En 2008 la Organización de las Naciones Unidas anunció que por primera vez en el mundo más gente vive en las ciudades que en el campo. Aunque es fácil percibir esa estadística como un progreso, ser citadinos ha dejado maltrecha la salud de los Homo sapiens. Estrés, depresión y otros desórdenes del ánimo provienen de vivir en estos lugares donde los trancones son el pan de cada día, el tiempo para llegar del trabajo a la casa es cada vez mayor y el estrés enferma los corazones. “Sufrimos una epidemia de distanciamiento del aire libre y eso está destruyendo la salud mental y física de las personas”, dice Florence Williams, autora de The Nature Fix, un libro que ofrece el antídoto: salir de esa jungla de concreto y sumergirse en un parque o reserva natural al menos por 15 minutos diarios. “Puede calmar el sistema nervioso al bajar la presión arterial, reducir las hormonas del estrés, estimular la atención y la curiosidad y generar conexión con otras personas”, dijo la autora a SEMANA. Además, no cuesta y no necesita fórmula médica.No es nueva la hipótesis de la biofilia, que plantea que el ser humano siente un amor innato por la naturaleza, pues el biólogo Edward Wilson la propuso en 1984. En 2005 el periodista Richard Louv hizo una argumentación similar en su libro Last Child in the Woods, al señalar que quienes viven encerrados en sus casas u oficinas sufren el desorden de déficit de naturaleza. La propia Florence Williams vivió en carne propia esa desconexión cuando se mudó del campo a la ciudad. A raíz de esa experiencia ella recopiló toda la evidencia sobre la importancia de la naturaleza en el bienestar.Seis claves para acabar con el estrés Aunque es una ciencia que apenas da sus primeros pasos, encontró material para un libro. Esto se debe a que en los últimos años los investigadores han podido estudiar en condiciones de laboratorio lo que sucede en la mente cuando se expone a la naturaleza. Liisa Tyrväinen realizó uno de estos trabajos en Finlandia para observar el efecto en la gente de tres diferentes escenarios: en una zona urbana, en un parque de una ciudad bulliciosa y en un bosque. Luego del experimento los participantes que permanecieron 15 minutos en el parque o en el bosque se sintieron psicológicamente recuperados. En otros lugares del mundo ha aparecido evidencia similar. Los expertos en Inglaterra observaron que cuando la gente hace su actividad física en espacios naturales experimenta menos rabia, fatiga y tristeza. En Japón cientos de individuos estresados se autorecetan baños de naturaleza para bajar sus niveles de ansiedad y aumentar su felicidad. Para lograrlo caminan por senderos donde respiran los aceites y aromas naturales emanados por los árboles. En ese país, Qing Li encontró que este tipo de actividad incrementa los niveles de células T del sistema inmune, que ayudan a destruir los tumores y los virus. Aunque la mejor dosis es un bosque alejado del mundanal ruido, todo parece indicar que un parque logra también efectos formidables. Gregory Bratman de la Universidad de Stanford, en Estados Unidos, encontró que caminar 50 minutos en uno de estos oasis verdes mejora la atención y el ánimo de las personas, así como su memoria de trabajo. Un paseo más largo, de 90 minutos, produjo cambios en el cerebro que podría protegerlas de depresión.“La gente que vive a un kilómetro de un espacio verde tiende a bajar su riesgo de infarto, derrame, migraña y depresión. Los niños que juegan afuera tienen menos síntomas de ADHD”, dice Williams.Caminar en medio de la naturaleza provoca estos beneficios no solo porque implica romper la rutina y descansar del trabajo. Hay evidencia de que la naturaleza en sí misma tendría elementos sanadores. Se cree que el olor de los bosques beneficia al ser humano, así como los aerosoles, gases suspendidos en el aire que actúan como sedantes al tiempo que estimulan la respiración. También puede ser el sonido ambiente pues está comprobado que el ruido del agua, y en especial el canto de las aves, ayuda a mejorar el estado de ánimo de las personas.Puede leer: Seis claves para acabar con el estrés Algunos creen que las gotas de la lluvia, la disposición de las hojas y todo en la naturaleza está organizado según un patrón fractal. Teniendo en cuenta que la retina del ojo humano también sigue ese patrón al observar, estar allí generaría ondas alfa, las mismas que se producen durante la relajación. Para otros el factor ‘sorpresa’ de la naturaleza provoca el efecto: maravillarse con la belleza de estos ambientes reduce la hormona cortisol y se asocia a un mayor sentido de generosidad hacia los demás. “Aunque aún están tratando de resolverlo, se cree que unos elementos funcionan mejor en ciertas personas que en otras”, explica Williams.Le recomendamos: El drama de los que sufren de trastorno de ansiedadLas ciudades, a pesar de todas las cosas buenas que ofrecen, provocan lo contrario. Según Williams allí el cerebro se involucra más en resolver problemas de manera exhaustiva mientras que en el campo prefiere la reflexión pacífica. “Los estudios muestran que cuando la gente camina en medio de la naturaleza se obsesiona menos con pensamientos negativos”, dice. Por eso, el mensaje de su libro no es solo para los ciudadanos, sino para sus dirigentes. Y el mejor ejemplo es Singapur, la tercera ciudad más densa del mundo que “en los últimos 15 años ha incrementado el cubrimiento verde de 35 a 50 por ciento porque sus gobernantes han priorizado integrar la naturaleza en el tejido urbano”. La clave es hacerlo regularmente. Según Williams un mínimo de cinco horas al mes son suficientes para prevenir la depresión. Recomienda no llevar a estos paseos el celular pues lo ideal es involucrar todos los sentidos, estar conscientes del momento y desconectarse del estrés urbano. El efecto es inmediato y para demostrarlo Williams cita al filósofo John Muir, quien decía que “ir a la naturaleza es como volver a casa”.