Este lunes, la ciencia dio otro importante paso en su lucha por detectar a tiempo la enfermedad de Alzheimer y responder a una de las mayores inquietudes que sobre este mal ha estudiado la comunidad médica en el mundo: ¿por qué muchos individuos con el cerebro inundado de agregados amiloides tóxicos —un biomarcador de este mal— nunca llegan a desarrollar demencias asociadas a esta patología?
Pues bien, un grupo de científicos de la Facultad de Medicina de la Universidad de Pittsburgh aseguran a través de un artículo publicado en la revista Nature Medicine, tener una respuesta: existen en el cerebro unas células cerebrales en forma de estrella, llamadas astrocitos, que determinan si una persona desarrolla o no la enfermedad.
El resultado de esta investigación fue posible luego de analizar la sangre de más de un millar de ancianos sin deterioro cognitivo, con y sin patología amiloide. De esta forma, los científicos descubrieron que solo los que presentaban una combinación de carga amiloide y marcadores sanguíneos de activación anormal de los astrocitos desarrollarían alzhéimer. Se trata de un descubrimiento de gran trascendencia para desarrollar fármacos destinados a detener la progresión.
“Nuestro estudio sostiene que el análisis de la presencia de amiloide cerebral junto con biomarcadores sanguíneos de la reactividad de los astrocitos es el método de cribado óptimo para identificar a los pacientes con mayor riesgo de progresar a la enfermedad de Alzheimer”, asegura Tharick Pascoal, profesor asociado de Psiquiatría y Neurología en Pitt.
“Es decir, los astrocitos son reguladores clave de la progresión de la enfermedad. El amiloide solo no es suficiente para desencadenar la enfermedad de Alzheimer”, subraya.
Alzheimer en el mundo
Se cree que en todo el mundo hay 46,8 millones de personas que viven con la enfermedad de Alzheimer u otras demencias. Para el 2030, si no se dan descubrimientos novedosos, veremos un aumento, alcanzando casi los 74,7 millones. Para el 2050, las tasas podrían superar los 131,5 millones.
El alzhéimer es un trastorno neurodegenerativo que causa pérdida progresiva de memoria y demencia, y que reduce significativamente la calidad de vida.
Es una enfermedad que se caracteriza por la acumulación de placas amiloides (agregados proteínicos que se alojan entre las células nerviosas del cerebro) y grupos de fibras proteínicas desordenadas, llamados ovillos de tau, que se forman en el interior de las neuronas.
Durante décadas, los neurocientíficos han creído que la acumulación de placas amiloides y ovillos de tau no sólo es un signo de la enfermedad de Alzheimer, sino también su causa, por eso los fármacos existentes se han dirigido al amiloide y la tau y han obviado otros procesos cerebrales.
Pero hallazgos recientes de grupos como el de Pascoal sugieren que algunas alteraciones en el cerebro, como el aumento de la inflamación cerebral, podrían ser tan importantes como la carga amiloide.
La causa directa del deterioro
Hace dos años, Pascoal y su grupo descubrieron que la inflamación del tejido cerebral desencadena la propagación de proteínas patológicamente mal plegadas en el cerebro y es una causa directa del deterioro cognitivo final en pacientes con enfermedad de Alzheimer.
Ahora, este equipo ha descubierto que el deterioro cognitivo puede predecirse mediante un análisis de sangre.
Los astrocitos son células del tejido cerebral que suministran oxígeno y alimento a las neuronas y las protegen de los patógenos. Pero, como no conducen la electricidad y no parecían desempeñar un papel directo en la comunicación entre neuronas, se había pasado por alto su función en la enfermedad.
El equipo analizó varias muestras de sangre de un grupo de participantes en tres estudios independientes de adultos mayores sin deterioro cognitivo en busca de biomarcadores de la reactividad de los astrocitos —una proteína ácida fibrilar glial, o GFAP— junto con la presencia de tau patológica.
El estudio demostró que solo aquellos que daban positivo tanto para el amiloide como para la reactividad astrocitaria mostraban indicios de desarrollo progresivo de la patología tau, lo que indicaba predisposición a los síntomas clínicos de la enfermedad de Alzheimer.
Los resultados tienen implicaciones directas para futuros ensayos clínicos de candidatos a fármacos contra el Alzheimer.
Dado que un porcentaje importante de personas con amiloide positivo no desarrolla alzhéimer, la positividad amiloide por sí sola no es suficiente para determinar si un individuo debe recibir terapia o no. Para eso, hace falta añadir marcadores de la reactividad de los astrocitos, como el GFAP, apunta el estudio.
La inclusión de otros marcadores en las pruebas diagnósticas permitirá mejorar la selección de pacientes con probabilidades de progresar a fases posteriores del alzhéimer y ayudará a afinar la selección de candidatos a intervenciones terapéuticas con más probabilidades de beneficiarse.