Comer es una necesidad básica y fisiológica del ser humano, que no puede ser pospuesta o dejada de lado, ya que esto podría tener graves consecuencias en la salud y afectar el correcto desarrollo de las funciones en el organismo.

Engordar o adelgazar rápidamente dependerá de varios factores. Por ejemplo, consumir alimentos desordenada y desmedidamente, comer como respuesta ante la ansiedad; dejar de hacerlo por depresión, o ayuno por diferentes razones (recomendaciones médicas o por parte de un entrenador, e incluso por religión, o régimen alimenticio).

En cuanto a esto, es común que se presente el sobrepeso, que no implica necesariamente estar ad portas de entrar al programa ‘Kilos Mortales’, pues esto se trata propiamente de obesidad; por lo que consiste en pesar algunos kilos por encima de la media, teniendo en cuenta la estatura, principalmente.

Para contrarrestar los efectos de comer mal, tanto en porciones, nutrientes, deshoras, y desequilibrios (grasas, azúcares, etc.), entre otros, hay diferentes consejos que se deben seguir para evitar tener sobrepeso y por el contrario, disminuirlo.

Comer despacio

Luego de ingerir los alimentos, los nervios del estómago envían la señal de satisfacción hacia el cerebro, pero estas tardan entre 10 y 30 minutos antes de ser acatadas para suprimir el apetito, registra Mejor con Salud.

Debido a este retraso, es probable que el individuo tenga mayor sensación de “hambre” hasta que el organismo detecte la saciedad, tal y como lo explica una publicación en Harvard Health.

La mejor forma de evitar estos excesos es dándose el tiempo suficiente para comer bien y masticar de forma adecuada. Esta sencilla regla le brindará el tiempo suficiente al cerebro para dar las órdenes de satisfacción y facilitará la digestión.

Desayunar

Según Saber Vivir, hacer a un lado a la primera comida del día, o comer productos de bollería industrial, ricos en grasas y azúcares (que el cuerpo asimila rápido), hace que poco tiempo después el cuerpo se sienta decaído. Y, para compensarlo se deberá a comer alimentos muy calóricos. Vale recordar que el desayuno ideal debe incluir un lácteo, un cereal y una fruta.

Dormir bien

De acuerdo con una investigación publicada en PLOS Medicine, hay una relación entre la calidad del sueño nocturno y la capacidad para controlar la sensación de hambre. La falta de un descanso en las horas que son, produce ganas de comer dulces, grasas y carbohidratos. Esto podría generar diferentes problemas de salud a mediano y largo plazo.

El Desayuno es la comida más importante del día.

Durante las horas de sueño el organismo segrega una hormona conocida como leptina, que actúa sobre la insulina para quemar células grasas generando sensación de saciedad. Como resultado, al no dormir el tiempo suficiente, no se activan los beneficios de esta sustancia y hay mayor exposición a la ansiedad.

Calmar los nervios con vitaminas y minerales

Hay un hambre que se llama emocional y que en muchas personas se dispara cuando pasan periodos de estrés o pasan por un momento de tristeza y se está bajo de ánimo. Normalmente lleva a comer sin medida alimentos muy calóricos aunque se esté saciado, afirma Saber Vivir.

Para no llegar a este extremo, hay que seguir una dieta equilibrada que incluya alimentos que contengan vitamina B6, ácido fólico y triptófano. Estos nutrientes favorecen la producción de serotonina, un neurotransmisor que es clave especialmente en aquellas personas que devoran justamente cuando no están bien anímicamente.

Y es que la serotonina interviene, por un lado, en el buen funcionamiento del sistema nervioso (y por tanto te ayuda a sentirte mejor) y también regula el apetito. Algunas fuentes naturales de estos nutrientes, asegura el portal, son la levadura de cerveza, los frutos secos, los cereales integrales, los huevos, las carnes, los vegetales de hoja verde o los plátanos.

Incrementar el consumo de agua reduce el apetito

Más de la mitad de las personas sufren algún grado de deshidratación por el poco consumo de líquidos saludables. Lo que la mayoría de ellas no considera es que este estado tiene efectos negativos en la salud. Esta sensación puede llegar a confundirse con el hambre.

Además, como reveló un estudio publicado en The American Journal of Clinical Nutrition, consumir agua puede aumentar la sensación de saciedad después de una comida y, a su vez, ayuda a promover la pérdida de peso.