El Alzheimer continúa sin tener una cura y aunque el progreso científico en los últimos años ha sido importante todavía los científicos trabajan para profundizar en las causas que originan esta devastadora enfermedad neurodegenerativa que actualmente representa la principal causa de demencia, con 50 millones de afectados a nivel mundial.

Algunos estudios incluso proyectan que el número de personas que padecen la enfermedad se habrá triplicado en el año 2050. Una de las manifestaciones que más intriga a los expertos es la del alzhéimer de aparición temprana o también llamado alzhéimer de inicio temprano, una forma poco común de demencia que afecta a personas menores de 65 años.

Mayo Clinic, institución norteamericana especializada en la práctica clínica, la educación y la investigación, asegura que alrededor del 5 % a 6 % personas con enfermedad de alzhéimer desarrollan síntomas antes de los 65 años.

“La mayoría de las personas con Alzheimer de aparición temprana desarrollan síntomas de la enfermedad cuando tienen entre 30 y 60 años”, señalan. En Estados Unidos, por ejemplo, se estima que de 4 millones de pacientes, alrededor de 200.000 a 240.000 tienen Alzheimer de aparición temprana.

El Alzheimer es una enfermedad muy compleja que se caracteriza, a nivel patológico, por la acumulación en el cerebro de agregados proteicos tóxicos de beta-amiloide (formando las placas seniles) y fosfo-tau (formando los ovillos neurofibrilares).

También produce la activación de componentes del sistema inmune innato cerebral y la pérdida sináptica y neuronal, que en conjunto lleva al deterioro cognitivo y la demencia. Algunos casos pueden ser familiares debido a mutaciones en genes concretos, aunque la mayoría son esporádicos y su origen es desconocido.

MRI image of brain showing area of Alzheimer patient. | Foto: Derek Berwin. 2014

La principal hipótesis sobre su origen establece que la acumulación de beta-amiloide es el evento inicial desencadenante del proceso neurodegenerativo. De hecho, esta acumulación proteica comienza hasta 30 años antes de que aparezcan los primeros síntomas clínicos, durante la denominada fase preclínica o asintomática.

Esta hipótesis ha dominado el programa de diseño de fármacos para el alzhéimer los últimos 25 años, aunque es muy cuestionada debido al continuo fracaso de los ensayos clínicos dirigidos al beta-amiloide, como recoge un artículo publicado en la red internacional de medios The Conversation.

¿La enfermedad de covid-19 influye?

Una reciente investigación presentada en la Conferencia Internacional de la Asociación de Alzheimer (AAIC, por sus siglas en inglés) encontró asociaciones entre la enfermedad de covid-19 y los déficits cognitivos persistentes, incluida la aceleración de la patología y los síntomas de la enfermedad de alzhéimer.

Pareja de ancianos latinoamericanos viajando en avión con mascarillas y mirando por la ventana - viaje durante la pandemia de COVID-19 | Foto: derechos de autor no

Además de los síntomas respiratorios y gastrointestinales que acompañan la covid-19, muchas personas con el virus experimentan síntomas neuropsiquiátricos a corto y/o largo plazo, incluyendo la pérdida del olfato y del gusto, así como déficits cognitivos y de atención conocidos como “niebla cerebral”.

En algunos casos estos síntomas neurológicos persisten y los investigadores están trabajando para entender los mecanismos por los que se produce esta disfunción cerebral y lo que eso significa para la salud cognitiva a largo plazo. Los principales hallazgos sugieren que los adultos mayores sufren con frecuencia un deterioro cognitivo persistente, incluida la falta de olfato, tras la recuperación de la infección por SARS-CoV-2.

“Estos nuevos datos apuntan a tendencias preocupantes que muestran que las infecciones por covid-19 conducen a un deterioro cognitivo duradero e incluso a síntomas de Alzheimer”, señaló la doctora Heather M. Snyder, vicepresidenta de relaciones médicas y científicas de la Asociación de Alzheimer.

“Con más de 190 millones de casos y casi cuatro millones de muertes en todo el mundo, la covid-19 ha devastado el mundo. Es imperativo que sigamos estudiando lo que este virus está haciendo en nuestros cuerpos y cerebros”, concluyó la especialista.