La prosopagnosia o ceguera facial es un trastorno poco común que choca con las funciones cerebrales e impide que una persona identifique rostros que ya son familiares.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos (NIH, por sus siglas en inglés), esta afección también es conocida como agnosia facial, y se ubica en la categoría de los trastornos neurológicos.

Algunas personas que son diagnosticadas con esta enfermedad pueden no distinguir entre rostros de su familia, otras entre rostros desconocidos.

Sin embargo, su dificultad para ser diagnosticada es una de las barreras más grandes que tiene el tratamiento de la misma.

De hecho, las personas que empiezan a tener esta dificultad pueden no acudir al médico porque lo atribuyen a problemas de memoria o atención.

Según el NIH, algunas personas con ceguera facial son incapaces de reconocer incluso su propio rostro. Esta afección puede ser el resultado de un accidente cerebrovascular, una lesión cerebral traumática o ciertas enfermedades neurodegenerativas.

“En algunos casos es un trastorno congénito, presente al nacer en ausencia de daño cerebral”, reseña el instituto.

Síntomas

  • Los síntomas de la ceguera facial pueden incluir:
  • Dificultad para reconocer a un familiar o desconocido, aunque sí se reconoce su presencia, género y estado de ánimo.
  • Dificultad para reconocer objetos propios, aunque sí se reconoce la forma y categoría del objeto.
  • Dificultad para reconocer la textura de diversos objetos, a pesar de que se les puede ver.
  • Lentitud al momento de leer, pues es difícil reconocer símbolos.

Con los exámenes cognitivos y físicos que recete un profesional a conveniencia del paciente es posible entender si se trata de prosopagnosia u otra afección.

En 2013, el reconocido actor Brad Pitt dijo en una entrevista que tenía los primeros síntomas de ceguera facial, trastorno que hasta hoy padece. | Foto: 2021 Getty Images

Tratamiento

De acuerdo con el NIH, todos los tratamientos a los que se pretenda someter a una persona diagnosticada con prosopagnosia deben tener un enfoque de estrategias compensatorias.

Es decir, que el objetivo del médico tratante debe ser el de apoyar a la persona que sufre esta afección a pulir ciertos sentidos o pistas con las que luego podrá reconocer a las personas.

“Los adultos que tienen la afección como resultado de un accidente cerebrovascular o un traumatismo cerebral pueden volver a capacitarse para usar otras pistas para identificar rostros”, apunta el sitio web del Instituto estadounidense.

Suele suceder que los pacientes con este diagnóstico recurran a otras formas de identificar a sus familiares o amigos, como el sonido de su voz o la ropa que llevan puesta.

También resulta de mucha ayuda en algunos casos fijarse en los atributos físicos únicos del interlocutor, aunque con ninguna de estas tácticas se recupera la efectividad del reconocimiento facial.

La entidad sanitaria también refiere que suele haber cierto grado de ceguera facial en los niños con autismo o síndrome de Asperger, y puede ser esta la causa de su desarrollo social deteriorado.

Sobre todo, porque la prosopagnosia puede ser “socialmente paralizante”.

“Es probable que una mayor conciencia sobre el autismo y los trastornos del espectro autista, que implican problemas de comunicación como la prosopagnosia, haga que el trastorno se pase menos por alto en el futuro”, finaliza el NIH.