Camilo Russi perdió a su abuelo cuando tenía solo 8 años. Tres días antes de su muerte, acorralado por un agresivo cáncer de páncreas, este bogotano recuerda haber entrado en la habitación del hombre que más ha admirado en su vida buscando un espacio para disfrutar de lo que siempre habían compartido juntos: leer libros, contar historias y escuchar boleros.
“Pero, al verlo en su cama, sentí que se iba a morir”, dice. Desconocía, confiesa tantos años después, que su abuelo atravesaba la fase final de su enfermedad.“
Durante mucho tiempo viví con esa culpa. Porque en mi casa a los niños no se les hablaba de la muerte, de la enfermedad, no se creía un tema apropiado. Eso es algo que sigue pasando en muchas otras familias”, dice Russi, convertido hoy en un experto en el manejo de duelos.
Precisamente, esta semana lanza El duelo duele... y eso está bien, un libro para aprender sobre la muerte de manera amena y natural. En diálogo con SEMANA, Russi explica por qué no se debe huir del dolor, por qué es incómodo hablar de la muerte y cuáles son esos mitos que aún impiden asumir que tan natural es nacer como morir.
SEMANA: Camilo, ¿cómo empezó su historia con la muerte?
Camilo Russi (C.R): Cuando me preguntan eso, más bien digo por qué no hablamos más seguido de la muerte si a todos nos va a pasar. Ese es mi sueño, por eso comparto tanta educación y claridad al respecto. Cuando murió mi abuelo, no recibí información de su enfermedad, no pude asistir al funeral, no entendía lo que pasaba. Él murió de un momento a otro y eso fue muy traumático. Viví lo que se llama el duelo congelado: mi psique me decía que no podía lidiar con eso y lo congeló hasta que me sentí listo para hablarlo. Y en eso se me fueron más de 15 años.
SEMANA: ¿Cómo pudo superarlo finalmente?
C.R.: A través de terapia. Al hablarlo, sentí como si mi abuelo acabara de morir. Y luego pude vivir ese duelo que llevaba atorado tanto tiempo. Después de eso, me sentí liviano, no recordaba haberme sentido tan ligero, mental, física y emocionalmente. Comencé a preguntarme por qué tantas personas pasamos por esto, por qué cargamos con duelos sin resolver, por qué no nos enseñan que los duelos no deben generar sufrimiento. Y me puse a estudiar el tema casi obsesivamente, pues mi ilusión es que la gente sienta esa paz que yo viví cuando hice mi duelo.
SEMANA: ¿Cómo hay que hablarles a los niños de la muerte?
C.R.: Lo primero es hablarles a su nivel, mirarlos a los ojos para crear cercanía en esa conversación. Lo segundo es demostrarles que no están solos y que no sientan miedo, porque muchos experimentan la idea de que alguien más cercano a ellos va a morir y eso es una carga muy pesada para un niño. Lo tercero es dejarles claro que no es su culpa, que morir es tan natural como vivir.
SEMANA: ¿Por qué cuesta tanto hablar de la muerte?
C.R.: Es una suma de miedo natural y de miedo cultural. El natural es ese que ha permitido nuestra supervivencia, que nos obliga a no ponernos en riesgo. El cultural nos dice cosas erróneas como que hablar de la muerte la atrae. Es ese miedo al más allá, a lo sobrenatural, a que después de la muerte hay un infierno de sufrimiento eterno. Claro, hay cierta incomodidad intrínseca al hablar de la muerte, pero la idea es que lleguemos a un punto en que naturalicemos la conversación con la idea de vivir más plenamente.
SEMANA: ¿Qué hace que los duelos sean tan difíciles?
C.R.: Porque generan dolor y a nadie le gusta el dolor. Hacer el duelo es como si nos empujaran dentro de una cueva oscura, y uno va a tientas mientras atrás la gente te dice que lo debes superar rápido. Hacer bien el duelo es encender una luz dentro de esa cueva y eso permitirá saber hacia dónde ir. Un duelo es difícil porque no recibimos ni educación ni herramientas para superarlo.
SEMANA: ¿Y cuáles son esas herramientas?
C.R.: El duelo necesita espacios. Uno es el emocional, para vivir lo que nos duele. No se trata, como muchos creen, de una carrera de Fórmula Uno: “Voy a ser fuerte y superar esto rápido”. Eso solo logra prolongar las emociones negativas. Hay que permitirnos sentir y que nos duela. El otro tipo de espacio que se necesita es el mental, y en este son válidas las ayudas, cursos o libros sobre el duelo para tener claridad sobre el tema. Y, por último, hay un escenario físico del duelo, un duelo mal manejado nos puede estresar y enfermar; por eso, la actividad física es un buen aliado.
SEMANA: ¿Existe un tiempo prudente para hacer el duelo?
C.R.: Me atrevo a decir que no. Se cree que debe estar en alrededor de un año, pero ese año es completamente distinto para cada persona. Si al cabo de un año siento aún tristeza, pues eso solo quiere decir que ese es mi proceso natural. No importa el tiempo que pase, sino qué hago en ese tiempo que pasa para trabajar en ese duelo.
SEMANA: ¿Y cuándo un duelo se vuelve preocupante?
C.R.: Cuando el duelo se vuelve patológico. Es decir, cuando es incapacitante durante un tiempo demasiado prolongado, que puede ser más de seis a nueve meses. Eso es cuando la persona por más terapias, libros o ayudas no logra lidiar con ese dolor y surgen acciones de autolesión. semana: Hay varios tipos de duelo.
SEMANA: ¿Todos se manejan de forma distinta?
C.R.: Existe el duelo por la muerte física, la natural, por enfermedad, por suicidio, por accidente. También los duelos por una separación, los migratorios, la muerte de una mascota o laboral. Cada duelo es un proceso personal, pero se acude a las mismas herramientas para superarlo.
SEMANA: ¿Cuáles son esos mitos sobre la muerte y el duelo?
C.R.: Hay varios. Uno tiene que ver con el tiempo. Se cree que existe un tiempo específico para superarlo. Que hay que ser fuertes y no sentir. Que el duelo implica culpa. Y que existe una fórmula o receta para superar un duelo, pero la verdad es que la receta la escribe cada quien según su propia vivencia.
SEMANA: Una pregunta que le deben hacer mucho es cómo lidiar con las fechas especiales.
C.R.: Sí, sobre todo por estas épocas cuando se acerca el fin de año. Pero en lo que insisto es en que hay que permitirse sentir el dolor, sentir la ausencia. Guardar esos sentimientos solo hace que sea más difícil de sobrellevar el duelo.
SEMANA: ¿Cuál es la mejor manera de llevar a los seres queridos fallecidos?
C.R.: Depende de cómo era la relación con la persona que murió. Si uno amó profundamente al ser que ya no está, no está mal que siga presente en nuestra vida, de forma simbólica, emocional y espiritual. Como el Día de los Muertos en México, cuando la gente pone un altar con la foto del ser querido. Naturalizar la muerte es eso: asomarnos a esa ausencia sin que nos duela.