Acá en Colombia es poco reconocida la salud. El personal de salud está mal remunerado. En otros países las condiciones son mejores y acá, con tanto problema y demanda de casos, no se reconoce el trabajo duro que hacemos. Es duro trabajar aquí. Solo la indumentaria es complicada. Nos genera mucho calor y cuando hay código azul (paro cardiaco) es complejo trabajar en eso y uno empieza a hiperventilar, el oxígeno es limitado porque estamos metidos en esa careta y en un espacio muy reducido. 

A mí me impacta mucho la condición en que termina un paciente con covid. Uno ya está acostumbrado a ver estos casos, pero es deprimente porque se les hace pronación, que es acostarlos boca abajo y se les deja así 48 horas. Eso les genera daños en la piel, en las rodillas, laceraciones en la boca y me impacta cuando los veo así muy malitos. La condición a la que los lleva la enfermedad es terrible y lo peor es que los lleva a la muerte.  

Se me quedó un joven de 35 años. Falleció hace un mes y es duro porque tuve la oportunidad de hablar con él y era saludable. A veces estos pacientes tienen enfermedades que hacen que las cosas se compliquen, pero este no:  no tenía malos hábitos y falleció. Es el más joven que he visto fallecer. Este virus afecta a todos y mata al que le toca morirse. Pero también me impacta lo que viven sus familiares. Nadie ve el cadáver. Con esos pacientes de covid no hay oportunidad y pienso que eso debe ser complejo para ellos. No verlo por última vez. Eso es bastante triste.  Yo pienso que yo estudié para esto y tengo la capacidad, el conocimiento, la práctica, la destreza de ejercer esa labor y la hago. Me da miedo porque estoy expuesto pero más por mi familia. Sería terrible llevarlo a la casa. Yo le tengo respeto al virus y soy estricto con la bioseguridad y lavado de manos y cuando llego a la casa tengo un protocolo: la ropa con la que he trabajado se deja aparte en un cuarto aislado y se lava con alcohol. Debo manejarlo con juicio porque mi mamá y mi hermano son adultos mayores. Gracias a eso no nos ha dado ni una gripita por acá. 

Salgo cansado por todo lo que hay que hacer, por pacientes que hacen paro. Yo lo hago con toda mi energía. Pero cuando llego a la casa, ellos se dan cuenta de las ojeras, de que he bajado de peso, que estoy demacrado. Como también estudio, entonces salgo del hospital a las clases, tengo una rutina agotadora. Pero emocionalmente me siento súper bien. Me gusta el trabajo.