Desde que la pandemia comenzó, los médicos notaron que el virus no afectaba de la misma forma a todos los infectados. Era implacable con los viejos, que con más frecuencia tienen una salud precaria. Pero también observaron que personas de cualquier edad con ciertas enfermedades tenían peor pronóstico. Así, entre las 460.000 vidas que en seis meses ha cobrado la pandemia, resultaron más perjudicados los que caen en estas dos categorías.
Hasta ahora no había cifras concretas. Recientemente, un artículo publicado en la revista The Lancet entregó un cálculo impresionante: una de cada cinco personas tiene, al menos, un problema de salud de base que la ubica en una situación de mayor peligro. Lo determinó un grupo de investigadores en The London School of Hygiene andTropical Medicine, liderado por Andrew Clark, que analizó una base de datos global. Encontró que el 22 por ciento de la población mundial, o sea, 1.700 millones de personas, podría desarrollar la forma más severa de la enfermedad, que requiere de mayor cuidado y atención. Dicha cifra excluye a las personas de edad avanzada con enfermedades de base.
En la lista se encuentran 11 categorías, entre las que aparecen quienes sufren trastornos autoinmunes, como artritis reumatoide; los que toman inmunosupresores para un trasplante de órgano o reciben tratamientos que debilitan el sistema inmunológico, como los pacientes de cáncer. El estudio no tuvo en cuenta factores como la pobreza y la obesidad, que también pueden aumentar la susceptibilidad a la enfermedad y dificultar el acceso al tratamiento. El riesgo aumentado no es lo mismo que el alto riesgo, dice Clark. Entre los infectados con el coronavirus “no todos van a tener que ir al hospital”, dice. También aclaró que las condiciones o comorbilidades que agravan la covid-19 en un país no necesariamente lo hacen en otro. En efecto, dan por descontado que el ambiente local y los hábitos sociales de la gente en una región inciden en su salud.
Por ejemplo, los países con población más joven tienen menos gente con una sola enfermedad de base. Estados pequeños como Fiyi y la isla Mauricio tienen el más alto índice de diabetes, afección reconocida como factor de riesgo para el nuevo coronavirus. Los que tienen más alta prevalencia de VIH/sida, como Lesoto, deben ser muy precavidos. Europa también, pues más del 30 por ciento de la gente tiene una o más condiciones riesgosas de salud. Para el trabajo los investigadores tomaron las cifras del estudio global de carga de enfermedad. Se trata de una base de datos muy completa, con información de 200 países y actualizada hasta 2017, que reporta cuántos individuos en el mundo sufren de ciertas enfermedades.
Nina Schwalbe, de la Universidad de Columbia, escribió el comentario que acompañó al artículo. Según ella, todos los infectados son susceptibles de tener covid-19, pero la severidad de esa enfermedad depende de muchos factores relacionados con la salud. La edad es la causa más importante para tener en cuenta, pero muchos otros también tienen gran incidencia. Los investigadores sostienen que, de ese total, cerca del 4 por ciento de la población global, es decir, 349 millones de personas, podría requerir hospitalización si resulta infectada, entre los que están pacientes sin condiciones ni enfermedades. Menos del 5 por ciento de las personas menores de 20 años tienen una condición de base, comparados con dos tercios en los mayores de 70.
Aún son desconocidos los otros factores que pueden llevar al paciente por el camino de la covid-19 grave. Algunos tendrían que ver con lo que los expertos llaman determinantes de la salud, como la pobreza, el acceso a la atención y la obesidad. Los expertos señalan que la hipertensión, la diabetes y la obesidad podrían estar ligadas a un peor desenlace de la enfermedad. Y todas tienen en común el proceso inflamatorio en el cuerpo.
A estas afecciones las une con el coronavirus el eslabón de la ACE2 (enzima convertidora de angiotensina II), muy presente en los diabéticos, hipertensos y enfermos cardiacos, pues es la respuesta de sus células a los altos niveles de inflamación. La ACE2 sirve, a su vez, de puerta de entrada al SARS CoV-2 a las células humanas. Esta enzima tiene un efecto antiinflamatorio, y, cuando el coronavirus se adhiere a ella, le reduce la capacidad de hacer su trabajo y, por tanto, la inflamación empeora.
El estudio es un gran avance, pues al poner el foco en esta población los Gobiernos podrán diseñar programas preventivos más eficaces. “Esto podría incluir recomendaciones para que las personas con una condición de salud adopten medidas apropiadas, como la distancia física, para disminuir el riesgo”, dice Clark. Además, podrían ser población prioritaria cuando aparezca una vacuna. Como dijo Schwalbe, “Es momento de evolucionar a las medidas generalizadas y adoptar un modelo de prevención más acorde con las necesidades de una población determinada”.