Una investigación recientemente publicada en el portal JAMA Psychiatry indicó que un grupo de individuos que participó en un experimento de ocho semanas de intervenciones basadas en mindfulness experimentaron una disminución de la ansiedad similar a las personas que se les recetó escitalopram, un medicamento común contra este tipo de trastorno.
En dicha investigación se utilizó una escala de siete puntos para calcular la ansiedad de los más de 200 participantes, en la que una puntuación de siete se traducía en ansiedad extrema y una puntuación de uno era normal. Tanto en el grupo de personas medicadas como en el de mindfulness, la puntuación media después de los respectivos tratamientos se ubicó entre un nivel moderado a un nivel leve de ansiedad.
Ambos grupos comenzaron el estudio con puntajes de referencia similares (4,44 en el grupo de mindfulness y 4,51 en el grupo de medicación). Al final de la investigación, los puntajes de ansiedad en ambas partes se redujeron a un promedio de 3,09. En este sentido se puede suponer que los dos tratamientos eran igualmente efectivos.
Un artículo del Washington Post señaló que las prácticas de atención plena, como los ejercicios de respiración, se han utilizado para tratar la ansiedad durante mucho tiempo, pero este es el primer estudio que muestra cuán efectivos pueden ser en comparación con los tratamientos estándar para los trastornos de ansiedad, dijo Elizabeth Hoge, directora del Programa de Investigación de Trastornos de Ansiedad de la Universidad de Georgetown.
Hoge, autora principal del estudio, destacó que los hallazgos ayudan a respaldar el uso de los ejercicio de mindfulness como una intervención viable, en particular para aquellas personas que no se sienten cómodas visitando al psiquiatra o bajo medicamentos.
“Aún no podemos predecir a quién le irá mejor con qué tipo de tratamiento (...) no hay nada que diga que no puedes hacer ambas cosas al mismo tiempo”, manifestó Hoge.
Cabe destacar que los tratamientos de mindfulness utilizados en el estudio incluyeron ejercicios de conciencia de la respiración, que implican prestar atención a la respiración mientras se dejan fluir los pensamientos. Hoge remarcó que dicha práctica no se trata de tratar de cambiar la respiración, sino de controlarla al punto de dominar la ansiedad.
Los participantes que recibieron la intervención de mindfulness asistieron a lo largo de ocho semanas a una clase semanal de casi tres horas con un maestro de atención plena, pero además completaron ejercicios diarios en su casa de 45 minutos y fueron parte de un retiro espiritual de cinco o seis semanas después del curso.
Jud Brewer, director de investigación e innovación en el Centro de Atención Plena de la Universidad de Brown, le dijo al Post que el mindfulness ayuda con la ansiedad porque permite interrumpir un ciclo de retroalimentación negativa en el cerebro. Brewer concluyó que la ansiedad es un hábito impulsado por un refuerzo negativo.
El experto añadió que, aunque resulte absurdo, para el cerebro es gratificante cuando una persona vive una situación o un pensamiento que desencadena algún tipo de ansiedad.
Tratar de dejar de preocuparse usando la fuerza de voluntad no funciona, porque no cambia la forma en la que trabaja el cerebro. En cambio, por medio del mindfulness se entrena el cuerpo para generar nuevos hábitos que permiten reconocer que la preocupación no es gratificante y proporciona una sensación alternativa de control, destacó Brewer.