El 6 de marzo, una colombiana que había asistido a la Semana de la Moda en Milán resultó diagnosticada con el virus SARS-Cov-2. Su diagnóstico marcó el comienzo oficial en Colombia de la pandemia, aunque ya llevaba un par de meses en otras partes del mundo. Desde entonces, en el país ha habido más de 640.000 casos confirmados y más de 20.000 muertos por esta causa. La ciencia ha avanzado mucho en estos meses. Quedó claro que no se trataba de una simple gripa, como algunos virólogos dijeron en un comienzo. Hoy se sabe que el peligro del nuevo coronavirus no es su letalidad, sino que los asintomáticos pueden transmitirlo, lo que ha hecho difícil detener su propagación.

Hay 233 procesos para producir una vacuna, y la semana pasada un estudio se sumó a la evidencia científica de que la dexametasona, un corticoide conocido ampliamente y de bajo costo, reduce la tasa de mortalidad.

Con la decisión del Gobierno de abrir la economía, todo parecería solucionado. Pero en realidad Colombia y el mundo viven un riesgo de rebrotes. Y a pesar de los avances, aún quedan muchos interrogantes. Estos son algunos de los más inquietantes. 1 Las diversas formas de afectación Nadie sabe por qué la enfermedad afecta a las personas de maneras radicalmente diferentes. El rango va desde los que nunca sienten síntomas hasta los que desarrollan neumonías fatales, a pesar de ser personas jóvenes y sin comorbilidades. La respuesta podría estar en la genética de cada paciente. La investigación más avanzada analiza los genomas de 4.000 personas de Italia y España. Los resultados preliminares muestran que quienes presentan falla respiratoria tienen alguna de estas dos variantes genéticas: una, que está en la región que determina la sangre tipo ABO, y la otra, localizada cerca de varios genes que codifican la proteína que interactúa con el receptor del virus para entrar en la célula humana.

No obstante, como estos solo desempeñan una pequeña parte en el proceso, Lauren Casanova, de la Universidad Rockefeller de Nueva York, estudia aquellas mutaciones que tienen un rol más crucial, analizando los genomas completos de gente sana menor de 50 que ha sufrido casos severos de covid-19. 2. La inmunidad Recientemente, Hong Kong, Holanda, Bélgica, Estados Unidos y Ecuador confirmaron los primeros casos de habitantes reinfectados, lo que probaría que los anticuerpos no aseguran la inmunidad. De ese aspecto surge la pregunta más apremiante en este frente, sobre el nivel de anticuerpos necesario para evitar la reinfección, o al menos para reducir los síntomas. Los primeros estudios muestran que estos anticuerpos neutralizantes tienen niveles altos por unas semanas después de la infección, pero van desapareciendo con el tiempo. Sin embargo, en quienes tienen la enfermedad severa duran más. Otros científicos creen que la inmunidad del SARS-CoV-2 podría ser similar a la de otras infecciones de coronavirus, como el SARS. Las personas que sobrevivieron a este virus en 2003 tuvieron anticuerpos un par de años, pero en los casos más graves permanecieron incluso 12 años.

Ahora, los expertos estudian si hay inmunidad más allá de los anticuerpos. Teniendo en cuenta que el sistema inmune es un ejército, se preguntan si las células T también pueden recordar al patógeno y evitar la reinfección, pues estos soldados luchan contra el virus. 3. Las mutaciones Los virus mutan. Pero lo importante es que las principales características del patógeno no se alteren, como por ejemplo, la letalidad o la capacidad de contagio, que serían fundamentales en términos epidemiológicos. Además, los expertos analizan si dichas variaciones podrían hacer que el virus parezca nuevo ante el sistema inmune y las vacunas resulten irrelevantes. Hasta ahora la mayoría de las mutaciones no ha tenido un impacto importante, aunque un grupo en Inglaterra las cataloga para detectar a tiempo una que sí pueda resultar fatal. 4. ¿Funcionará la vacuna? La única salida a la pandemia es una vacuna efectiva. Ante esto, los Gobiernos y la industria farmacéutica les están inyectando miles de millones a su desarrollo y manufactura en tiempo récord. Hay más de 200 en desarrollo en el mundo, y 20 ya están en fases clínicas. Por lo menos cinco se encuentran en la etapa decisiva, en la cual mostrarán si evitan el contagio.

Por ahora, principalmente hay resultados concretos en animales. En monos macacos la vacuna parece prevenir la infección del pulmón y la neumonía, pero no la evita en todo el cuerpo. Los que sirvieron de conejillo de indias para la de Oxford han mostrado que esta parece evitar la enfermedad más severa, mas no la propagación del virus. En los humanos, hasta el momento, solo se sabe que las vacunas en contienda estimulan la producción de anticuerpos que evitan que el virus ataque la célula. Así las cosas, una sola vacuna que detenga del todo la pandemia no llegaría pronto. Las actuales podrían servir solo por 12 o 18 meses, o controlar solo parte del problema.

Bill Gates, que ha donado millones para esta causa, dijo hace poco que probablemente habrá varias inyecciones, algo similar a lo que afirmó a SEMANA Gregory Poland, experto en vacunas y enfermedades infecciosas de la Clínica Mayo. Este considera que la vacuna para un niño y una mujer embarazada tendrían que ser distintas, por lo que se necesitarían diversas versiones para personas con diferente respuesta inmune. Otros interrogantes tienen que ver con la cantidad. “No sabemos qué dosis administrar, con qué frecuencia, así que los estudios actuales van a dar una y dos. La ciencia también desconoce si se necesitará cada año un refuerzo o si va a ser similar a la de la influenza estacionaria”, agrega el especialista. 5. El origen del virus La idea de que lo inventaron con fines militares está descartada. Pero que escapó de un laboratorio todavía está por verse. Es posible también que no haya empezado en China, pues en junio virólogos de España encontraron trazas de la enfermedad en agua recolectada un año antes de aparecer en ese país. Algo similar pasó en Italia y en Brasil, donde han visto indicios del coronavirus meses antes que en Wuhan.

Todo eso ameritará una investigación internacional. Por ahora se sabe, gracias a un extenso estudio que analizó más de 12.000 muestras de coronavirus en China, que el virus provendría de los murciélagos, específicamente los herradura. Incluso habría surgido de países vecinos, ya que los expertos hallaron que dos virus que se le parecen mucho, el RATG13 y el RmYN02, están en murciélagos herradura de Malasia. Entre estos y el SARS-CoV-2 hay una diferencia de 4 por ciento en su genoma, lo que representa décadas de evolución. Por eso, los investigadores sugieren que el virus pudo pasar de un receptor intermediario antes de que pudiera afectar a los humanos. El candidato más posible es el pangolín. En efecto, los coronavirus aislados de los pangolines malayos coinciden en 92 por ciento con los del nuevo coronavirus. Eso muestra que ellos pueden servir de reservorio, pero no que el virus haya saltado de allí a la gente. Para salir de dudas tienen que encontrar un reservorio que tenga un virus similar en 99 por ciento al SARS-CoV-2, y hasta ahora la búsqueda no ha arrojado frutos.