Los pies resecos o agrietados y los callos suelen presentarse debido a que la piel no se hidrata correctamente, pero también a que se utilizan zapatos no adecuados o se camina mucho tiempo descalzo.
Para evitar que los pies se resequen y que se generen fisuras, es importante aplicarse crema en esta región por lo menos una vez al día. Sin embargo, existen otras técnicas que pueden ser aplicadas como remojar los pies en agua tibia y retirar el exceso de piel con una lija, por ejemplo, precisa un artículo del portal de bienestar y salud Tua Saúde.
Existen algunos factores que contribuyen a la falta de hidratación como el uso frecuente de sandalias, chancletas o zapatos que no sean cómodos, estar por encima del peso ideal y tomar baños con agua muy caliente.
Además de esto, quien no bebe la cantidad de agua necesaria durante el día también tiene una piel más seca y, por lo tanto, tiene mayores posibilidades de que los pies sufran de resequedad o de callos.
Un artículo publicado en el portal de bienestar Salud 180, de México, señala que más allá de lo estético, los pies resecos son señal de que la dermis necesita ayuda, porque esa apariencia descuidada podría ir acompañada de picazón, dolor, descamación, tono amarillento y heridas que pueden agravar la afección.
De acuerdo con el instituto de investigaciones clínicas Mayo Clinic, la piel reseca también puede deberse al clima y al uso de jabones y detergentes abrasivos, dermatitis o psoriasis. Esta última, según la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, es una afección cutánea que provoca enrojecimiento, escamas plateadas e irritación de la piel.
De igual forma, la resequedad se debe al uso de zapatos inadecuados y a malas posturas. Cuando la persona no apoya bien, el peso al caminar está haciendo que sus talones se esfuercen más, por lo que se pueden lesionar.
Trucos de hidratación
Una de las mejores formas de hacerle frente a esta problemática es hidratando la piel y para ello se puede preparar un remedio casero para aplicar en las zonas afectadas.
Para elaborarlo se requiere de dos cucharadas de sal de mar, un plátano muy maduro o medio aguacate. Cualquiera de los dos ingredientes se deben machacar bien con un tenedor. También se necesitan dos cucharadas de aceite de oliva, de almendra o de coco. Se mezclan todos los ingredientes hasta formar una pasta que no sea muy líquida ni muy espesa.
Se colocan los pies en una cubeta con agua tibia por cinco minutos, con una piedra pómez se remueven con cuidado todas las células muertas, se secan los pies y se aplica la mezcla. Se deja actuar por 10 minutos y se retira con una toalla haciendo un suave masaje.
Otras alternativas, por ejemplo, son remojar los pies en agua tibia y luego hidratarlos con una crema. El objetivo de mojar con agua tibia es abrir los poros, permitiendo que la crema hidratante sea bien absorbida por todas las capas de la piel.
Se debe poner un poco de agua tibia dentro de un balde a una altura que permita sumergir todo el pie. Se agregan una o dos cucharadas de crema hidratante, dependiendo de la cantidad de agua, se mezclan los dos ingredientes y se remojan los pies de cinco a 10 minutos, para garantizar que la piel quede suave y se absorba la crema.
Lo ideal, es que el remojo no se realice con agua muy caliente, o sin la crema hidratante, ya que abrirá y dañará los poros, pudiendo dejar la piel más seca.
Después de remojar los pies en agua tibia es importante secar bien la piel, para evitar el surgimiento de hongos, especialmente entre los dedos. Sin embargo, se debe evitar frotar la toalla en la piel, ya que esta acción la deja más irritada y contribuye a que empeore la resequedad. Así que, lo ideal es secar la piel con ligeros movimientos de presión para retirar el exceso de agua, y luego dejar los pies al aire libre durante dos minutos, para que se sequen completamente.