Lionel Barber fue el director de Financial Times durante 15 años. Se retiró hace unos meses de la publicación especializada que marcó su carrera y hace unos días publicó en Internet un escrito sobre sus reflexiones sobre el rol que hoy tiene la prensa en un mundo cada vez más polarizado y radical.
Barber comienza contando una anécdota. Se remonta al día en que fue a conocer a Donald Trump en la oficina oval de la Casa Blanca. “Ustedes perdieron y yo gané”, le dijo el magnate, quien llevaba apenas un poco tiempo en el poder. Barber asegura que el comentario no le llegó por sorpresa. En medio de todo, Financial Times es el mejor de la “elite liberal global”, aquella que no quería que el magnate tomara las riendas de Estados Unidos. Al final la entrevista fue tensa, como se esperaba.
Vea la entrevista de Barber con Donald Trump
El experimentado editor relata ese episodio antes de presentar algunas de sus reflexiones, producto de tantos años en el oficio. Asegura que las preguntas que hoy se hace “van al corazón de nuestra herencia liberal-democrática, que está en sí misma sitiada... Los críticos de ambos bandos en el periodismo pueden considerar la práctica como cobardía moral y complicidad con el mal. La intención es la contraria”.
Estas son algunas de sus conclusiones:
1. El dilema de cubrir “los dos lados”
Después de cubrir el Brexit y la elección de Trump, Barber asegura que la idea de un periodismo que cubra las dos caras se ha vuelto compleja.
“Sin duda, mi compromiso con ‘ambos bandos’ se volvió más difícil de defender en la era digital. Las líneas periodísticas tradicionales entre los hechos y las opiniones se estaban difuminando, junto con el surgimiento de gigantes de la información como Facebook que se consideraban meras plataformas, pero eran editores de facto, que tomaban decisiones a través de sus algoritmos sobre qué información veían cientos de millones de personas todos los días. Los periodistas también estaban enviando mensajes contradictorios. La mayoría aún afirmaba la neutralidad de sus profesionales, pero muchos estaban tan ansiosos por desarrollar sus propias marcas (medido por el número de seguidores de Twitter) que estaban más dispuestos a confundir las opiniones y los informes personales”.
2. El problema generacional
Para Barber, “parte de la tensión en las salas de redacción es generacional”. El periodista recuerda una controversia surgida cuando el editor de The New York Times, Jame Bennet, tuvo que renunciar a su cargo. El editor fue forzado a su salida, pues permitió la publicación de una columna de un senador republicano que le pedía a Trump desplegar tropas en todo el país para contener las protestas por la muerte de George Floyd.
La periodista Bari Weiss, quien también renunció al diario, “escribió en Twitter que la polémica dejó al descubierto una división entre los jóvenes más inclinados a creer que solo un lado es legítimo y los mayores de 40 años, que se aferran a ideas liberales como el libre intercambio de ideas. Si bien el deseo de claridad moral en la era de Trump ha sido comprensible, el impulso hacia un periodismo más activista corre el riesgo de polarizar aún más a la gente, llevar a todos a profundizar en las fuentes de noticias y renunciar a la idea de que la imparcialidad, y mucho menos la objetividad, puede existir. En estas circunstancias, vale la pena recordar que el objetivo de la objetividad es un fenómeno relativamente reciente, que se encuentra en el corazón de lo que solía llamarse “periodismo liberal”.
Lionel Barber habla del futuro de los medios
3. La objetividad
“La objetividad en el periodismo estadounidense no comenzó como un alto principio”, explica Barber. “Fue un cálculo comercial destinado a maximizar los ingresos publicitarios. En la década de 1920 comenzaron a producirse fusiones y cierres de periódicos. Las publicaciones que sobrevivieron tuvieron que atraer más ampliamente porque “el partidismo manifiesto en las páginas de noticias alienaría a gran parte de la audiencia objetivo”, según escribió Matthew Pressman, autor de On Press... Después de la Segunda Guerra Mundial, los periodistas tropezaron con los límites de la objetividad. Ante la propaganda anticomunista y las mentiras del senador Joe McCarthy, los reporteros estadounidenses comprendieron que ya no podían ser taquígrafos simplemente anotando lo que la gente poderosa decía y hacía. Necesitaban proporcionar contexto y análisis. El caso para aflojar la camisa de fuerza se hizo más fuerte durante la guerra de Vietnam, cuando los sucesivos presidentes de Kennedy a Johnson y Nixon engañaron sistemáticamente al público sobre el alcance del compromiso militar de Estados Unidos... así los informes de noticias permitían cada vez más cierto grado de juicio profesional, pero no una opinión personal”.
Barber agrega que “tampoco se puede ignorar la influencia más reciente de las teorías académicas posmodernistas, con afirmaciones de que la verdad es solo una cuestión de perspectiva, y que lo que las sociedades y sus élites proclaman objetivamente son de hecho mitos o medias verdades destinadas a perpetuar las estructuras de poder opresivas”.
4. La irrupción de Internet
Para Barber, “al final, Internet no solo destruyó las afirmaciones tradicionales de pura objetividad periodística, sino que erosionó la noción de fuente confiable”. El editor explica que con la irrupción de las plataformas tecnológicas se “eliminaron las barreras de distribución y entrada, lo que provocó una explosión de noticias y visitas. El papel de los principales medios de comunicación como guardianes que controlaban el flujo de información había terminado. Todo se aceleró, con Internet recompensando la velocidad y la controversia, todo medido por clics. En medio de esta revolución, resultaba tentador deshacerse de las tradiciones y la práctica periodística. Exigir múltiples fuentes y luchar por la justicia y el equilibrio les pareció pintoresco a muchos, al ver la creciente influencia de formas de expresión desenfrenadas como los blogs”.
Lionel Barber habla de Twitter
5. Mantener la fe
La salida que propone es simple. “Muchas de las viejas reglas deberían aplicarse a los nuevos medios, incluso si la forma periodística ha cambiado y el debate político circundante se ha vuelto infinitamente más intenso”, sostiene. Barber hace un listado de consejos para las nuevas generaciones de periodistas entre los cuales se encuentran utilizar la tecnología para verificar el alud de noticias falsas que hay en el día a día. Extender las mismas reglas que aplican a los periodistas también a los comentadores de noticias y a los columnistas, que no deberían poder ser irresponsables a la hora de emitir juicios de valor.
También invita a que las redacciones tengan siempre editores y eviten la costumbre usual en la era del Internet de publicar las cosas sin unos “segundos ojos”. Termina señalando que el estandarte de cualquier redacción es el periodismo de investigación que “sigue siendo un aspecto vital del periodismo contemporáneo. En cierto sentido, nunca ha habido un mejor momento para ser reportero porque ya no se cubren muchos terrenos. Cubrir “ambos lados” en su mejor expresión significa más hechos verificados, más contexto y más sentido de proporcionalidad”.