Las pandemias transforman la sociedad y la de la covid-19 no ha sido la excepción. Desde cosas poco evidentes, como el descenso en el nivel de vibraciones sonoras durante la cuarentena, que permitió escuchar los sonidos naturales con más claridad, hasta las más visibles, como la manera en que la gente se saluda, la vida en la Tierra no ha sido igual después de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la pandemia a comienzos de 2020. Esto lo afirma Nicholas Christakis, director del Human Nature Lab en Yale University, en su reciente libro Apollo’s Arrow, en el cual el epidemiólogo social y profesor habla sobre los efectos de esta y otras pestes.
Según el experto, que revisó las historias de muchas plagas del pasado, este tipo de eventos genera un mayor acercamiento a la religiosidad. Así sucedió en 1918 con la llegada de la pandemia de influenza, que acabó con la vida de 50 millones de personas. Las plagas, dice el catedrático, le dan una nueva forma al orden social familiar, le exigen a la gente dispersarse y vivir lejos, derrumban la economía y reemplazan la confianza con el miedo y la sospecha. Aunque también promueven la compasión, la cooperación y el sacrificio, la gente en estos momentos se abstiene naturalmente de muchas cosas: es más proclive a ahorrar dinero y a evitar muchos placeres.
Uno de los argumentos del libro es que lo que está pasando hoy y que parece nuevo para todos ha sido algo común a lo largo de la historia. Las plagas no son nuevas a la especie humana, sino a esta generación que le ha tocado vivirla. Por eso el impacto que tienen en la sociedad es predecible.
Por eso, Christakis predice que así como el mundo cambia con la pandemia, cuando esta se controla viene otra transformación que se vive a través del desahogo y la rebeldía ante tantos años de convivencia austera. Por eso, casi siempre la sociedad pasa de un extremo al otro y, en este caso, según pronostica el autor, no es raro que de la vida familiar y encerrada que la gente lleva hoy, esta se traslade a una de hedonismo sin límites. “La sociedad tratará de compensar el tiempo perdido cuando ya sea seguro salir a la calle”.
El mejor ejemplo para él es la pandemia de 1918. Cuando la influenza llegó a Estados Unidos entre 1918 y 1920, la gente empezó a buscar respuestas a preguntas existenciales que iban desde qué había causado esa terrible enfermedad hasta qué pasaba después de la muerte y si era posible comunicarse con el más allá.
La Primera Guerra Mundial, que justo terminó en 1918 y dejó 20 millones de soldados y civiles muertos, en su mayoría menores de 40 años, ya había sensibilizado en este aspecto a la sociedad. Eso explica que en ese final de década se observara un despertar en los temas de espiritismo, pues en la medida en que muchos perdían a miembros cercanos de su familia, se cristalizaba la necesidad de comunicarse con ellos. Para Christakis no es una sorpresa que esas prácticas que abrían una ventana al más allá tuvieran un resurgimiento en su país, pero también en Gran Bretaña, Francia y otros países de Europa.
Una vez terminada la guerra y controlada la influenza por la inmunidad de rebaño, la cultura cambió por completo. El comienzo de la siguiente década, un periodo que los historiadores han llamado “los ardientes años veinte”, marcó un cambio social, político y económico enorme. La gente que antes vivía aislada en zonas rurales empezó a mudarse a las ciudades; la riqueza de los países casi se duplicó y ese crecimiento económico creó un ambiente de afluencia en el que muchos se dejaron seducir por el consumismo.
Para muchos, en esta etapa de la historia el símbolo de la libertad fue la flapper, un término que se aplicó a la mujer joven que vestía faldas más cortas de lo usual, que bailaba en los clubes de jazz, se permitía tomar, fumar y decir palabras hasta ese momento solo permitidas a los hombres. Coco Chanel y Gloria Swanson son ejemplos icónicos de ellas. Estas mujeres se caracterizaban por preferir un estilo de vida que para muchos era osado y para otros, inmoral.
Eran, sobre todo, mucho más liberadas sexualmente y no en vano hoy son consideradas la primera generación de mujeres independientes que empezaron a romper los muros que les impedían participar en temas económicos y políticos. Fue la primera ola del feminismo y creó una nueva identidad sobre la mujer que ahora podía ser autónoma sobre su sexualidad y su vida.
Las fiestas de jazz, tal y como las describe F. Scott Fitzgerald en su obra El gran Gatsby, fue una respuesta de celebración a los anteriores años lúgubres que vivió gran parte del mundo. Las mujeres flapper frecuentaban esos clubes de jazz, donde se bailaba el charlestón, considerado escandaloso para la época. De esta cultura surgen las fiestas conocidas como ‘petting’, en las que estas jóvenes pudieron experimentar el sexo casual.
Todo esto llevó a que las mujeres ganaran muchas libertades como el derecho a votar, que les fue concedido en 1920, y el derecho a participar con su trabajo en la economía boyante de la época. Con la crisis de 1929, la caída de la economía y el desempleo, este estilo de vida hedonista finalizó.
Ejemplos de épocas de exceso luego de tiempos de crisis hay muchos. Está, por ejemplo, la liberación sexual en España tras la muerte del general Francisco Franco, y también la liberación sexual de los años sesenta, luego de la Segunda Guerra Mundial, que acentuó nuevamente la libertad sexual de las mujeres de manera mucho más generalizada que en los años veinte, pues ya ellas contaban con la píldora como método para controlar los embarazos, lo que dio pie a una exploración sexual aún mayor.
Lo más seguro, según Christakis, es que en la sociedad poscoronavirus haya un comportamiento similar para reemplazar la vida limitada que la población por necesidad ha tenido que adoptar. Cree posible que la humanidad se hunda en una era de vicio, de excesos, desenfrenos y otras indulgencias. “La gente buscará más interacciones sociales y habrá una sexualidad sin licencias, al tiempo que se alejará de la religiosidad, todo esto en medio de un boom económico”.
La gran pregunta es cuándo llegará la era poscoronavirus. Christakis señala que, por fortuna, todas las pandemias tienen un fin ya sea por inmunidad natural de rebaño (cuando el virus ha infectado a tantos que ya no quedan más humanos para atacar) o con la llegada de una vacuna, como está sucediendo hoy con la covid-19.
La mala noticia es que, según el autor, aún faltan varios años para ese momento. Primero –dice– hay que distribuir la vacuna, algo que se hará durante 2021 y contando con que se logre vacunar al 75 % de la población, con lo cual se alcanzaría la inmunidad de rebaño necesaria para detener el virus. Pero también debe haber una recuperación socioeconómica que probablemente se dará en 2023, por lo que solo hasta 2024 podría hablarse de estadios a reventar, discotecas con lleno total y un despertar en las artes.
Su mensaje optimista es que lo que vive el planeta no será así por siempre, pues las plagas y pandemias terminan y eso fue cierto aun cuando no había vacunas. “Mientras tanto, tendremos que vivir en este mundo extraño de tapabocas y distanciamiento social”. Pero después, basados en la historia, tras unos años de recuperación socioeconómica comenzará lentamente a surgir el periodo pospandemia. “En cinco a 10 años la sociedad habrá retornado a lo normal”, concluye.