La rodilla es la articulación más compleja del cuerpo humano y una de las más grandes. Esta parte está adaptada para soportar el peso del cuerpo, asegurar la estabilidad y permitir su movilidad.
“Precisamente debido a esta complejidad, y sobre todo a la presión y a la carga a la cual está sometida, es mucho más vulnerable a las lesiones”, señala la doctora Mercè Torra, de Rehabilitación del Hospital Universitario MútuaTerrassa (Barcelona). Por esta razón, si no se cuida como se merece, la aparición de dolor y chasquidos puede ser frecuente.
El crujido es un sonido que puede ser audible no solo para quien lo experimenta sino también para otras personas que se encuentren cerca y puede ser causado por un roce exagerado o patológico de las articulaciones de la rodilla, según explica Alejandro Braña Vigil, jefe de servicio de Cirugía Ortopédica y Traumatología del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA).
Si bien, la rodilla está compuesta por tres articulaciones: dos femorotibiales y una femoropatelar. Ese crujido puede estar provocado por algún tipo de problema en la articulación femoropatelar, que se forma entre el fémur y la rótula, y cuyas funciones son facilitar los movimientos de extensión y flexión de la rodilla, al tiempo que actúa como una especie de polea mecánica para dar más fuerza al cuádriceps, según el portal Cuídate Plus.
En contexto, el cuádriceps permite extender la rodilla, lo cual contribuye al subir y bajar escaleras o levantarse de una silla, además de favorecer un ciclo de marcha adecuado o mantener una postura estable.
Según explica Margarita Alonso, de la clínica Emendare Fisioterapia, en Oviedo, además de la tibia, el fémur y el peroné que forman la articulación de la rodilla, hay otras estructuras que la componen como tendones, músculos y meniscos, incluyendo el líquido sinovial el cual es como una especie de aceite que actúa como un lubricante y que disminuye el sufrimiento de la rodilla “al evitar o minimizar la fricción sobre el hueso”.
Los crujidos sin dolor ocurren cuando se da una diferencia de presiones en los gases que forman parte del líquido sinovial, que sirve para lubricar las articulaciones y evitar el desgaste. “Es un proceso natural, que no tiene por qué aumentar con la edad”, afirma Torra.
Sin embargo, es frecuente que se produzcan al mover la rodilla y forzarla un poco, porque “el movimiento provoca que esas pequeñas burbujas que contienen gas exploten, produciéndose el característico crujido”, aclara la especialista.
Burbujas que explotan
Se produce frecuentemente al cambiar de postura. Por ejemplo:
- Al situarse en cuclillas, por ejemplo, para acceder a un cajón en la parte inferior de un armario.
- Después de estar tiempo acostados en la cama, cuando nos incorporamos.
“En estas situaciones llevamos la articulación mas allá de lo habitual y entonces la rodilla cruje por esa acción del líquido sinovial. En estos casos en los que cambiamos de postura o forzamos un poquito la articulación el crujido no debe ser motivo de alarma, es algo natural”, explica Margarita Alonso.
¿Cuándo es preocupante?
Cuando la rodilla no solo cruje sino que también se resiente, esto quiere decir, que aparece inflamación, edema, hematoma o hinchazón. Para estos casos en particular se debe consultar con un médico fisioterapeuta ya que puede ser patológico.
Otro motivo frecuente es la artrosis de la misma (la pérdida de cartílago de la superficie articular que lleva a la exposición del hueso). “En estos casos la alteración suele estar en el compartimento femorotibial, uno de los tres que forman la articulación, y tanto en su parte interna, donde es más frecuente, como en la externa”, según indica el doctor Braña.
“Debemos preocuparnos si los crujidos son frecuentes y, sobre todo, si van acompañados de dolor, bloqueo y sensación de inestabilidad. Cuando esto ocurre podemos estar delante de luxaciones, roturas de menisco y desgaste articular, entre otros. Lo mejor es consultarlo con un médico”, aconseja la experta, Mercè Torra.