En un año normal, a finales de noviembre la gente ya empieza a reportar índices elevados de cansancio que reflejan la necesidad de unas merecidas vacaciones. Eso lo han podido cotejar investigaciones sobre salud laboral. En 2020, con la pandemia, los expertos han notado que ese cansancio es aún mayor. La amenaza de la covid se juntó con las presiones de la vida moderna, que incluso desde antes generaban suficiente malestar. En Gran Bretaña, por ejemplo, una de cada ocho personas duerme menos de seis horas en la noche y presenta síntomas de ansiedad propiciados por la pandemia, que han llevado el ánimo de muchos al piso.
Y quienes se sienten así, según los expertos, tienden a ver de manera más catastrófica sus propias preocupaciones. Solo con estas dos variables descontroladas, sueño y ansiedad, es suficiente para generar una espiral de problemas complejos que se reflejan en trastornos en la salud mental y física. Algo similar reportan investigaciones en otros países. Según una encuesta hecha por la neuróloga Isabel Cristina Restrepo, en Colombia ha habido un incremento de los síntomas de las enfermedades neurológicas entre pacientes ya diagnosticados, pero también un incremento de nuevos casos de insomnio y migraña que resultan preocupantes.
Para ella la culpable es la pandemia. “Los trastornos del sueño, la migraña y los síntomas cognitivos asociados a la demencia se incrementaron en más del 30 por ciento durante el confinamiento”, dijo a SEMANA, y a raíz del aumento de estos problemas de salud las consultas neurológicas en Colombia aumentaron por encima del 35 por ciento. Solo las restricciones sociales que han vivido las personas este año han hecho subir los niveles de estrés, dice Restrepo, y esto se ha podido corroborar con estudios. Uno hecho en la India con 200 ejecutivos, durante y después del encierro preventivo, mostró que la mayoría sintió una baja de ánimo y más somnolencia, por lo que tuvieron que tomar más siestas en el día.
Según los psicólogos, esto sucede porque el encierro genera una disrupción que afecta los niveles de energía, pues los seres humanos son en esencia animales sociales y el aislamiento en el que muchos aún viven ha hecho mella en su salud. Además de eso, el trabajo en casa, aunque resultó ser una solución para seguir una vida normal en medio de la pandemia, generó un impacto en la salud mental. Un estudio clínico publicado en la revista American Psychologist mostró que estar frente a las pantallas en videoconferencias da una sensación de invasión de privacidad que lleva al estrés. Además de eso, la gente que trabaja en casa siente que debe hacerlo a cualquier hora, sin horario, y esa falta de estructura es una presión adicional.
La falta de luz del sol, que muchos sufren dependiendo de la ubicación y el tamaño de sus apartamentos también ha generado un impacto: el síndrome de depresión por falta de sol, que es muy frecuente en los meses de diciembre en los países escandinavos, lo vivieron muchos en carne propia en Colombia, el país que tuvo una de las cuarentenas más extensas.
Los expertos han llamado a esta sensación de cansancio “fatiga por covid”, pues como lo dijo recientemente Hans Kluge, director de la OMS en Europa, “los ciudadanos han hecho muchos sacrificios y a un costo extraordinario, que nos ha agotado a todos, sin importar dónde vivimos y qué hacemos”. Lo definen como un cansancio mental provocado por el distanciamiento social y las restricciones para salir. Todo esto ha generado una tristeza y una fatiga mental que, según un grupo de psicólogos internacionales que estudiaron el impacto de la pandemia en una población de 900 adultos, la soledad inducida generó un círculo vicioso. Mientras más fatigada la persona, menos busca el contacto con otros y así se siente aún más aislada, fue el principal hallazgo del trabajo publicado en el British Journal of Health Psychology.
Los psicólogos señalan que los seres humanos son sociales y aislarse para ellos es particularmente difícil. Por eso, en un comienzo la gente podía dejar de ir a reuniones con amigos y familiares para evitar el contagio, pero hoy les resulta difícil mantener esos ajustes. Sostener el distanciamiento social por un tiempo prolongado es imposible porque se trata de un comportamiento que en realidad va en contra de la naturaleza humana. Según Restrepo, aunque tres vacunas –la de Pfizer y BioNtech, la de Moderna y la de AstraZeneca y Oxford– lucen muy prometedoras, ninguna resolverá la pandemia en el corto y mediano plazo. Esto quiere decir que la amenaza continúa.
El peligro es que ante la fatiga por la covid la gente ya no está dispuesta a quedarse encerrada, sino todo lo contrario: tomará más riesgos ahora que se acercan las fiestas de fin de año. Eso se refleja en Europa, donde las infecciones han aumentado. La semana pasada, Alemania e Italia registraron cifras de mortalidad que no se observaban desde el inicio de la pandemia, lo mismo ha ocurrido en el Reino Unido y, en menor medida, también en Francia y España. Estados Unidos ha tenido cifras récord. El martes pasado registró su día más alto en mortalidad desde mayo, con cerca de 2.000 muertes.
En Colombia, la situación es diferente, pues tras el pico de casos en julio y agosto, los índices bajaron un poco y se han mantenido allí en una especie de meseta desde hace tiempo, sin cambios grandes. Según el exministro Mauricio Cárdenas, miembro del panel independiente que se escogió para evaluar a la Organización Mundial de la Salud (OMS), aunque hoy el país esté en el número 10 en contagios de covid acumulados totales y en el número 13 en mortalidad, no cree que vaya a haber otro pico porque la gente se sigue cuidando con tapabocas y distanciamiento social, además algunas poblaciones ya habrían alcanzado la inmunidad de rebaño. Sin embargo otros creen que con tanta frustración y cansancio acumulados la gente no se va a restringir y tratará de celebrar el fin de año de la manera más normal posible.
“Compras, Navidad, fin de año, vacaciones y reuniones de fin de año. Mucha gente ya se ha relajado y yo veo esto muy similar a lo que pasó con Europa en el verano”, dice el epidemiólogo Carlos Trillos, para quien la fatiga incidirá en ese comportamiento. Con él coincide el epidemiólogo Jaime Ordóñez, quien afirma que la situación podría empeorar. “El mismo Gobierno está invitando a la gente a que pasee y consuma. A la gente ya le parece que 180 muertes diarias por covid es normal”, dice.
Ante este panorama, los psicólogos y expertos sugieren mantener la esperanza viva, pues frente a este tipo de retos esa posibilidad ayuda a fortalecer la resiliencia y estabilizar la mente. Lo contrario es una invitación a la depresión. Los expertos también recomiendan escribir diarios porque ayuda a mejorar el sistema inmune, a sanar heridas, a dormir mejor y, por lo tanto, a controlar el estrés. Por último, los expertos dicen que no hay que rendirse tan pronto. Aun cuando el coronavirus no está bajo control, hay muchas cosas que se pueden hacer. Una de ellas es ser consciente de que la fatiga por la pandemia es real, ese cansancio está robando la energía que antes mantenía alerta para alejarse del virus. Entender esto, dicen, podrían ayudar a aumentar la fuerza para no tirar la toalla cuando ya se ve la luz al final del túnel.