SEMANA: ¿Cómo está la situación en las UCI? Mario Gómez (M.G.): Con el crecimiento del número de casos se están copando las capacidades básicas de cuidados intensivos. El problema complejo de esto es que se concentran en el tiempo. El 3 al 5 por ciento de los pacientes hacen un compromiso respiratorio que requiere cuidados intensivos. Esto significa que, de 100 casos infectados, 5 tendrán que estar en UCI; pero si tenemos 1.000, serán 50, y si son 10.000, pues 500. Y si son 100.000, serán 5.000 en cuidados intensivos. Lo que está pasando es que la concentración en el tiempo de esta enfermedad, que no es tan virulenta, pero sí muy contagiosa, está copando la capacidad del sistema de salud y es la génesis de la emergencia.  SEMANA: ¿Estamos en el ascenso a la montaña? M.G.: Sí, en el ascenso hacia el “premio de montaña” y, según los estudios, vamos por las tres cuartas partes. Las proyecciones hablan de que el pico va a estar entre la tercera semana de julio y la segunda de agosto. Ahí vamos avanzando. Si logramos controlar las UCI con adecuada protección y aislamos a los contaminados y a la población en riesgo, seguramente seremos capaces de tolerar este aguacero.  SEMANA: ¿Cómo prevé que será el pico? M.G.: En Italia y España tuvieron situaciones terribles. Yo tengo fe en que eso no suceda aquí porque el comportamiento de la curva ha sido distinto y hasta ahora ha estado por debajo de las expectativas. Pero necesitamos responsabilidad individual. Nuestra cultura a veces no tiene la capacidad de responder apropiadamente en medio del desespero, tal vez por necesidad y falta de educación. Hay áreas de la ciudad donde ni siquiera usan tapabocas o los usan mal; su prioridad es ver como almuerzan o alimentan su familia. Obviamente, (ellos) los más desfavorecidos serán los mas vulnerables. 

SEMANA: ¿Por qué en esta etapa las UCI son tan importantes? M.G.: El manejo de estos enfermos que tienen insuficiencia respiratoria grave es muy complejo. Hace 30 años trabajo en cuidados intensivos y soy profesor de medicina crítica. Nunca había visto pacientes tan complejos de manejar. El 85 por ciento se curan en la casa, el otro 15 son los que van al hospital y de esos entre 3 y 5 % son complicados. Ellos, además de respiradores, necesitan un equipo superespecializado.  SEMANA: ¿Por qué mueren tantos en las UCI? M.G.: En Wuhan murieron 90 por ciento de los intubados en UCI y en NY el 88 por ciento; pienso que debido a su gravedad, a la sorpresa, pero también a la congestión. Un enfermo de estos, por su gravedad y compromiso, con frecuencia la única manera de oxigenarlo es ponerlo boca abajo. A eso se le llama ‘pronar‘: imagínese coger a un paciente con insuficiencia respiratoria, en estado de shock y riesgo de morirse, con 150 kilos de peso, darle la vuelta y, además, todo el equipo vestido de “astronauta”. ¿Cuántas personas se necesitan para eso?, ¿cuántas para manejarlos y que no se les muera? Es difícil. Yo creo que esta etapa que viene será dura. 

SEMANA: Sí, ¿pero ya con ventiladores y más camas de UCI, hay más opciones? M.G.: La gente cree que todo se arregla con ventiladores, pero no. En la UCI lo que hacemos es darle soporte integral al individuo mientras su organismo lucha contra el virus. No más. En la última semana hemos tenido que duplicar nuestra capacidad instalada como ocurrió en otras partes y buscar desesperadamente personal capacitado que nos ayude a enfrentar. Esa capacidad ya está llena. SEMANA: Pero ya hay tratamientos… M.G.: Mire, otro problema es que el éxito terapéutico está siendo sometido al ensayo y error. Los médicos, desesperados, se precipitan a ensayar drogas con base en una muy pobre evidencia científica de su utilidad. La angustia ha precipitado el abandono del método, en la urgencia de tener alguna herramienta que pare esta debacle, y eso es lo peor que le puede pasar a un científico. 

SEMANA: ¿Como sucedió con la cloroquina y la ivermectina...?  M.G.: Sí. Se nos están muriendo igual los pacientes, pero eso sí, sin piojos, que para eso si sirve la ivermectina (risas). Ha surgido una nueva esperanza con una droga antigua, la dexametasona. Un solo estudio del grupo de la Universidad de Oxford de manera preliminar reportó con su uso mejoría en la mortalidad de los que requieren oxígeno y los más críticos en ventilación mecánica. Está pendiente el análisis riguroso por pares y su publicación. Hasta el momento no hay drogas que sirvan para esto. Vamos para nueve meses y no tenemos nada. En cuanto al tema terapéutico, el fracaso es estruendoso. No hay otra que el autocuidado. Si no tuviera que salir, no saldría. Y  si tengo que salir, sería con todas las medidas. Queda la alternativa de mediano plazo, que es una vacuna.   SEMANA: ¿Están los médicos preparados para esta etapa? M.G.: Sí, pero la facilidad de contagio es terrible. Ya empieza a haber respiradores que sobran porque las unidades no tienen la gente que los opere, entre otras, porque ha habido que expandirse rápidamente y sobre la marcha, o porque algunos están enfermos. Esta situación hace que nuestros “soldados” queden fuera de combate casi por tres o cuatro semanas cuando logran recuperarse. SEMANA: ¿No es evitable ese contagio? M.G.: Hay que adherirse a protocolos, pero el proceso es de alto riesgo. Los protocolos para el manejo de los pacientes infectados son complejos y dispendiosos, no solo para ponerse el traje, sino para quitárselo. La parafernalia es impresionante. Fallar involuntariamente es muy fácil.  SEMANA: ¿Los médicos están agotados?  M.G.: Nuestro equipo de trabajo está compuesto por más o menos 550 personas, con las cuales conformamos una red de atención en Bogotá y otras ciudades. Nuestra gente sale “molida” de su turno de entre 6 y 12 horas según el horario. Ya hemos tenido médicos con síndrome de agotamiento profesional o ‘burnout‘.  En el hospital de San José, una de nuestras principales sedes, tenemos 19 camas de cuidado intensivo y 7 de intermedio, ya duplicadas. La carga laboral y, sobre todo, de gran estrés ha aumentado. El personal de salud también sufre de miedo y angustia, potenciada además por las injustas amenazas y discriminaciones. 

SEMANA: ¿Que piensa de las medidas que ha tomado el Gobierno? M.G.: Creo que han sido buenas. La cuarentena sirvió para preparar el sistema para cuando se liberara la población y se produjera un número adicional de casos, que es lo que viene ocurriendo. Mientras la gente estuvo resguardada, la curva tuvo un crecimiento lento y controlado. Hasta finales de mayo y comienzos de junio las unidades estaban por debajo de su capacidad instalada. A muchos en el momento les pareció entonces un esfuerzo innecesario, pero hoy hay algunas poblaciones con cifras alarmantemente altas como Barranquilla, Cartagena y Bogotá.

SEMANA: ¿Qué han aprendido de estos seis meses de pandemia? M.G.: Hubo una experiencia que nos enseñó mucho, que fue la de Leticia, una ciudad que llegó a tener una de las frecuencias más altas en el mundo de casos de coronavirus por número de habitantes, creciendo naturalmente también las necesidades para sus pacientes más complicados. Cuando los asesoramos, llegaron a tener ventiladores, pero no había planta de oxígeno que los moviera. En este desespero, en conjunto con el ministerio y uno de los aseguradores más importantes en la zona, se decidió aplicar las cosas más elementales como guardar la distancia, crear cercos, cerrar la frontera, detectar enfermos y aislarlos apropiadamente, lavarse las manos, etc. Y el problema se controló.  SEMANA: En su opinión, ¿qué es lo peor de la covid-19? M.G.: Que no mata mucho a la humanidad, pero sí la quiebra, pues la relación entre la diseminación de la enfermedad y la economía es inversamente proporcional. Eso significa que si la población se guarda y no puede trabajar, la economía para. Frente a eso, veo que los gobiernos han tratado de implementar una solución intermedia, que es soltar la población poco a poco con protocolos muy definidos para que no aumenten mucho los casos. Es la estrategia del acordeón. Ir abriendo, soltando o cerrando. Otra cosa muy negativa que nos está ocurriendo es el fenómeno descrito por Duning y Kruger hace años y que consiste en una tendencia intuitiva a creer que de todo sabemos y, por ende, de todo opinamos. Esto genera una cantidad de pseudolíderes que opinan y recomiendan más por su percepción intuitiva que por su conocimiento, generando caos, confusión, desinformación y muchos errores.

SEMANA: ¿Qué falta aún por hacer? M.G.: Pienso que más pruebas, para encontrar infectados asintomáticos para aislarlos y prevenir contagios. Usar herramientas de inteligencia artificial para identificar zonas de riesgo. Pero lo más importante es perseverar en programas de prevención y aislamiento de acuerdo con la situación poblacional. En caso de saturación del sistema de cuidado crítico, una alternativa útil es la telemedicina y la teleexperticia. SEMANA: ¿Qué debe entender la población general? M.G.: En este momento el problema no son las UCI, sino todo lo que se haga antes para evitar que ellas se desborden. Y en eso el tema de educación es clave. La persona que este cerca de usted, sea quien sea —su hijo o su esposo— debe ser considerado como un infectado y debe guardar la distancia usando también tapabocas. Tendemos a ser poco educados, escépticos y un poco indisciplinados. La etapa de comprar respiradores pasó y hay que avanzar. La cuarentena general también pasó. Fue importante mientras nos preparábamos. ¿Qué tan bien lo hicimos? Está por verse. SEMANA: ¿Cómo combatir la falta de personal médico especializado para las UCI? M.G.: Como le mencioné, la telexperticia puede ser una alternativa. Consiste en usar la telemedicina para orientar a otros médicos de regiones que no están tan especializados en el tema. 

SEMANA: ¿Cuándo terminará esta crisis? M.G.: Es una enfermedad que vino a quedarse. Si hay inmunidad de rebaño, ya en duda para algunos, la prevalencia será baja y pasará a ser una gripe más. La ilusión de una vacuna efectiva siempre será una opción. SEMANA: ¿Lograremos pasar este aguacero? M.G.: Hay que esperar que la gente se comporte y cuide. El problema no es solo de los gobernantes. Al final las que se enferman son las personas. Nosotros, mientras tanto, haremos el mayor esfuerzo y trataremos de evitar que llegue el caos y el desastre. Seguro que va a haber servicios desbordados. El mensaje es que esto es conmigo, que yo soy artífice de mi propio destino. Por eso les diría a las personas que no tomen riesgos innecesarios, como sucedió el día sin IVA. Si tratamos de remar al mismo ritmo por una misma meta, hacemos que esto sea menos difícil.