¿Qué sucede al morir? Puede ser una de las grandes preguntas que no resuelve nadie en vida. Para muchos, ese paso se parece al acto de prender y apagar un interruptor. Por eso, a excepción de algunos creyentes que tienen fe en una vida posterior, buena parte de los científicos piensan que cuando el corazón deja de latir, las luces simplemente se apagan. La muerte se ha convertido en un tema de conversación por cuenta de la pandemia del coronavirus. Al menos 680.000 seres humanos han perdido la batalla contra la covid. La pandemia ha llenado de luto a varias generaciones en todos los rincones del planeta. Y ha vuelto a poner sobre la mesa de millones el miedo a ese encuentro del que nadie puede salvarse.  “Es difícil ver la soledad de los pacientes: muchos ventilados y sedados" Quizás uno de los médicos que mejor ha estudiado ese momento es Sam Parnia, médico intensivista y director de cuidado crítico de la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York. Numerosos medios han puesto de presente las investigaciones del galeno, un científico que cree que la muerte no se resuelve en un instante, sino en un proceso que toma horas, y cuando sucede, es posible que las células del cerebro estén activas aun cuando no haya respiración, latidos ni actividad cerebral. Por lo tanto, lo más probable es que la persona esté consciente de su propia muerte e incluso escuche a los médicos declarar la hora de su defunción. Esto lo sabe Parnia a partir de personas que sufrieron un paro cardiaco, pero una vez reanimados recuperaron sus signos vitales. El experto dio a conocer resultados preliminares de su investigación en el portal Live Science, a raíz de la versión de la película "Flatliners", protagonizada por Ellen Page, en la que un grupo de estudiantes de medicina hacen experimentos clandestinos para conocer qué se siente al morir. Según Parnia, durante ese proceso las personas escuchan las voces de quienes los rodean, pero también tienen la sensación de ver una luz cálida y reconfortante, así como una paz y calma inusitadas, incluso si padecen dolores al morir. También se da la separación del cuerpo, que permite al difunto ver el panorama de su deceso desde arriba.  "El bebé sangraba, pero no sabíamos que el covid se transmitía en el útero" La revista "Resuscitation" ya había publicado parte de esos resultados en 2014. Para hacer el trabajo, el experto observó a 2.060 pacientes en paro cardiaco, 330 de los cuales sobrevivieron. De estos últimos, 140 estuvieron dispuestos a participar en el estudio. De los entrevistados, 61 por ciento admitió no recordar nada, pero el resto, es decir, 55 pacientes, informaron detalladamente sobre ese momento. De ellos, 22 por ciento reportó haber sentido calma y placer; 9 por ciento, felicidad; 7 por ciento percibió la presencia de una luz brillante; 8 por ciento vio una figura mística; y 13 por ciento se separó de su cuerpo. Algunos escépticos señalaron que el estudio no probó nada. Pero Parnia asegura que los resultados son significativos porque “no fue su imaginación, ya que los médicos y las enfermeras certificaron cada cosa que dijeron”, dijo el experto en un programa de televisión. En este caso, la conciencia y el estado de alerta ocurrieron tres minutos después de que el corazón de los pacientes dejó de latir. El homenaje a los médicos de Colombia

Dichos hallazgos no quieren decir que haya vida después de la muerte, pero ayudarán a comprender mejor el significado de la conciencia. Según el experto, entre los científicos predomina la idea de que el alma proviene de funciones biológicas del cerebro, tal y como creía Aristóteles. Pero otros la ven como una entidad separada, como pensaba Platón. Saber quién tiene la razón es difícil porque mente y conciencia siempre funcionan juntas. Como experto en cuidados críticos, Parnia pensó tener una oportunidad única de estudiarlas por separado en ese momento en que los pacientes entran en paro cardiaco y luego regresan gracias a técnicas de reanimación cardiopulmonar. “Es duro pasar el día con máscara y traje. Uno no puede ir ni al baño" Esa posibilidad le dio pie para embarcarse en el proyecto Aware (Awareness during Resuscitation, Consciente durante la resucitación). Con el estudio, que aún continúa, busca probar si esa vivencia que todos relatan sucede antes de morir, durante la muerte o cuando la gente logra revivir. Si prueba que la conciencia funciona en forma independiente de la mente, es decir, cuando el cerebro está inactivo como consecuencia del paro cardiaco, significaría que Platón estaba en lo correcto y la conciencia sería “una entidad con su propia física y biología, pero tan sutil que no existen hoy las herramientas para verla”, dice Parnia. A manera de símil, explica que un niño puede pensar que las personas que se ven en la televisión están dentro del aparato, cuando obviamente el televisor solo presenta una imagen. “Queremos saber si el cerebro produce esa conciencia o simplemente la transporta”, explica. En este tema es crucial definir qué es la muerte. No importa qué la haya causado —un accidente, una hemorragia, una infección—, Parnia señala que todas las personas mueren por un paro, que no es lo mismo que un infarto (la obstrucción de una arteria cardiaca que puede o no matar al paciente). En ese momento el corazón deja de bombear sangre, los órganos vitales dejan de funcionar, las pupilas se dilatan, la persona no respira y el cerebro no recibe más oxígeno. En los monitores aparece una línea recta. Entonces los médicos se lanzan sobre el pecho del paciente y aplican todos los recursos de reanimación cardiopulmonar para que el corazón vuelva a latir. Ese esfuerzo dura hasta diez minutos, pues hacerlo por más tiempo presenta el riesgo de revivir a alguien con daño cerebral por la falta de oxígeno en el cerebro. Por eso, si ninguno de esos intentos funciona, los médicos declaran muerta a la persona. Pero Parnia considera que es posible revivir a alguien que lleva más tiempo en paro cardiaco sin que tenga daño cerebral, gracias a una máquina extracorpórea que permite circular la sangre del paciente. Además, se podría enfriar el cuerpo para disminuir la actividad metabólica y detener el proceso de muerte celular comenzado ante el paro. “Los médicos han podido resucitar luego de 4 y 5 horas después del paro cardiaco. Después de 8 horas es imposible”, dijo el experto a la revista "New Scientist". “La experiencia sucede; la pregunta es por qué”, dice. Si bien en los años setenta el psiquiatra Raymond Moody publicó el libro "Vida después de la vida", en el que recogió experiencias similares de personas en muchas partes del mundo, Parnia considera que estos relatos son anecdóticos y que lo que vive la gente al morir sería algo mucho más amplio, pues durante el paro cardiaco las personas son conscientes de lo que sucede al tiempo que viven experiencias extracorpóreas. Todos las tienen, pero solo algunos las recuerdan, de la misma forma en que no todos logran relatar sus sueños al levantarse. Esto puede suceder porque los pacientes cuyo corazón vuelve a latir sufren una inflamación cerebral que dura por lo menos 72 horas. “Añadido a eso, los médicos debemos darles drogas que borran los circuitos de la memoria”, dice. La guerra que se vive en las unidades de cuidados intensivos

Pese a este esfuerzo, su trabajo aún tiene detractores para quienes estas vivencias resultan de la actividad cerebral producto de la falta de oxígeno, y que si la persona percibe que está muerta en realidad lo hace porque aún está viva. “No son experiencias de quienes regresan de la muerte, pues durante esos momentos el cerebro está aún vivo y activo”, señaló a National Geographic Kevin Nelson, un neurólogo de la Universidad de Kentucky. Parnia considera importante tener una definición más fluida de la muerte y por eso pide investigar este tema con mente abierta y sin prejuicios. En el lado bueno, todos los que viven esa experiencia, de cualquier raza, religión o condición social, sufren una transformación personal y se vuelven altruistas. Su investigación, por lo tanto, podría resolver enigmas como los de la muerte y la conciencia, pero también enseñar a no temerle a ese momento. Sabe que es necesario hacer más investigación e idear maneras para monitorear el cerebro cuando ocurren estas experiencias. Por ahora, lo importante para él es que un tema tradicionalmente considerado por la filosofía y la teología, ahora está en manos de la ciencia. *Una versión de este artículo fue publicada recientemente en la edición impresa de la revista SEMANA.