Últimamente se habla bastante de las famosas dietas basadas en plantas y, por lo general, las personas creen que estas son las típicas ensaladas de kale y los tazones de cereales o algunos sustitutos de moda de la carne. Sin embargo, existe una opción no cárnica que se está llevando la batuta como nuevo superalimento: las algas.
Por más raro que parezca, las algas, que son las cintas de materia vegetal oceánica de color verde pardo que aparecen en las playas, son comestibles.
En concreto, el nori (hojas de papel que se usan para envolver los rollos de sushi y como guarnición de los tazones de ramen) es probablemente el alga más conocida, pero estas grandes algas de hoja vienen en cientos de variedades coloridas, incluyendo el kombu, el wakame, kelp de azúcar y el dulse rojo.
Además, hay que tener en cuenta que las algas ayudan a mantener otras formas de vida marina y a limpiar el agua que las rodea. Fuera del agua, pueden aportar más minerales y nutrientes a la dieta.
“Aunque intentamos comer de forma saludable, la mayor parte de las veces dependemos de la agricultura terrestre. Las algas son una alternativa realmente interesante porque proporcionan esos nutrientes que son realmente difíciles de encontrar en otras plantas terrestres”, según afirma Sarah Redmond, fundadora y propietaria de Springtide Seaweed, en Gouldsboro, Maine.
Beneficiosas para el medio ambiente y el ser humano
Para los seres humanos, las algas son una opción única para las necesidades de nutrientes fundamentales que necesita el organismo. “Las algas son una excelente fuente de fibra dietética y minerales”, afirma Mary Ellen Camire, profesora de ciencias de la alimentación y nutrición humana de la Universidad de Maine.
Cabe resaltar que aunque los perfiles nutricionales varían ligeramente entre las variedades rojas, verdes, y marrones, contienen una serie de vitaminas, como las B, C, E y K, ácidos grasos omega 3, proteínas, aminoácidos, polifenoles y diez veces más minerales que las plantas terrestres, Además, entre estos minerales esenciales se encuentran el yodo, el hierro y el calcio, según un estudio reciente.
“Las algas tienen la capacidad de concentrar en el océano todos los oligoelementos a los que no podemos acceder. Son una especie de alimento equilibrante con el que podemos devolver algunos de esos oligoelementos a nuestro cuerpo y a nuestra dieta”, explica Redmond.
Además, cuando se utilizan como fertilizantes para la agricultura terrestre, pueden devolver esos nutrientes esenciales al suelo, mejorando la salud.
Sin embargo, no es necesario llenar el plato con algas porque pueden absorber grandes cantidades de minerales. “Algunas algas marrones, como el kelp de azúcar, que se cultiva en Nueva Inglaterra, son muy ricas en yodo. Tienen tanto yodo que se aconseja a los consumidores que no lo coman más de tres veces por semana”, explica Camire.
Incluso, la concentración de nutrientes específicos en las algas puede interactuar con varios medicamentos, por eso se recomienda consultar previamente con el médico si existe una enfermedad de tiroides o las personas están tomando anticoagulantes antes de introducirlas a la dieta.
Ahora bien, las algas son tan beneficiosas para los sistemas de agua como para la salud de las personas en general. “Las algas extraen el dióxido de carbono de la atmósfera y lo utilizan para producir más carbohidratos. No estamos seguros de cuánto cultivo de algas haría falta para tener un efecto significativo en el calentamiento global, pero ayuda”, agrega Camire.
Por si fuera poco, también funcionan como componente de la acuicultura regenerativa al consumir nitrógeno y fósforo, dos elementos que pueden perjudicar al océano cuando se encuentran en grandes cantidades.
“Las algas también proporcionan un lugar para que las criaturas marinas más pequeñas se escondan de los depredadores, estableciendo entornos de refugio que pueden ayudar a restaurar la diversidad de la vida marina en hábitats sobreexplotados”, concluye Camire.