Los ruidos articulares, como chasquidos o crujidos, son comunes en personas de todas las edades que no presentan ningún trastorno articular, sin embargo, también pueden producirse por problemas específicos en las articulaciones, algún tipo de lesión o enfermedad, sobre todo si se acompaña de dolor.
Por ejemplo, la rótula puede crepitar si está lesionada por la artrosis, y la mandíbula puede chasquear en caso de trastorno de la articulación temporomandibular, según Alexandra Villa-Forte, médica de Cleveland Clinic.
En muchos casos, suelen producirse al agacharse, al levantarse de una silla, o bajar unas escaleras. En este tipo de escenarios, es muy común que se escuche crujir las articulaciones, aunque no sucede en todas las personas de la misma forma, señala El Hospital La Paloma.
De hecho, el Instituto Mayo Clinic ha identificado las principales causas de los ruidos o, en su defecto, de este dolor en las rodillas, que incluye lesiones como una ruptura de ligamento o un desgarro de cartílago, la rotura de ligamentos, además de afecciones médicas como la artritis, la gota y las infecciones, entre otras.
“Precisamente, debido a esta complejidad, y sobre todo a la presión y a la carga a la cual está sometida, es mucho más vulnerable a las lesiones”, señala la doctora Mercè Torra, del área de rehabilitación del Hospital Universitario MútuaTerrassa (Barcelona). Por esta razón, si no se cuida como se merece, la aparición de dolor y chasquidos puede ser frecuente.
Si bien la rodilla está compuesta por tres articulaciones: dos femorotibiales y una femoropatelar, ese crujido puede estar provocado por algún tipo de problema en la articulación femoropatelar, que se forma entre el fémur y la rótula, cuyas funciones son facilitar los movimientos de extensión y flexión de la rodilla, al tiempo que actúa como una especie de polea mecánica para dar más fuerza al cuádriceps, según el portal Cuídate Plus.
En contexto, el cuádriceps permite extender la rodilla, lo cual contribuye al subir y bajar escaleras o levantarse de una silla, además de favorecer un ciclo de marcha adecuado o mantener una postura estable.
Según explica Margarita Alonso, de la clínica Emendare Fisioterapia, en Oviedo, además de la tibia, el fémur y el peroné que forman la articulación de la rodilla, hay otras estructuras que la componen, como tendones, músculos y meniscos, incluido el líquido sinovial, una especie de aceite que actúa como un lubricante y que disminuye el sufrimiento de la rodilla “al evitar o minimizar la fricción sobre el hueso”.
Por tal razón, la entidad sin ánimo de lucro Mayo Clinic señaló que no siempre es posible prevenir el dolor de rodilla, pero las siguientes sugerencias pueden ayudar a prevenir lesiones y el deterioro de las articulaciones:
- Mantener un peso adecuado es una de las mejores cosas que se puede hacer para las rodillas. Todo peso extra implica presión adicional sobre las articulaciones y aumenta el riesgo de lesiones y artrosis.
- Antes de hacer ejercicio, realizar calentamiento, a fin de preparar los músculos para las exigencias del deporte.
- Tener cuidado con los ejercicios, asegurarse de usar la mejor técnica y los patrones de movimiento correctos en el deporte o actividad. Para hacerlo, pueden ser de utilidad las clases con un profesional.
- Ganar fortaleza y mantener la flexibilidad. La debilidad muscular es la principal causa de las lesiones de rodilla, por ello es importante fortalecer los cuádriceps y músculos isquiotibiales (ubicados en la parte delantera y trasera de los muslos, que ayudan a sostener las rodillas). El entrenamiento para mejorar el equilibrio y la estabilidad ayuda a que los músculos que rodean las rodillas trabajen juntos con más eficacia.
- Hacer ejercicio con inteligencia. Si se tiene artrosis, dolor crónico de rodilla o lesiones recurrentes, tal vez se necesite cambiar la forma de ejercitarse. Por ejemplo, puede nadar, hacer aeróbicos acuáticos u otra actividad de bajo impacto, al menos unos días a la semana. En ocasiones, limitar las actividades de alto impacto es suficiente para aliviar el dolor.