El caso llegó a los titulares de prensa en 2021. Ese año, la actriz de películas para adultos e influenciadora Esperanza Gómez contó cómo Instagram había borrado de su cuenta –que sumaba más de 5 millones de seguidores–, seis de sus imágenes al considerar que promovían servicios sexuales, lo que “infringía las normas comunitarias”, según expuso dicha red social.
Gómez dijo en ese momento que no entendía de qué manera sus contenidos incumplían con las políticas de Meta Platforms, dueña de Instagram, y siguió compartiendo contenido con el argumento de que se trataba únicamente de una forma de “expandir su modelo de negocio y consolidar su marca personal”.
Pocas semanas después, Instagram eliminó la cuenta, con sus archivos, publicaciones, mensajes y seguidores, a lo que la modelo de 42 años respondió con acciones legales, inicialmente en un juzgado de Cali, pues consideró que con esta decisión se lesionaban sus derechos laborales y su libre expresión.
En vista de que el caso no avanzaba, decidió abrir otra cuenta en la misma red. Y, semanas más tarde, cuando superaba los 400.000 seguidores, el caso se repitió. La segunda cuenta también se canceló.
El caso adquirió de nuevo notoriedad luego de que la Corte Constitucional admitiera una tutela presentada por la actriz alegando no solo afectaciones a la libertad de expresión, sino a la libertad de trabajo y al mínimo vital. Se trata de la primera vez que esta Corte aborda un caso de moderación de contenidos, que “puede tener impactos sobre muchos otros usuarios de la red social”, según un primer pronunciamiento que la obligó a reunirse con expertos en derechos digitales para construir una jurisprudencia que se conocería en unos diez días.
Pero lo sucedido con Esperanza Gómez abre un debate que deja más dudas que certezas sobre los límites de los contenidos que a diario publican millones de usuarios en el mundo.
Para Natalia Restrepo Saldarriaga, docente universitaria de estrategia digital y redes sociales de la Universidad Sergio Arboleda y el Politécnico Gran Colombiano, el caso de Gómez reviste “una subjetividad muy grande. Se trata de una reconocida actriz de películas para adultos. Entonces, uno se pregunta si el cierre de la cuenta obedece a su oficio o realmente a cierto tipo de fotos, en ropa interior, que la verdad se ven a diario en miles de publicaciones en esta red sin que eso implique que a los autores les cierren sus cuentas”.
Los argumentos ofrecidos por Meta y ratificados esta misma semana por la empresa en el sentido de que no se restablecerán las cuentas de Gómez debido a que varios de sus contenidos promueven la pornografía y el sexo, “hacen preguntarse hasta dónde llega la subjetividad de los moderadores de Instagram. Y si además de las publicaciones se tiene en cuenta el perfil del usuario, es decir a qué se dedica”, analiza Restrepo.
Y recuerda la polémica que se desató en redes hace unos años por el movimiento #FreeTheNipple (Libera tus pezones), promovido por varias famosas en desacuerdo con una norma de Instagram que prohíbe fotos que muestren pezones femeninos, ni siquiera en casos relacionados con lactancia materna; al contrario de los hombres, que sí pueden aparecer con el torso desnudo.
“Lo que uno ve es que la inteligencia de los algoritmos está superavanzada, pero no están claros sus alcances. Y no sabemos si ese algoritmo y las reglas de comunidad propias de Instagram están entonces diseñadas para que cuando detecte personas en ropa interior lance una alerta, porque asume, per se, que está promoviendo el sexo o el consumo de pornografía”, asegura Restrepo.
Y no solo pasa con ese tipo de imágenes. La experta recuerda lo sucedido con Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, a quien le vetaron una foto en Instagram publicada en la Plaza de Toros de las Ventas. “El veto, según Instagram, era solo por el hecho de estar en ese lugar, aunque en la imagen no se veían ni toros ni sangre. La red argumentó que la publicación era una apología a la fiesta taurina y a la violencia contra los animales. Una situación que genera mucha confusión sobre qué tipo de contenidos se pueden publicar o cuáles no”.
¿Una red muy conservadora?
En el mismo sentido se expresa Víctor Solano, experto en medios digitales y educación, quien explica que en casos como el de Esperanza Gómez el reporte inicial sobre su cuenta provino principalmente de otros usuarios de la misma red que denuncian contenidos que consideran ofensivos.
“La decisión de Instagram fue estimulada desde usuarios que le reportan a la plataforma que aparentemente Gómez está ofreciendo pornografía o servicios sexuales, lo que puede ser ofensivo y estar violando reglas de la plataforma. Y que el solo hecho de salir en ropa interior ya es una insinuación al sexo. Y la plataforma toma una decisión a partir de eso”, explica.
Para el experto, no se trataría de una acción de algoritmos sino de “una decisión humana y muy subjetiva. Hay millones de personas generando contenidos similares a los de la actriz, incluso hasta más explícitos, y no han sido sancionadas. Por lo que uno pensaría que ella podría estar siendo castigada por su pasado como actriz de películas para adultos, cuando en realidad estaba usando esta red como modelo de varias marcas, no como actriz porno”.
Solano considera “muy conservadora” la postura de Meta, que se ratificó con un segundo pronunciamiento en el caso de Gómez. “Tal vez hay detrás un tema de coherencia corporativa por parte de Meta para preservar la reputación de su marca. Pero creo que le hace más daño ratificarse en un error”.
Y dice que “cuesta entender que las fotografías de modelos en lencería sean interpretadas por ciertos sectores de la sociedad como la oferta de un servicio sexual. Eso pasaba en los años 50 y 60, con modelos en trajes de baño.
Más de medio siglo después lo seguimos viendo, pero con la ropa íntima, algo que ya está cambiando porque la industria misma de la moda está volviendo exteriores prendas que antes eran interiores. Hay más apertura sobre eso”.
Y frente al argumento de Meta de que estas acciones buscan proteger a una comunidad donde hay menores de edad y crear entornos seguros, Solano sostiene que para muchos usuarios, sin embargo, no es claro en realidad a qué se refieren con seguro y cómo afecta un contenido como el de Esperanza Gómez a la seguridad de los otros usuarios.
Todo esto teniendo en cuenta las graves denuncias de extrabajadores de Meta y otras plataformas –como Frances Haugen, quien fue ingeniera de datos de Facebook–, en el sentido de que los algoritmos de estas redes visibilizan ante los jóvenes contenidos que resultaban rentables, así a la larga incentiven trastornos alimenticios, depresión y problemas de conducta en los adolescentes al promover patrones de belleza inalcanzables.
Para los dos expertos consultados por SEMANA está claro que las plataformas tienen derecho a regular a sus comunidades y los usuarios, a aceptar dichas reglas. Pero en decisiones tan mediáticas como las tomadas con Esperanza Gómez y otras celebridades como Kim Kardashian en Instagram o Donald Trump en Twitter, “hay un sesgo y una subjetividad que no resultan claros para quienes participan en las redes sociales”, tal como señala Solano.
Así, mientras para Natalia Restrepo fue un acierto la decisión de Twitter de cerrar la cuenta del expresidente norteamericano tras sus mensajes en medio del asalto al Capitolio porque promovían la violencia, para Solano también el asunto estuvo cargado de la subjetividad de los moderadores de turno. ¿Hasta dónde llegan entonces las reglas de comunidad sin que se vulnere la libertad de expresión?
Para Solano, “está claro que Trump se pasó de la línea y alentó la violencia, y no solo en el episodio del Capitolio. Pero siendo sinceros, se actuó con subjetividad en Twitter porque contenidos como los de Trump los publicaban y siguen publicando muchas otras celebridades y personajes del mundo político sin que ellos hayan visto clausuradas sus cuentas. ¿Cuándo sí se violan las normas o cuándo no? ¿Depende entonces del autor del mensaje?”.