La Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (Ompi) publicó el Índice Mundial de Innovación, un ranking que examina la incidencia de las políticas públicas sobre el tema en el desarrollo y crecimiento económico de 141 países de todo el mundo. La importancia del índice radica en que muestra a los encargados de adoptar estas políticas qué tan bien están haciendo la tarea y si estas están transformando a las universidades, centros de investigación y a la industria. Según esta medición Suiza, Reino Unido, Suecia, los Países Bajos y Estados Unidos son las cinco naciones más innovadoras. Para Colombia esta evaluación trajo buenas noticias. Comparada con la de 2009, el país mejoró su posición en el ranking global al pasar del puesto 90 al 67. Y dentro del grupo de las 38 economías de ingreso medio-alto, entre las que se encuentran China, Malasia y Costa Rica, subió del puesto 20 al 18. En el contexto de América Latina y el Caribe, Colombia también escaló un peldaño, al pasar del séptimo al sexto lugar. Pero sin lugar a dudas la novedad estuvo en que, comparado con las economías de Suramérica, el país ocupó el segundo lugar, solo por debajo de Chile y superando a Brasil y Argentina. Esos resultados dejan ver que el gobierno está haciendo bien la tarea de fomentar la innovación como motor de desarrollo y crecimiento económico. Sin embargo, el índice también muestra que queda mucho trabajo por hacer. Según la evaluación, esos esfuerzos no están produciendo resultados concretos en innovación como, por ejemplo, en el aumento de registro de patentes, creación de nuevos negocios y producción de alta y media tecnología. En la producción de conocimientos y tecnología, Colombia ocupa el puesto 77 a nivel mundial. Y en el rango de efectividad, que examina si se concretan esos esfuerzos llevados a cabo por los gobiernos y demás actores para fomentar la innovación en realidad, el país ocupó el puesto 114, un descenso de 12 lugares. Y es que aunque el gobierno en los últimos cinco años ha fomentado, a través de Colciencias, la innovación al poner en marcha programas como el de vincular doctores en empresas durante dos años, Colombia todavía no ha logrado dar ese salto para convertirse en un país cuya economía dependa de la innovación. Para importantes voces del sector académico este problema se debe a la falta de inversión. La periodista especializada en ciencia y tecnología Lisbeth Fog explica que “aunque en los últimos años el gobierno ha fomentado la cultura de la innovación es muy difícil que esta se arraigue si no se le destinan los recursos suficientes”. En el mismo sentido se expresa el científico Manuel Elkin Patarroyo: “Para que en un país pueda haber innovación es necesaria una masa crítica de investigadores y creadores y eso solo se puede hacer si se invierte bastante dinero”. Y si bien es cierto que Colombia es uno de los países de América Latina que menos presupuesto destina a ciencia, tecnología e innovación (CTeI) con un 0,51 por ciento del PIB, también hay que tener en cuenta que fortalecer la innovación va más allá y “compromete un aspecto cultural que desafortunadamente es muy difícil de desarrollar”, como explica Alejandro Olaya, subdirector general de Colciencias. Un claro ejemplo de esta falta de arraigo de la cultura de la innovación se ve en el sector privado colombiano. Gran parte de los empresarios no basan su crecimiento en este elemento. Según Colciencias, en los últimos seis años se ha pasado de un 51 por ciento de empresas que no innovan al 73 por ciento. Al respecto, otro dato revelador tiene que ver con el programa desarrollado por Colciencias para vincular doctores a la industria. Por este acuerdo 24 empresas se comprometían a vincular doctores a su nómina, y esa entidad financiaba sus sueldos durante dos años. A pesar de que el plan trajo buenos resultados y mejoró la productividad en un 20,8 por ciento, solo dos de estas empresas contrataron a los doctores luego de finalizar el apoyo de Colciencias. El gobierno de Juan Manuel Santos ha anunciado que uno de sus objetivos al finalizar su mandato es duplicar la inversión en actividades de ciencia, tecnología e innovación al pasar de 0,51 por ciento a 1 por ciento del PIB. Sin embargo, para que este dinero rinda frutos es necesario fomentar la cultura de la innovación, tarea que no solo le compete al gobierno sino a la empresa privada.