El ataque cardíaco se produce cuando se bloquea el flujo de sangre que va al corazón. Por lo general, esta obstrucción se da por una acumulación de grasa, colesterol y otras sustancias que forman una placa en las arterias que alimentan este órgano, conocidas como arterias coronarias.

A veces, una placa puede romperse y formar un coágulo que bloquea el flujo de sangre. Esta interrupción puede dañar o destruir una parte del músculo cardíaco, según explica Mayo Clinic.

Normalmente, cuando se presenta esta situación, que puede resultar muy grave e incluso causar la muerte, se evidencian algunos síntomas que indican que puede estarse registrando un ataque.

Estas señales incluyen presión, opresión, dolor, sensación de compresión o dolor en el pecho o en los brazos, que puede propagarse hacia el cuello, la mandíbula o la espalda; náuseas, indigestión, ardor de estómago o dolor abdominal, falta de aire; sudor frío, fatiga y aturdimiento o mareos repentinos.

Sin embargo, no todas las personas a las que les dan ataques cardíacos tienen los mismos síntomas o los registran con la misma gravedad. Algunas presentan un dolor leve, otras uno más intenso e incluso hay quienes no muestran ninguna señal. Para otros, el primer signo puede ser un paro cardíaco repentino. Los expertos aseguran que mientras más signos y síntomas tenga un individuo, mayor es la probabilidad de que esté teniendo un ataque cardíaco.

Algunos de estos se producen de repente, pero muchas personas tienen signos y síntomas de advertencia de horas, días o semanas antes. La primera señal podría ser un dolor o una presión en el pecho recurrente (angina de pecho) que se desencadena con el esfuerzo y se alivia con el descanso. La angina de pecho es el resultado de un descenso temporal del flujo sanguíneo hacia el corazón.

Para el caso del ataque cardíaco silencioso, el cual puede darse sin presentar ningún síntoma, es posible que la persona no sienta dolor en el pecho o enfrente falta de aire, por ejemplo.

Las personas que tienen un ataque cardíaco silencioso pueden recordar más tarde que tuvieron una indigestión, una gripa o una distención del músculo pectoral. No obstante, este tipo de ataque, como los otros, implica la obstrucción del flujo de sangre al corazón y el posible daño al músculo cardíaco, indican los expertos.

Los factores de riesgo de un ataque cardíaco silencioso son los mismos que los de uno tradicional con síntomas. En el listado están la edad, ser un paciente con diabetes, tener sobrepeso, antecedentes familiares de enfermedad cardíaca, presión arterial alta y colesterol alto.

No hacer ejercicio o consumir tabaco también son factores que pueden generar riesgo para las personas de sufrir un ataque cardíaco tanto silencioso como con síntomas.

Análisis científicos

El portal Business Insider cita un estudio de 2015 en el que participaron cerca de 10.000 voluntarios y el cual fue publicado en la revista Circulation. En esta investigación se compararon los ataques cardíacos silenciosos con los tradicionales, y se descubrió que los asintomáticos representaban casi la mitad del total de dichas afecciones del corazón.

Los ataques cardíacos silenciosos pueden generar síntomas muy leves que el paciente no identifica, o no mostrar ninguna señal. | Foto: Getty Images

En algunas ocasiones se pueden presentar signos muy leves que incluyen fatiga, acidez estomacal, molestias en el pecho, la espalda o la mandíbula, y falta de aliento, según lo informa la Academia Americana de Médicos de Familia. No obstante, a diferencia de los ataques al miocardio tradicionales, en los silenciosos es posible que no se presente sensación de presión o dolor en el pecho, los brazos, el cuello, la espalda y la mandíbula, por lo que puede confundirse con otro tipo de patología.

¿Cómo prevenirlos?

Al igual que sucede con los ataques cardíacos normales, existen algunas recomendaciones de los especialistas, que pueden ayudar en su prevención.

Según el portal Family Doctor, llevar un estilo de vida saludable puede ayudar a prevenir un ataque cardíaco. Esto incluye: dejar de fumar (si fuma) y evitar el humo del cigarrillo (si no lo hace); seguir una dieta saludable, baja en grasas y rica en nutrientes y proteínas; realizar actividad física con regularidad; controlar el estrés, la presión arterial y los niveles de azúcar, y visitar al médico regularmente para realizarse chequeos.