En 1485 los soldados de Henry Tudor dieron muerte al rey Ricardo III en la batalla de Bosworth, y su cadáver se perdió en las brumas del tiempo. Pero 528 años más tarde la ciencia rescató a este personaje, una de las figuras más polémicas en la historia de Inglaterra. Luego de cinco meses de excavaciones, análisis y pruebas de ADN, la semana pasada los investigadores confirmaron que el esqueleto que encontraron bajo un estacionamiento de Leicester es el de este monarca, que gobernó durante dos turbulentos años. El hallazgo ha suscitado interés desde la perspectiva científica, pero también ha levantado una gran controversia histórica. La gestora de la investigación es Philippa Langley, de la Sociedad Ricardo III, fundada en 1924 para resarcirlo de la imagen de villano que la casa real Tudor forjó de él. Para ello, la intención era escribir una obra de teatro que hiciera contrapeso a la de William Shakespeare, en la que Ricardo es caracterizado como un gobernante jorobado e inepto que accedió al trono con fraudes y engaños. Según la historia, cuando murió su hermano Eduardo IV, Ricardo quedó como protector de su hijo Eduardo V, el heredero, quien se coronó en 1483. Pero cuando se descubrió que el matrimonio de su hermano era ilegítimo, el reinado de Eduardo V quedó anulado. Ricardo III fue entonces proclamado rey, y siempre se ha creído que ordenó desaparecer al príncipe depuesto y a su hermano menor, lo que originó la leyenda de los Príncipes en la Torre. Langley se compenetró tanto con el personaje que no le bastaron los libros sobre el tema sino que se empeñó en encontrar sus restos. Los historiadores señalaban que había sido enterrado sin pompa, desnudo y en completo anonimato en un monasterio y que años más tarde, cuando el lugar fue destruido, su cuerpo habría sido tirado al río Soar. Sin embargo, le llamó la atención una evidencia de 1612 según la cual alguien había colocado una lápida en memoria del rey en el lugar donde una vez se había erigido la abadía. Con 250.000 dólares que recogió de donantes anónimos, Langley empezó su pesquisa. El monasterio ya no existía y hoy, sobre sus ruinas, había un estacionamiento. En 2005 lo visitó por primera vez, y sintió que caminaba sobre la tumba de su héroe. Entonces pidió permiso para excavar y encomendó la misión al servicio de Arqueología de la Universidad de Leicester. El trabajo comenzó el 25 de agosto pasado, justo al cumplirse un aniversario del entierro del monarca. Ese mismo día encontraron un esqueleto medieval que, según análisis posteriores, correspondía a un hombre joven. Era evidente que la columna vertebral estaba torcida. El cuerpo tenía diez heridas, muchas de ellas en la cara y otras en la espalda. Las que lo mataron instantáneamente estaban en el cráneo y muy seguramente habían sido causadas con una espada. Era muy poco probable que este individuo estuviera protegido por un casco. Todo parecía indicar que era Ricardo, pero era necesario verificarlo científicamente. El siguiente pasó fue contactar a los descendientes del rey. Kevin Schurer, un historiador y demógrafo buscó 17 generaciones para trazar las líneas de descendientes directos de su hermana Ana de York. Hallaron a dos vivos: uno en Canadá, el carpintero Michael Ibsen, de 55 años, y una prima segunda en Londres. Ninguno sabía que tenía esos nobles ancestros. Turi King, encargado de hacer las pruebas de ADN mitoncondrial, un elemento genético que se hereda por línea materna, indicó que los exámenes realizados en Francia e Inglaterra mostraban una coincidencia perfecta entre las muestras del esqueleto y las que dio la familia Ibsen. El paso siguiente fue reconstruir su cara en acrílico. La autora de la figura es Caroline Wilkinson, una experta en identificación craneofacial de la Universidad de Dundee, quien logró crear una réplica muy cercana a la realidad. El resultado es un hombre mucho más joven que el conocido por pinturas de la época, en las que parece de 50 años. También llamó la atención su mirada dulce, lo que ha servido de argumento a sus seguidores para reclamar que su infame lugar en la historia se debió a la mala propaganda de los Tudor. Se ha planteado la posibilidad de investigar si en realidad Ricardo III le usurpó el trono a su hermano, y si de verdad asesinó a sus dos hijos en la Torre de Londres. Por ahora sus restos reposarán en la catedral de Leicester. Pero nada asegura que por fin tendrá paz en su tumba.