Sandra, una joven ejecutiva de una empresa de tecnología, me cuenta que discute a cada rato con su mamá, afortunadamente, en medio de una relación amable y cercana, acerca de cómo hablarles a los hijos. Ella considera que uno debe ser directo, nombrar las cosas como son, especialmente en temas álgidos como el uso de las drogas y la sexualidad. Pero en cambio, su “mamá piensa que los niños no están preparados para hablar de estos temas y que cuando llegue el momento se enterarán”, dice Sandra. Una vez en el carro, Andrés, su hijo de 6 años, le preguntó que si ella sabía que es ser gay. Su mamá, que estaba al lado, subió inmediatamente el volumen de la radio y comenzó a hablar de otra cosa.Los abuelos a veces no saben cómo interpretar a las nuevas generaciones. Sienten que el mundo está “patas arriba” y que esto es culpa de una crianza muy laxa y permisiva. Tiene razón en preocuparse, pues educar es un tema sensible y complejo que toca creencias profundas. Al ponerlas sobre el tapete afectan a unos y otros y disparan una confrontación entre la crianza tradicional y la moderna. Es cierto que la educación ha sufrido grandes transformaciones con el paso de los años y que la familia ha sufrido cambios dramáticos. Por ejemplo, los padres de hoy creen en principios como la disciplina positiva que está fundada en la premisa de usar el diálogo, respetar el ritmo y la individualidad de los niños y los jóvenes, enseñar y desarrollar habilidades como el autocontrol, la autonomía y la empatía. Le apuestan a los acuerdos, el consenso y a la utilización de estrategias no violentas para ayudar a los niños a entender y aceptar las normas. No están de acuerdo con el castigo físico porque vulnera sus derechos y trasmite el mensaje de que la violencia es la forma de solucionar los problemas. Lea también: Profesión abuelo: el trabajo más difícil del mundoLos abuelos, al enfrentarse a una realidad distinta, se sienten confundidos. "¿Podré seguir ejerciendo mi autoridad a través de la mano dura y los gritos?" se preguntan a menudo. Muchos, además, piensan que los padres hoy les tienen miedo a los hijos. Les temen a sus lágrimas y frustración, y no tienen confianza cuando hay que criarlos. Tanta “democracia no es buena”, les oigo decir con frecuencia en consulta.Una de las fuentes de roces cotidianos está relacionada con lo que cada uno considera importante en relación con la educación de los niños, desde enseñar y consolidar hábitos y rutinas, hasta asuntos de mayor envergadura como la formación de los principios y los valores. Pero uno de los casos que llama más la atención y que genera conflicto es el de las exigencias de los padres con respecto al desempeño académico. Algunos tienen estándares muy altos y exigen a sus hijos que respondan a estos. Mientras que muchos abuelos consideran excesivo este tratamiento. “Mi hija Mónica, -dice Luz, abuela de 63 años-, quiere que Santiago mi nieto tenga las mejores calificaciones porque esa es la única manera de que pueda acceder a una buena universidad, ojalá en el exterior. Le exigen que esté siempre en los primeros lugares y sea el más destacado académicamente”. Pero a renglón seguido. comenta con tristeza e impotencia, que ese niño se está perdiendo lo mejor de la etapa de la niñez, aunque su hija le ha pedido muy amablemente que en este tema, por favor, no opine.La elección de colegio también es motivo de discordia. Los padres de hoy tienen en general muy claro lo que desean para sus hijos en materia de colegio. Buscan información, comparan, revisan estadísticas que muestren qué tan bien ranqueadas están las instituciones educativas que les interesan, hablan con otros padres, asisten a los eventos que preparan éstas para mostrar sus proyectos educativos. Mientras que los abuelos consideran que un buen colegio no requiere tantos requisitos, basta con que esté cerca y comparta los valores básicos de la familia. También les parece poco menos que inhumano someter a los niños a entrevistas y rigurosos procesos de selección. La discusión acerca de si es mixto o si tiene una orientación religiosa específica, es otro motivo de disputa.Le puede interesar: Vea cómo un abuelo compone reggaetón en 30 segundosLos padres modernos, dicen los abuelos, viven para complacer a sus hijos, les dan gusto en todo, no los hacen esperar, no les permiten ningún sufrimiento o decepción y les resuelven sus problemas. Según ellos esto los malcría hace que tengan poca resistencia a la frustración. Muchos reportan una gran inconformidad al compartir estos temas educativos porque no logran ponerse de acuerdo con sus hijos y pasan incluso de tener una buena relación a discusiones eternas sobre quién tiene la razón. Es cierto que para ninguno de los dos, ni para los padres ni para los abuelos, es fácil saber cuál es la medida. “Este es un desgaste innecesario” dice Carmen Lucía, la mamá de Andrea y la abuela de un pequeño de 6 años.Otro aspecto, menos evidente, es que consciente o inconsciente, velada o explícitamente, las diferencias que se producen entre abuelos e hijos pueden ser una manera de reclamar acerca de su propia educación y no repetir lo que sucedió con ellos. Diana estuvo a punto de gritar a su mama el día que estaban almorzando juntas y esta le dijo a su hija pequeña que no comiera tanto por que podría engordarse. Ella recordó todas las terapias que tuvo que pagar para superar la convicción de no ser aceptada por estar un poco pasada de kilos. Los padres se sienten en la obligación de mejorar los errores cometidos por sus padres. “No podemos condenar a la generación a estas mismos lastres“, dice esta antropóloga que dicta clases en una prestigiosa universidad.Esto es, en fin, un tema de largo alcance en las relaciones familiares. Con mucha tela que cortar de lado y lado. Los hijos suelen decir: “mamá, tú ya manejaste tu avión, déjame manejar el mío”, mientras los abuelos murmuran: “lo que se podrían ahorrar si escucharan”.