El popular “más tarde lo hago” suele convertirse en un “nunca lo hice”, y es uno de los efectos principales de la procrastinación. Si bien se trata de un término que, generalmente, se relaciona con el aplazamiento de tareas o deberes, también podría consistir en un problema de carácter emocional.
De acuerdo con Tim Pychyl, investigador de la Universidad de Carleton, en Ottawa (Canadá), la procrastinación corresponde a “un problema de regulación de emociones”, más allá de un simple desorden en el cumplimiento de responsabilidades.
Sobre qué rutinas adoptar para evitar caer en la procrastinación, la Universidad de Harvard compartió un listado con los “secretos” para conseguirlo. Por supuesto, en los casos más extremos, la mejor recomendación es acudir a un especialista para recibir orientación psicológica.
Creer en uno mismo
Es un mensaje frecuente en charlas de motivación y programas de autoayuda, sin embargo, no por eso deja de tener validez. Creer en uno mismo tiene una gran relevancia para la organización mental, según detalla la Universidad de Harvard. ¿La razón?: cuando una persona es consciente de que hará las cosas bien, lo más seguro es que las realice rápidamente y no elija aplazarlas.
Tener confianza en uno mismo también aumenta las probabilidades de éxito, o al menos el hecho de intentarlo. Sin embargo, una persona que no confía en sus capacidades tiene un mayo riesgo de fallar.
Un ambiente agradable es importante
Según el listado de la Universidad de Harvard, un buen ritmo de vida es afectado por cómo está organizado el ambiente alrededor de la persona. Por ejemplo, si cada elemento responde a un orden específico, se cuenta con iluminación natural, muebles cómodos y ventanas que permitan el ingreso de aire mientras se observa el exterior, seguramente las sensaciones en ese lugar serán más positivas.
Por el contrario, cuando el ambiente no es agradable, la actitud de la persona se ve afectada negativamente, reduciendo su motivación y, por ende, golpeando de forma sensible su productividad.
La recomendación de la prestigiosa universidad es sencilla: construir un espacio cómodo para trabajar, que esté bien iluminado y organizado, además, ambientarlo con música y decorarlo con elementos que lo hagan más agradable, por ejemplo, plantas.
Ningún problema es tan grande como para no poder solucionarlo
De acuerdo con la Universidad de Harvard, una de las principales razones por las que se postergan las tareas suele ser que parecen demasiado difíciles. Si se trata de una responsabilidad con cierto grado de complejidad, algunas personas se intimidan y optan por evitarla desde el primer momento.
¿El secreto?: minimizar el problema. Creer que se trata de algo fácil -o al menos no tan difícil- puede motivar a la persona a realizar dicha tarea sin sentirse intimidada.
Analizar la situación
Cuando se evalúa detenidamente el problema, aumenta la probabilidad de identificar los motivos que frenan a una persona a trabajar en las tareas pendientes. En consecuencia, también crece la posibilidad de encontrar soluciones y evitar caer en la procrastinación.
Cuando la persona desarrolla un plan de acción, tiene el privilegio de controlar su tiempo, así como la posibilidad de fijar metas específicas que contribuyan en el desarrollo de la tarea en cuestión.
Desahogarse
Abrirse con alguien más y contarle sobre las tareas que se deben desarrollar ayudan a que los problemas no interrumpan el ritmo de vida. En consecuencia, la Universidad de Harvard recomienda acudir a un buen amigo o compañero para hablar sobre las problemáticas y analizar puntos de vista diferentes que puedan ayudar a encontrar soluciones.
Pensar en las consecuencias
Según la recomendación de Harvard, es importante analizar qué podría pasar si se aplaza una tarea, es decir, tener en consideración cuáles serían las consecuencias de no desarrollar una determinada actividad o responsabilidad.
Si se consideran las consecuencias de aplazar tareas, se vuelve menos tentador hacerlo. Por eso, antes de procrastinar, Harvard recomienda pensar en qué efectos tendría esa decisión.