Siempre se ha dicho que los hijos son el reflejo de sus papás. Por eso cuando los pequeños crecen y tienen problemas de conducta o traumas emocionales, estos se sienten responsables y se preguntan en qué se habrán equivocado al criarlos. Durante años los estudios han afirmado que la influencia psicológica de los padres sobre los hijos es enorme. No en vano un sinnúmero de libros ofrecen consejos prácticos para una crianza exitosa. Sin embargo, un libro reciente titulado ¿Los papás importan?, de la pareja de antropólogos Robert y Sarah LeVine de la Universidad de Harvard, contradice esta creencia.Los esposos LeVine tienen dos hijos y tres nietos y han dedicado su vida a viajar por el mundo para investigar la estructura familiar en distintas culturas. El libro recoge su trabajo de campo realizado durante casi 50 años y se enfoca principalmente en mostrar los contrastes de la labor de crianza en ambientes rurales y urbanos. Según sus observaciones, los niños pueden ser felices en los entornos en los que crecen y hay “poca evidencia que apoye la noción de que los papás son su influencia más importante”, dijo el experto a SEMANA. Esa idea del papel estelar de los padres subestima la resiliencia de los niños, es decir, su capacidad de salir adelante en circunstancias adversas, como por ejemplo la ausencia de sus progenitores. La mayoría de los papás en los países occidentales se enfocan en enseñarles a sus hijos a desenvolverse en un mundo tan competitivo como el de hoy. Los apoyan los psicólogos y psiquiatras, quienes creen en la fuerte conexión entre las experiencias que se viven en la niñez y el perfil psicológico del joven adulto. Por eso los padres creen obsesionados que la crianza es una tarea sagrada que requiere tiempo, experiencia, conocimiento de riesgos y esfuerzos ilimitados. Piensan, además, que ser intensos en el tema es clave para que los niños sean adultos independientes.Sin embargo, los LeVine afirman que más del 90 por ciento de los niños del mundo crecen en sociedades no occidentales donde los papás hacen las cosas de forma completamente distinta. Tanto así que algunas de sus prácticas pueden parecer crueles. Por ejemplo, en algunas etnias africanas como los hausa, en el norte de Nigeria, las mamás sostienen y les dan pecho a niños que no son suyos, y estos se apegan a varias mujeres que viven en la misma aldea. En el África occidental y en las islas del Pacífico normalmente las mamás envían a sus niños a que los cuiden sus abuelas u otras mujeres una vez han dejado de alimentarse con leche materna, mientras que en la India una mujer da a luz a sus hijos pero otras ayudan a criarlos. En cambio, muchas madres trabajadoras de Occidente se sienten culpables de dejar a los suyos en una guardería o con niñeras y piensan que esa carga debe recaer solo sobre ellas o los padres. “Muchos creen que están haciendo las cosas bien por sus hijos, pero el concepto de lo que es bueno es extremadamente diferente entre las diversas culturas”, dice LeVine.En Occidente también es usual que los papás no den responsabilidades a sus hijos a temprana edad, para que dediquen su tiempo libre a jugar y aprender. Pero en algunos países de África y América Latina algunos niños a partir de los 5 años deben cuidar a otros bebés o pastorear rebaños de ovejas y cabras. En las islas del Pacífico también se les exige a pequeños de 3 años que carguen machetes y leña. Esto se debe a que en “las comunidades agrícolas los papás quieren niños obedientes y respetuosos que aprendan a contribuir a la economía familiar lo antes posible”, señala el experto. Otro ejemplo ilustrativo es el de los bebés que duermen en la misma cama con sus papás. En los países occidentales esta es una práctica negativa porque aumenta el riesgo de muerte súbita. Además consideran que evita que el niño adquiera mayor independencia y se apegue demasiado a los papás. Pero es distinto en países de Asia, África y el Pacífico. “En Japón duermen con ellos hasta los 10 años”, afirma LeVine. Y, paradójicamente, el país del Sol Naciente tiene los índices de muerte súbita más bajos del mundo. Además, nada evidencia que dormir en el mismo cuarto con los papás inhiba el desarrollo de los pequeños, añade el autor. Los padres occidentales buscan formar niños autónomos mientras que en otras sociedades es más importante que los hijos dependan de sus padres. Otras diferencias interesantes se ven en temas como aprender a ir al baño y manejar las peleas entre hermanos, así como en cuanto a los berrinches. Estos últimos son más comunes en los niños occidentales donde los papás consienten mucho a sus hijos, al contrario de lo que ocurre en las tribus africanas en las que les enseñan a hacer labores domésticas desde pequeños y donde las pataletas son esporádicas. En el caso de aprender a ir al baño, en Occidente se espera que los niños lo hagan por su propia cuenta a los 3 años, e incluso antes. Pero en otras zonas rurales de África, el Pacífico y América Latina, que “no tienen pañales para ponerle a los bebés, se asume que ellos aprenderán tarde o temprano por su cuenta a hacer sus necesidades fisiológicas y deberán lidiar con accidentes durante el proceso”, señala el experto. En la vida familiar de Occidente las peleas entre hermanos se ven como algo inevitable. Sin embargo, en otras culturas no son tolerables. La razón, para los expertos, es que en sociedades donde el apoyo del Estado es débil o inexistente, los hermanos constituyen las únicas personas en que se puede confiar en la edad adulta.No se trata de que de ahora en adelante todo el mundo adopte estos hábitos. El punto de su libro es que ser papá es más un arte que una ciencia. Y esas habilidades artísticas varían según el contexto y revelan diferentes caminos para criar a un niño y convertirlo en un adulto sano y equilibrado. Por eso sugieren tomar la crianza en forma relajada. Si bien los papás son “los patrocinadores del desarrollo de sus hijos, no todo lo que hacen durante la crianza va a influir en su psicología”. Los autores recomiendan a los padres asumir dos actitudes. En primer lugar es vital que los niños reciban afecto, ya sea de los papás, hermanos, tíos o las niñeras. Este es un buen ejemplo de América Latina, donde “los papás tienden a ser muy amorosos con sus hijos. Así lo constatamos en nuestros viajes”, dice LeVine. El segundo consejo es tener confianza en su rol de papás y estar convencidos de que a pesar de que se equivoquen, siempre sabrán darle lo mejor a sus hijos. Ninguna pauta de crianza es mejor que otra. La idea no es juzgar las diferentes formas de criar, sino que los papás sean más flexibles al guiar y educar a sus hijos. Como lo dice LeVine: “Lo interesante es aprender de otras culturas para evaluar cómo estamos criando a nuestros hijos o nietos”.