Los quesos se obtienen mediante la coagulación de la proteína de la leche (caseína), que se separa del suero. Además, pueden ser duros, semiduros, blandos, madurados o no madurados, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés).
Las distintas características de los quesos derivan de las diferencias en la composición de la leche y los tipos de esta, los procedimientos de elaboración aplicados y los microorganismos utilizados.
En consecuencia, este alimento tiene varios beneficios para la salud. Por ejemplo, contiene todos los aminoácidos necesarios para el buen funcionamiento del cuerpo.
Asimismo, es una buena fuente de calcio, el cual es importante para los huesos, dientes y ayuda a que la sangre circule a través de los vasos sanguíneos por todo el cuerpo y a liberar hormonas y enzimas que influyen casi todas las funciones del cuerpo.
De igual forma, es ideal para el cuidado de la salud bucal, ya que reduce la placa bacteriana, tiene propiedades para regular el pH del interior de la cavidad bucal e incrementa la producción de saliva y con esto se fomenta la eliminación de microorganismos que afectan la salud bucal.
Sobre la misma línea, el queso es bueno para fortalecer el sistema inmunológico, puesto que aumenta las defensas. Igualmente, es ideal para que la piel luzca resplandeciente por su alto contenido de Vitamina B.
Otros efectos de consumir queso diariamente:
No obstante, cuando se excede el consumo de este alimento tiene consecuencias negativas como, por ejemplo, puede generar gases e hinchazón, aumento de peso, dolor de cabeza, puede aumentar el colesterol y la presión arterial, puede generar problemas renales por el exceso de fósforo, puede aumentar el riesgo de cáncer de próstata, según una investigación publicada en The Journal of the American Osteopathic Association.
Por tal razón, si se tiene alguna comorbilidad o efecto secundario ya nombrado o se desea incluir el queso en la dieta, es importante consultar al médico tratante o a un nutricionista sobre cuál es la mejor manera de consumir, y si las condiciones médicas ya existentes no son un impedimento para beneficiarse de todas las propiedades del alimento ya nombrado, pues la información antes dada de ninguna manera sustituye la asesoría médica.
Sobre la cantidad recomendada, la profesora adjunta del Departamento de Ciencias Farmacéuticas y de la Salud de la Facultad de Farmacia, en la Universidad CEU San Pablo (Madrid), María Purificación González, le dijo al Portal Cuídate Plus que: “es preciso hablar de la ración de queso ingerida más que de un tipo de queso más o menos saludable que otro.
Se puede consumir cualquier tipo de queso, pero conviene tomar una cantidad no superior a los 30 o 40 gramos, sobre todo en el caso de los quesos curados cuyo valor calórico es superior por su mayor concentración de nutrientes que aportan energía, como por ejemplo la grasa. En el caso de quesos frescos, la porción puede ser mayor (de 80 a 100 gramos)”.
Lo anterior, ya que los quesos tienen un alto contenido graso, por lo que no es recomendable abusar de los quesos más grasos.
Los tipos de queso
- Queso sometido a maduración: Es el queso que no está listo para el consumo poco después de la fabricación, sino que debe mantenerse durante cierto tiempo a una temperatura y en unas condiciones tales que se produzcan los cambios bioquímicos y físicos necesarios y característicos del queso en cuestión.
- Queso madurado por mohos: Es un queso curado en el que la maduración se ha producido principalmente como consecuencia del desarrollo característico de mohos por todo el interior y/o sobre la superficie del queso.
- Queso sin madurar: Es el queso que está listo para el consumo poco después de su fabricación.
- Queso de suero: Son productos sólidos, semisólidos o blandos obtenidos principalmente por medio de uno de los siguientes procesos: (1) la concentración de suero y el moldeo del suero concentrado; (2) la coagulación térmica del suero con la adición de ácido o sin ella.