SEMANA: ¿La pandemia de salud mental será peor que la de covid?
José Posada: Hemos salido vendiendo esa idea, pero realmente no hay sustento técnico ni científico para decir que se viene una pandemia en salud mental. Eso es exageración, incluso de algunos colegas de la salud mental y con intereses no sé de qué tipo.
SEMANA: Pero hubo algún impacto…
J.P.: Sí, hay tres ejes fundamentales: la sensación que tiene la gente de pérdida, la situación de aislamiento y el trauma que producen las consecuencias de la pandemia.
SEMANA: ¿Se refiere a la pérdida de seres queridos?
J.P.: Sí, aquí se perdieron seres queridos y bienes materiales muy valiosos para las personas y la comunidad. Pero se perdieron muchas cosas más: la libertad para movernos, para ir a la oficina o al salón de clases, se perdió el trabajo por la situación económica que generó la pandemia, la seguridad en el futuro y la esperanza.
SEMANA: ¿Y eso cómo influirá?
J.P.: Esa situación de pérdida nos pone en un duelo que generalmente es normal, pero que en algunas personas sí se vuelve crónico, se convierte en un tema patológico. En mayor o menor grado, todos hemos pasado por pérdidas.
SEMANA: ¿Cómo afectó el aislamiento?
J.P.: El impacto está muy relacionado con la soledad, que es de dos tipos: una es la obligada, y es patológica, y la otra es la que uno busca, y es positiva. En términos de la pandemia, unas personas se sintieron muy aisladas por la obligatoriedad del aislamiento, pero otras disfrutaron de estar en casa y sin salir. El problema es el aislamiento psicólogo más que el físico.
SEMANA: En cuanto al trauma, ¿a qué se refiere con eso?
J.P.: Va desde el microtrauma hasta traumas muy fuertes, ya sea por hospitalización, por estar en una uci, por peligro de muerte o de vivir la muerte de personas cercanas. Este trauma se relaciona con el estrés, y, cuando ese estrés es producido por el trauma, nos lleva a vivirlo por mucho tiempo, como nos está pasando con la pandemia, que ya lleva más de un año. En esas circunstancias se vuelve crónico y afecta a nivel físico, mental y social.
SEMANA: ¿Hay estudios de esa situación en Colombia?
J.P.: Sí, y uno de los hallazgos es que 60 por ciento de la población general ha sufrido las consecuencias del estrés agudo. Pero no a todo el mundo se le convertirá en una patología mental grave. Un 15 por ciento de la población está sufriendo síntomas más o menos graves de ansiedad y estrés, aunque no representan una patología. Y hay un pequeño porcentaje al que sí se les han reagudizado los trastornos mentales que sufrían previamente. Ha aparecido gente con trastornos mentales nuevos, pero es la población que está muy vulnerable, sobre todo en términos psicosociales, económicos, políticos, laborales, escolares.
SEMANA: La gente ha perdido a seres queridos sin poder despedirse. ¿Eso crea un golpe mayor?
J.P.: Sí, cualquier pérdida emocional o material importante en el ser humano provoca un duelo, una tristeza profunda con todos los síntomas de la depresión, pero es normal. Esas reacciones de duelo duran, por lo general, entre dos y seis meses, y, si dura más, se vuelve patológico y requiere de atención en salud mental. Para lograr un proceso normal entre dos y seis meses, se necesitan circunstancias familiares, comunitarias y sociales que faciliten el proceso de duelo; y ahí es donde la pandemia nos ha metido en problemas, porque no hemos podido acompañar a nuestros familiares a bien morir, ni seguir los demás ritos sociales y religiosos a los que estamos acostumbrados para la buena salud mental.
SEMANA: Y con respecto a las adicciones, ¿qué ha visto?
J.P.: Hay dos factores sociales que aparecen también con el análisis que están haciendo de la pandemia. En situaciones de estrés se incrementa el consumo de alcohol y sustancias psicoactivas, y se incrementan diferentes tipos de violencia, en especial, la psicológica y la sexual. Hemos visto que las personas en un refugio, en el albergue, donde no tienen nada que hacer y pocas expectativas a mediano y largo plazo, buscan un cambio y se dirigen a soluciones inadecuadas, como drogas, alcohol o conductas sexuales violentas. Aquí pasa en casas y vecindarios.
SEMANA: Eso explica también que muchos salieran a las calles a protestar sin importar el contagio.
J.P.: Hay varios elementos. El primero es el desespero social en términos de salud, de empleo y educación; pero, por otro lado, hay un comportamiento que hay que explicar desde el punto de vista de salud mental y que tiene que ver con la reacción contrafóbica: uno inconscientemente se propone enfrentar a lo que más miedo le tiene para tranquilizarse. En ese sentido, no tengo nada que perder. Pero hay otros elementos.
SEMANA: ¿Cuáles?
J.P.: Una de las cosas que hemos observado, sobre todo en jóvenes y mujeres amas de casa, es que los afecta mucho la rutina, y, cuando uno se siente atrapado en la rutina, consciente o inconscientemente, se busca la forma de salir de ella. Después del encierro tan largo y lleno de miedo y desesperanza, es de esperarse que esa fue una forma justificada para ellos de salir de la rutina, del encierro. La gran movilización de los jóvenes tiene que ver con eso, tenemos una razón lógica, sustentada económicamente, para salir de la casa y del encierro. Y eso disminuyó el aislamiento, los llevó a socializar, a encontrarse con otros amigos.
SEMANA: ¿Cómo afectó la pandemia el estallido social?
J.P.: La pandemia nos puso el límite, fue la gota que llenó la taza. Yo le veo una continuidad; no son eventos aislados. La pandemia se sumó a una situación social política que venía viviendo el país desde hace tiempo, pero con ese agregado de cosas y pérdidas, de aislamientos y trauma.
SEMANA: Parece que se saldrá traumatizado de esto…
J.P.: No, la mayoría de la gente se recupera. Eso ha sido probado en múltiples estudios en las últimas guerras, en todas las emergencias y desastres, y la pandemia es una forma de desastre. La norma es que la mayoría se recupera y sigue normal, sin psiquiatría, sin medicamentos y solo con el apoyo de la familia y la comunidad, y en la medida en que el Estado y el Gobierno den la posibilidad de abordar la grave problemática psicosocial que produce la pandemia.
SEMANA: ¿Qué se requiere para estar bien ahora?
J.P.: Lo más importante es cómo la gente puede manejar el miedo a mediano y largo plazo, y la incertidumbre de que lo van a echar, de que no va a poder conseguir trabajo. Hay estudios del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) sobre Salvador, Costa Rica y Colombia en los que comprueban que las grandes necesidades de la gente y lo que más produce ese estrés o trauma agudo es, fundamentalmente, pensar en la comida, la vivienda y la salud, en ese orden.
SEMANA: ¿Quiénes fueron los más afectados con la pandemia?
J.P.: Los niños. Hay estudios que comprueban que el estrés agudo en ellos tiene consecuencias graves para su desarrollo neurológico y emocional, y algunos muestran que quienes sufrieron alto grado de estrés en sus primeros años de vida tiene consecuencias no solo en salud mental, sino en los estudios, en el tipo de trabajo, en sus ingresos.
SEMANA: ¿Cómo sucedió eso?
J.P.: Es que los niños aprenden a ver el mundo a través de los ojos de los adultos, y, si ellos están angustiados, el niño también. Los papás y cuidadores deben manejar ese miedo de ansiedad, pues así se van a beneficiar los niños de manera positiva, no solo para el momento actual de pandemia, sino para toda su vida.
SEMANA: ¿La pandemia los va a marcar?
J.P.: Sí. Hay una rama de la genética que se llama epigenética, y muestra que los niños que sufren violencia aguda, abuso, estrés y trauma de cualquier tipo van a tener repercusiones que incluso se transmitirán a hijos y a nietos.
SEMANA: ¿Cómo se puede controlar el miedo a mediano y corto plazo?
J.P.: Creo que la pandemia no es individual, sino social y comunitaria. Se necesitan medidas sociales, políticas, por lo tanto, el ente más autorizado para generar esperanza y aquietar el miedo es el Estado, y eso es en lo que ha fallado. La gente está preocupada por la sobrevivencia en este momento, y solo cuando tengamos eso garantizado ya crearemos empresas, seremos innovadores y volveremos al rebusque.
SEMANA: ¿La pandemia trajo algo bueno?
J.P.: Sí, una de las cosas positivas de la pandemia son los desarrollos en telemedicina y telepsiquiatría, que nos han sacado de un cuento de que la psicoterapia en salud mental había que hacerla presencial y en el consultorio. La pandemia nos ha enseñado que las TIC son herramienta superútil y que no la estábamos usando adecuadamente en este campo, pero en la cotidianidad también ayudó. Las redes sociales han sido de gran ayuda para manejar la pandemia en el sentido del miedo, que creo que es el motor detrás de todas las circunstancias que vivimos no solo en Colombia, sino en el mundo.
SEMANA: ¿Qué tarea hay por delante para estar mejor?
J.P.: El Estado tiene una gran responsabilidad de generar un ambiente político, económico y social que facilite la pérdida de miedo en el futuro y genere esperanza. Esto último permite la resiliencia en la gente. Pero lo más importante es que este no es un trabajo individual, sino colectivo, ciudadano, en el que todos tenemos que empujar para el mismo lado. Aquí nadie se salva solo.