Los pies cumplen un papel fundamental para el desarrollo de las actividades diarias de las personas, son los encargados de resistir el peso corporal y darle la estabilidad requerida para que las personas se puedan desplazar, correr, saltar entre otras actividades.

Sin embargo, los pies también se pueden ver afectados con la aparición de la diabetes, una enfermedad cuya presencia pasó de 108 millones de pacientes 1980 a 422 millones en 2014, según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Esta es una enfermedad que según la autoridad mundial en temas de salud ha venido aumentando su impacto con mayor rapidez en los países de renta baja y de renta mediana que en los de renta elevada.

La diabetes es una complicación crónica que aparece cuando el páncreas no produce insulina suficiente o cuando el organismo no utiliza eficazmente la que produce. El efecto de presentar diabetes no controlada es la hiperglucemia, que es precisamente el aumento de azúcar en la sangre.

La Diabetes Mellitus, como se le conoce médicamente, se clasifica en tipo 1 y 2, aunque existen otras formas como la diabetes gestacional.

La alimentación es uno de los aspectos claves que deben controlar los pacientes de diabetes. | Foto: vgajic | Getty Images

Este tipo de diabetes puede derivar en pie diabético, una de las complicaciones generadas cuando los niveles de azúcar son demasiados altos y dañan los nervios y vasos sanguíneos de los pies. Aunque es una afección común en las personas que padecen esta enfermedad, es importante evitarla.

Este daño es conocido como neuropatía diabética, el cual puede provocar entumecimiento, hormigueo, dolor o pérdida de sensibilidad en los pies, según explica Medline Plus, la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos.

“Aproximadamente la mitad de las personas con diabetes desarrollan daño neurológico. Los síntomas a menudo no comienzan hasta muchos años después del diagnóstico de diabetes. Algunas personas que tienen diabetes que se desarrolla lentamente ya tienen daño a los nervios cuando se les diagnostica por primera vez”, señala.

Si la persona no puede sentir dolor, es posible que no se dé cuenta de si tiene un corte, una ampolla o una úlcera en el pie, esto debido a la perdida de sensibilidad en los pies. Esta herida puede infectarse y es posible que la infección no se cure bien porque los vasos sanguíneos dañados pueden causar un deficiente flujo sanguíneo en los pies.

Es importante acudir al profesional de la salud en caso de presentar alguno de los síntomas descritos además de estar atentos a la coloración y olor de callos o heridas. | Foto: Getty Images

Es allí donde aumentan los riesgos de lesiones graves por infección que podrían derivar en una sobreinfección y gangrena, así como lo explica el portal especializado en salud, Soy Vida.

“Aunando esto, se le suman los problemas de vascularización, los cuales entorpecen el proceso de curación de las heridas y el riesgo de sobreinfección, lo cual lleva a extremar precauciones para evitar ulceraciones y de un proceso gangrenoso que requiera la amputación del pie”, añade.

Además, comparte unas recomendaciones básicas para que por medio de la prevención se pueda evitar la aparición de dichas lesiones, así como el ardor y demás síntomas los cuales pueden traer grandes problemas en el futuro.

  • El primer punto clave es mantener los niveles de glucosa dentro de los estándares
  • Proteger los pies de condiciones que les puedan generar daño como altas temperaturas o calzado lesivo.
  • Revisar periódicamente el estado de los pies, esto con el objetivo de detectar algún tipo de lesión en la piel de manera temprana.
  • Tener excelentes hábitos de higiene en los pies
  • Visitar al podólogo con frecuencia para que retire las callosidades.

Es importante acudir al profesional de la salud en caso de presentar alguno de los síntomas descritos además de estar atentos a la coloración y olor de callos o heridas.