Un estudio referenciado en Nature Communications aseguró que unas pocas cervezas a la semana e incluso unas copas de vino sí pueden afectar al cerebro, sin dejar de lado que el consumo de alcohol de manera excesiva genera alteraciones en la estructura y el tamaño de la cabeza.
Aunque estudios de años recientes señalan que el consumo de bebidas alicoradas de vez en cuando no afectan este órgano, al parecer eso no sería del todo cierto.
Un equipo internacional liderado por la Universidad de Pensilvania (Estados Unidos) tomó a 36.000 adultos como objeto de prueba para saber si el consumo ligero de alcohol afectaba la reducción del volumen cerebral total.
El análisis de la data demostró que la relación se hacía más fuerte si el consumo era más frecuente. “El hecho de que tengamos una muestra tan grande nos permite encontrar patrones sutiles, incluso entre beber el equivalente a media cerveza y una cerveza al día”, señaló Gideon Nave, autor principal del estudio y miembro de la facultad de la Penn’s Wharton School.
Igualmente Henry Kranzler, quien dirige el Centro de Estudios de la Adicción de Penn, señaló que “estos hallazgos contrastan con las directrices científicas y gubernamentales sobre los límites de consumo seguro de alcohol. Por ejemplo, aunque el Instituto Nacional sobre el Abuso del Alcohol y el Alcoholismo recomienda que las mujeres consuman una media de no más de una bebida al día, los límites recomendados para los hombres son del doble, una cantidad que supera el nivel de consumo asociado en el estudio con la disminución del volumen cerebral”.
Nave, también indicó que “tener este conjunto de datos es como tener un microscopio o un telescopio con una lente más potente” porque “consigues una mejor resolución y empiezas a ver patrones y asociaciones que antes no podías”.
Un estudio liderado por especialistas de la Universidad de Maryland concluyó que durante la edad adulta, el consumo de alcohol disminuye por parte de las personas. Sin embargo, los patrones de consumo de alcohol de los adultos cambian de acuerdo con las diferencias en el curso de la vida de cada uno mientras las personas envejecen.
Estos patrones se rigen en términos de riesgo, basándose en que el proceso de envejecimiento es fundamental no sólo por el hecho de consumir alcohol, sino en la manera en que los patrones de consumo son riesgosos.
Es decir, si una persona encuentra que ahora el alcohol lo afecta más que hace unos años, esto se debe a que la forma en que su cuerpo lo procesa es una de entre varias cosas que cambian con la edad. “El alcohol tiene numerosos efectos en el cuerpo que van desde el cerebro hasta el hígado y las tripas. Estos efectos aumentan a medida que envejecemos”, explicó dice Niket Sonpal, gastroenterólogo de Nueva York.
También aseguró que el alcohol se relaciona con la edad de diferentes maneras, como lo es el requisito de tener la edad suficiente para beberlo legalmente, o el hecho de poder envejecer más rápido de lo normal, junto con la razón por la que el consumo excesivo puede afectar directamente en algunos órganos y en la salud mental.
Aseguró además que la piel de las personas se torna más fina y seca mientras pasa el tiempo, pues es un proceso natural denominado envejecimiento intrínseco, lo que “es algo que no se puede controlar. El envejecimiento extrínseco ocurre cuando su piel envejece más rápido de lo debido por el entorno y cómo vive. Ahí es donde entra el alcohol: deshidrata y reseca la piel”, dice Martín Degaradena, dermatólogo de la Clínica Las Condes de Chile, y agrega que esto puede ralentizarse consumiendo menor cantidad de licor.
De igual manera, puede afectar el funcionamiento de algunos órganos vitales y llevarlos a un envejecimiento prematuro, no solo al hígado, provocando la cirrosis, sino que también puede dañar los riñones.