Llevar una dieta sana a lo largo de la vida ayuda a prevenir la malnutrición en todas sus formas, así como diferentes enfermedades no transmisibles y trastornos. Sin embargo, el aumento de la producción de alimentos procesados, la rápida urbanización y el cambio en los estilos de vida han dado lugar a un cambio en los hábitos alimentarios.

Actualmente, las personas consumen más alimentos hipercalóricos, grasas, azúcares libres y sal; por otra parte, muchas personas no comen suficientes frutas, verduras y fibra dietética, como por ejemplo cereales integrales.

Una alimentación saludable ayuda a protegernos de la malnutrición en todas sus formas, así como de las enfermedades no transmisibles, entre ellas la diabetes, las cardiopatías, los accidentes cerebrovasculares y el cáncer.

En todo el mundo, las dietas insalubres y la falta de actividad física están entre los principales factores de riesgo para la salud.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la ingesta calórica debe estar equilibrada con el gasto calórico. Para evitar un aumento malsano de peso, las grasas no deberían superar el 30 % de la ingesta calórica total del día.

La composición exacta de una alimentación variada, equilibrada y saludable está determinada por las características de cada persona (edad, sexo, hábitos de vida y grado de actividad física), el contexto cultural, los alimentos disponibles en el lugar y los hábitos alimentarios.

Derivado de una mala alimentación se encuentra la obesidad, de hecho, desde 1975, la obesidad se ha casi triplicado en todo el mundo. Según la OMS, la mayoría de la población mundial vive en países donde el sobrepeso y la obesidad se cobran más vidas de personas que la insuficiencia ponderal (bajo peso para la edad).

Así mismo, la OPS afirma que las Américas tiene la prevalencia más alta de todas las regiones de la OMS, con 62,5 % de los adultos con sobrepeso u obesidad (64,1 % de los hombres y 60,9 % de las mujeres). Además, en el grupo de 5 a 19 años, el 33,6 % de los niños, niñas y adolescentes están afectados por sobrepeso u obesidad.

Por lo anterior, se han tomado medidas para disminuir los kilos demás e, incluso, algunos portales especializados en salud y belleza como EConsejos han explicado como consumir algunas semillas para bajar de peso.

1. Semillas de chía: la diminuta semilla de chía es usada en múltiples dietas. Sus propiedades están avaladas por la ciencia: según un informe realizado por el British Journal of Nutrition, la chía sí ayuda a bajar de peso. Sin embargo, su consumo debe ser controlado y no debe pasar nunca de una cucharada al día.

2. Semillas de linaza: son consideradas un alimento funcional debido a que contiene hidratos de carbono, proteínas, grasa natural y fibra. A parte de lo anterior, son usadas para mejorar la salud digestiva, aliviar el estreñimiento, reducir el colesterol en la sangre y los niveles de lipoproteína de baja densidad.

3. Pepitas de cilantro: debido a sus propiedades depurativas, se expulsan las toxinas recogidas por el organismo, beneficiando la pérdida de peso. También, ayudan a activar el metabolismo y estabilizan los niveles de glucosa en la sangre.

4. Pepitas de girasol: consumir este producto aportará sensación de saciedad, por lo que ayudarán a que se coma menos en las comidas principales. Además, los nutrientes que contienen disminuyen los niveles de colesterol.

5. Pepitas de sésamo: además de favorecer la pérdida de peso, las semillas de sésamo, conocidas popularmente como ajonjolí, tienen una gran cantidad de proteína y son ricas en metionina. Estas semillas son utilizadas en los panes de hamburguesa, ensaladas, sushi, panes, entre otros por su alto contenido nutricional.