquivarlos, apunta Swan, porque casi nunca aparecen en las etiquetas de envases y empaques.

Patricia Hunt, genetista reproductiva de la Universidad Estatal de Washington, sostiene que el impacto de los interruptores químicos es acumulativo entre generaciones.

Así lo comprobó en un trabajo que realizó con ratones: un ejemplar de corta edad fue expuesto por algunos días a estas sustancias, y cuando se convirtió en adulto sus testículos produjeron pocos espermatozoides. Esa deficiencia se la transmitió a sus hijos, y estos, a los suyos.

“Aunque estos hallazgos no necesariamente se pueden aplicar a los humanos, luego de tres generaciones en contacto con los interruptores químicos, un quinto de los ratones machos era infértil”, explicó la científica, para quien esto supone un augurio “particularmente preocupante”.

Haciendo una transposición de estas observaciones al caso humano y sus relaciones con dichos componentes, la médica dice que se podría argüir que “justo ahora estamos en la tercera generación”.

Otra especialista consultada por Kristof para su artículo en el diario neoyorquino fue Andrea Gore, profesora de neuroendocrinología de la Universidad de Texas en Austin, quien declaró: “No veo a los humanos extinguiéndose, pero sí líneas familiares desapareciendo debido a individuos infértiles”.

Sobre estos últimos, ella considera el problema social y psicológico que pueden afrontar, en vista de que no son capaces de ejercer su derecho a decidir tener hijos: “Eso quizá no sea devastador para nuestra especie, pero sí para las parejas inhabilitadas para concebir”.

Kristof observa que será difícil combatir y crear conciencia del peligro que encierran estas sustancias agazapadas en tantos productos comerciales.

El primer obstáculo podría estar en la misma ciencia, pues no hay unanimidad en el asunto. Existen teorías que ponen en duda que el declive en el conteo de espermatozoides sea verdad, así como su posible causa.

Otros expertos tampoco creen que las jóvenes estén llegando más temprano que de costumbre a la pubertad. Y hay quienes juzgan que el supuesto incremento en los defectos en los genitales masculinos no es tal, sino que ahora hay un registro más fiel de los incidentes.

La otra barrera está en las empresas de químicos. Tanto la Organización Mundial de la Salud (OMS) como las asociaciones médicas en Estados Unidos y Europa han llamado la atención sobre los riesgos de los interruptores químicos y la necesidad de regularlos. Kristof denuncia que en el país del norte, el Congreso y el Gobierno de Donald Trump subestimaron los argumentos de los científicos independientes, y, en los últimos años, les hicieron más caso a los lobistas de la industria.

“Estas compañías son hoy tan insensatas como lo eran las firmas de tabaco una generación atrás o los fabricantes de opioides hace una década”, concluyó el cronista. n

Consejos para evitar la infertilidad

• Siempre que pueda consuma productos orgánicos.

• No cocine o caliente comida en el microondas en envolturas plásticas.

• Almacene los alimentos en recipientes de vidrio y no de plástico.

• Evite el tabaco y la marihuana.

• Descarte los pesticidas.

• No use ambientadores en aerosol.

• Evite la acumulación de polvo.

• Controle los ingredientes de lo que consume por medio de guías de organizaciones como Environmental Working Group.