El colon irritable, también conocido como síndrome del intestino irritable (SII), es un cuadro crónico que se caracteriza por la existencia de dolor abdominal y cambios en el ritmo intestinal, generando diarrea o estreñimiento.
Es un padecimiento que puede estar acompañado de una sensación de distensión abdominal, sin que se demuestre una alteración en la morfología o en el metabolismo intestinales, ni causas infecciosas que lo justifiquen, explica la Clínica Universidad de Navarra.
Las señales de que una persona puede estar enfrentando esta enfermedad incluyen cólicos, hinchazón abdominal y gases.
Normalmente, las personas que tienen este padecimiento no enfrentan signos graves y en la mayoría de los casos logran controlarlos con cambios en la dieta, el estilo de vida y en el nivel de estrés. Los síntomas más complejos se pueden tratar con medicamentos y acompañamiento médico, precisa el instituto de investigación Mayo Clinic.
Se desconoce la causa precisa que genera el colon irritable, pero hay algunos factores que pueden tener incidencia en su desarrollo. Por ejemplo, las contracciones musculares en el intestino. Los expertos explican que las paredes de los intestinos están revestidas con capas de músculo que se contraen a medida que mueven los alimentos a través del tracto digestivo.
“Las contracciones que son más fuertes y duran más de lo normal pueden causar gases, hinchazón y diarrea. Las contracciones intestinales débiles pueden ralentizar el paso de los alimentos y provocar heces duras y secas”, indica Mayo Clinic.
Otra razón puede ser anomalías que se presenten en el sistema digestivo. Las irregularidades en los nervios del sistema digestivo pueden hacer que la persona experimente un malestar mayor que lo normal cuando el abdomen se estira debido a los gases o las heces.
Esto puede ocurrir por señales mal coordinadas entre el cerebro y los intestinos que hacen que el cuerpo reaccione de forma exagerada a los cambios que normalmente ocurren en el proceso digestivo, lo que causa dolor, diarrea o estreñimiento.
Otro factor que puede incidir en el SII es una infección grave. Este padecimiento puede aparecer después de un episodio complejo de diarrea (gastroenteritis) causada por bacterias o virus. El síndrome de colon irritable también podría estar asociado con un exceso de bacterias en los intestinos.
El estrés a temprana edad también puede generar efectos. Las personas expuestas a eventos estresantes, especialmente en la infancia, tienden a tener más síntomas de síndrome de colon irritable y, por último, los cambios en los microbios intestinales como bacterias, hongos y virus que normalmente residen en los intestinos y juegan un papel clave en la salud.
No tiene cura
El portal especializado Healthline asegura que el síndrome del intestino irritable no tiene cura y cualquier tratamiento que se realice tiene como objetivo aliviar los síntomas. Lo primero que la persona deberá hacer para mejorar su condición será realizar cambios en sus hábitos de vida y en la alimentación.
Entre los cambios recomendados por los especialistas está: hacer ejercicio físico regularmente, reducir las bebidas con cafeína que estimulan los intestinos, comer porciones más pequeñas, minimizar el estrés, tomar probióticos para ayudar a aliviar los gases y la hinchazón, y evitar los alimentos fritos o picantes.
Según la Clínica Universidad de Navarra, el colon irritable muestra una clara predilección por las mujeres y suele aparecer antes de los 35 años, disminuyendo su incidencia a partir de los 60.
Es más frecuente en pacientes con otras patologías digestivas funcionales, en mujeres con alteraciones ginecológicas y en pacientes con enfermedades psiquiátricas como bulimia, depresión y esquizofrenia.
¿Cuándo consultar al médico?
Los expertos recomiendan consultar al médico si la persona tiene un cambio persistente en los hábitos intestinales u otros signos o síntomas del síndrome de colon irritable, pues pueden indicar una afección más grave, como cáncer de colon.
Las señales que pueden generar alarma incluyen pérdida de peso, diarrea nocturna, sangrado rectal, anemia por deficiencia de hierro, vómitos inexplicables, dificultad para tragar y dolor persistente que no se alivia al expulsar gases o al defecar.