A comienzos de septiembre pasado, un hecho sacudió al pequeño municipio cafetero de Quimbaya, en Quindío: el suicidio de un estudiante de solo 13 años, que fue hallado sin vida en su casa. El menor parecía llevar una vida normal, tenía buenas calificaciones y vivía bajo el cuidado de una madrina.
Era el tercer caso de este tipo que se registraba en apenas cuatro días, lo que encendió las alarmas de las autoridades. Una de ellas, la del gerente del Hospital Mental de Filandia, Jhon Carlos Buitrago, fue la que causó más preocupación. Según denunció, pese a la alta demanda de niños y adolescentes con afectaciones graves de salud mental en el departamento, solo existen dos psiquiatras para la atención de menores en toda la región.
A centenares de kilómetros de allí, en Pasto, el médico psiquiatra Mauricio de la Espriella Perdomo, vicepresidente de la Asociación Colombiana de Psiquiatría (ACP), hace cuentas. Dice que, con corte al 25 de agosto de este año, el Ministerio de Salud reportó la existencia de 1.283 psiquiatras en todo el país, entre ellos 88 psiquiatras infantiles.
El cálculo entonces es sencillo: si hablamos de un país de 50 millones de habitantes, únicamente existe un psiquiatra por cada 38.000 personas en Colombia. “Hay un déficit de estos profesionales”, reconoce De la Espriella.
El problema, sin embargo, no es exclusivo de Colombia. El especialista recoge datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) según los cuales para 2014 existían nueve psiquiatras por cada 100.000 habitantes. En 2020, en plena pandemia de covid-19, la cifra alcanzó los 14.
Para la OMS, las afectaciones por cuenta de la depresión y la ansiedad tuvieron un incremento considerable durante el primer año de pandemia.
Una situación que, sumada a los 1.250 millones de personas con algún otro trastorno psicológico, genera un estado de alerta sobre la salud mental del planeta. Algunos expertos se atreven a afirmar que la humanidad está prácticamente frente a una pandemia de salud mental.
En Colombia, de acuerdo con la ACP, existen 20 programas académicos de psiquiatría, con un promedio de tres años de duración, que gradúan a unos 55 profesionales anualmente. Así las cosas, para la próxima década el país contaría con 550 psiquiatras nuevos.
No obstante, la preocupación del gremio también se relaciona con que no todos estos especialistas están distribuidos adecuadamente. En Nariño, por ejemplo, que cuenta con una población de 1.700.000 personas, hay 28 psiquiatras, la mayoría concentrados en Pasto. En Putumayo, al igual que en el Quindío, solo hay dos, uno de ellos en Puerto Asís, dice De la Espriella.
“Es un reflejo de lo que sucede en todo el país, donde la mayoría de estos especialistas, un 80 por ciento, se concentra en las ciudades capitales”, explica. El panorama se hace más grave en regiones como el Pacífico, donde no tienen acceso directo a servicios de salud mental por psiquiatría, lo que les implica a los pacientes hacer grandes desplazamientos a ciudades cercanas para ser atendidos.
Todo esto sucede en tiempos en los que las cifras de enfermedades mentales están al alza, en buena medida producto del encierro prolongado al que miles se vieron expuestos por la pandemia.En Colombia, cada día se reportan un promedio de siete suicidios y 95 intentos de suicidio.
Los números de Medicina Legal también son preocupantes: al 31 de julio pasado, en el país se habían registrado 1.564 suicidios en lo que va de 2022. Un aumento del 9,97 por ciento, en comparación con el mismo periodo del año pasado.
Mientras, el Instituto Nacional de Salud señala que, hasta el 27 de agosto, fueron notificados 22.834 casos de intentos de suicidio.
En el caso de los más pequeños, instituciones educativas y autoridades de salud coinciden en que un alto porcentaje de ellos han tenido problemas para concentrarse, sufren de pérdida del sueño, tienen duelos sin procesar o sienten que no pueden superar las dificultades. Esto ha ocasionado que “las remisiones y consultas en psicología clínica y psiquiatría pediátrica vayan en aumento”, tal como lo describe Tatiana Andrea Lugo, psicóloga de la Universidad Javeriana que lleva más de 15 años trabajando en salud pública en Bogotá.
En opinión de Lugo, hay cada vez más “población con necesidades en atención psicológica y psiquiátrica, por lo que en todas las entidades se está requiriendo una mayor agenda de profesionales en estas áreas. Las unidades de salud mental que atienden niños y adolescentes tienen gran ocupación y los psiquiatras infantiles y psicólogos clínicos de las áreas pediátricas no están contando con la frecuencia de consulta necesaria para brindar una mayor cobertura”.
Para esta profesional, preocupa que la falta de profesionales en Colombia para el tratamiento psicológico contrasta con la cantidad de pacientes que se remiten a una evaluación de su salud mental. “Lo que sucede es que, tras una primera consulta en psicología clínica y de psiquiatría, los controles no tienen la frecuencia que se requiere y esto genera que el paciente entre en crisis y que necesite atención intramural. Es evidente que no tenemos la cantidad de psicólogos ni psiquiatras que se necesitan”, advierte Lugo.
Esta angustiante crisis, que se vive a diario en las entidades de salud, se respalda con cifras.En Colombia, el 90 por ciento de los suicidios están asociados con algún tipo de trastorno mental, que en muchos casos puede no estar diagnosticado o tratado a tiempo.
“La depresión está presente en más del 50 por ciento de los suicidios, y el riesgo es mayor si, además, el paciente sufre de ansiedad. El consumo de alcohol puede también agravar el cuadro depresivo y eso aumenta el riesgo suicida. Y eso es importante tenerlo en cuenta pues cerca del 50 por ciento de estos intentos se da luego de consumir alcohol o haber abusado de sustancias psicoactivas”, señala la profesional.
A este preocupante panorama se agrega que casi todas las enfermedades mentales aumentan el riesgo suicida, de ahí que más del 10 por ciento de las personas con trastorno afectivo bipolar, esquizofrenia, trastorno de personalidad limítrofe o trastorno de personalidad antisocial mueren por suicidio. En los niños, el problema viene creciendo de forma alarmante.
Mientras a principios de los 80, los suicidios de menores representaban menos del 10 por ciento del total del país, hoy en día alcanzan alrededor del 40 por ciento. Y se trata de cifras que no muestran la dimensión del problema debido al subregistro que existe. Según los especialistas, la magnitud de este drama puede ser, en realidad, tres veces mayor de la que muestran las estadísticas.
No es “estar loco”
En medio de estas cifras desesperanzadoras, el doctor De la Espriella hace un llamado a “perderle el miedo” a la consulta con especialistas en salud mental. “Es importante extender la psicoeducación. La gente piensa que si no está tan mal va donde el psicólogo, y si está mal va al psiquiatra. Pero no, siempre que se observe que la persona está perdiendo su funcionalidad en el día a día, debe buscar ayuda”, asegura.
La ACP, a través de la campaña #YoTambiénVoyAlPsiquiatra, busca romper ese estigma. “Porque no quiere decir que si uno busca ayuda profesional en psiquiatría es porque está loco o desquiciado, sino que es tan importante acudir al psiquiatra como acudir al pediatra, al urólogo u otro tipo de especialista”.
Por ello, cuando se advierte que una persona presenta un compromiso importante de su funcionalidad, ya no rinde en su trabajo, tiene trastornos afectivos, va perdiendo el semestre, cuando puede causarse daño a sí mismo o a quienes les rodean o pensando en la muerte como una opción, es necesario buscar ayuda, concluye De la Espriella.