Para nadie es un secreto que la piel es uno de los órganos más sensibles del cuerpo humano, teniendo en cuenta que es uno de los de mayor contacto con el mundo exterior. Una piel mal cuidada puede incluso verse afectada por las consecuencias negativas de los rayos ultravioleta (UV), por ejemplo, los de la luz del sol.

Sin embargo, no todas las pieles son iguales; de hecho, hay algunas que son más sensibles que otras a los rayos del sol, lo que las coloca en una situación mucho más proclive a padecer cáncer de piel.

Así, por ejemplo, una de las características que podría condicionar a una persona a correr más riesgo de enfermedades de piel es precisamente el color de esta.

De acuerdo con la Sociedad Americana contra el Cáncer (ACS, por sus siglas en inglés), “las personas con piel blanca tienen una probabilidad mucho mayor de presentar daños en la piel causados por los rayos UV (y padecer cáncer de piel)”, aunque advierte que “las personas con piel más oscura, incluyendo personas de cualquier origen étnico, también pueden resultar afectadas”.

“Para algunas personas, la piel se broncea cuando absorbe los rayos UV. El bronceado es causado por un aumento en la actividad y número de melanocitos, las células que producen el pigmento color marrón llamado melanina”, explica la ASC en una entrada de blog.

El bloqueador solar reduce envejecimiento y las probabilidades de sufrir de cáncer de piel.

No obstante, este pigmento no es una barrera implacable contra los rayos UV, por lo que en algún momento estos pueden llegar a penetrar en la piel de tal forma que terminan quemándola. Por eso, esta organización recalca que “las personas con piel que es naturalmente más oscura tienen menor probabilidad de quemarse por el sol, mientras que las personas con piel más clara tienen una mayor probabilidad de quemarse”.

Sin embargo, aparte del color de piel, existen otro tipo de factores físicos y hasta sociales que deberían ser tenidos en cuenta para tener una mayor protección frente al sol, y que la ACS detalla en su página web.

Una persona debería protegerse con mayor cuidado de la luz solar si:

  • Ha padecido cáncer de piel.
  • Tiene familiares que padecieron de esta enfermedad, especialmente melanoma.
  • Se presentan muchos lunares, con un énfasis en aquellos grandes o irregulares.
  • La piel es pecosa y, por alguna razón, se sufren quemaduras antes del bronceado.
  • En su físico tiene características específicas como piel blanca, ojos azules o verdes, cabello rubio, pelirrojo o castaño claro.
  • Su trabajo condiciona a sitios encerrados y el fin de semana cambia a un ambiente mucho más abierto en el que la piel está más expuesta a los rayos UV.
  • Suele pasar mucho tiempo al aire libre.
  • Padece de lupus u otro tipo de enfermedades autoinmunes.
  • Es paciente activo con alguna enfermedad que reduce considerablemente su sistema inmune, como el Sida.
  • Ha sido beneficiario de un trasplante de órgano.
  • Toma medicinas que hacen más débil su sistema inmunitario o que provocan un efecto mucho más sensible al sol en su piel.
Estudian vínculo entre la aspirina y la prevención del cáncer de piel. Foto: Thinkstock

Por último, la ACS recuerda que no solo la potencia de los rayos UV puede afectar negativamente la piel, sino, por supuesto, “la cantidad de exposición” a estos.

“Las personas que viven en áreas donde están expuestas todo el año a la luz solar intensa tienen un mayor riesgo de cáncer de piel. Pasar mucho tiempo a la intemperie por motivos de trabajo o recreación sin protegerse con ropa y loción antisolar aumenta su riesgo. El patrón de exposición también puede afectar el riesgo de cáncer de piel. Por ejemplo, las quemaduras frecuentes en la niñez pueden aumentar el riesgo de algunos tipos de cáncer de piel muchos años o incluso décadas después”, concluye la información.