A las dietas se les conoce como el proceso de alimentación saludable o restrictiva, las cuales tienen varios objetivos como, por ejemplo, reducir medidas y prevenir enfermedades, entre otras.
Sin embargo, cuando las dietas son restrictivas se pueden obtener más efectos secundarios que positivos, pues las dietas de una semana no son eficientes para bajar de peso, porque, de acuerdo con expertos en el tema, esto podría ocasionar efecto rebote (se recupera el peso perdido cuando se termina la dieta rápida) o se puede ocasionar que la persona se estanque en el peso. Es decir, no sube ni baja de peso.
De hecho, un estudio sobre el tema de la Universidad de York señaló que “las personas que pierden peso rápidamente en comparación con las que lo pierden lentamente no obtienen ningún beneficio adicional para la salud y es la cantidad de peso perdido en general lo que puede tener un impacto”.
Asimismo, el estudio explica que es importante “buscar intervenciones que se centren en el control del peso a largo plazo y que puedan lograr una pérdida de peso sostenida en la recomendada de una a dos libras por semana”.
Adicional, hay consecuencias fisiológicas y psicológicas, como problemas de estreñimiento, alteraciones hormonales (ausencia de menstruación en especial en dietas bajas en grasa); hipotiroidismo (una afección en la cual la glándula tiroides no produce suficiente hormona tiroidea); mala relación con la comida; desmotivación y apatía; sentimientos de frustración, depresión y ansiedad.
Además, las dietas restrictivas y fugases producen cansancio y fatiga, pues si no se consumen las vitaminas y minerales que el cuerpo necesita, este no tiene los nutrientes para funcionar adecuadamente.
El otro riesgo son los problemas de estómago e intestino, ya que una mala alimentación provoca que no se procesen bien los alimentos y se puede llegar a padecer “ardor, acidez, diarreas o estreñimiento”, entre otras.
En consecuencia, para bajar de peso lo recomendado es hacer pequeñas modificaciones diarias en la alimentación y en el cuidado físico como el ejercicio, ya que la constancia es un factor clave para lograr ver resultados.
Por ejemplo, respecto a la alimentación, es clave tener un déficit calórico, que es cuando las personas consumen menos calorías que las que gastan en el día a día.
Una alimentación balanceada y saludable debe tener proteínas, grasas, carbohidratos y todos los nutrientes que el cuerpo necesita. No obstante, es importante consultar a un experto para que guíe el proceso pues, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la composición exacta de una alimentación variada, equilibrada y saludable estará determinada por las características de cada persona (edad, sexo, hábitos de vida y grado de actividad física), el contexto cultural, los alimentos disponibles en el lugar y los hábitos alimentarios.
Otra recomendación es evitar las grasas, implementar las verduras en la dieta y reducir tanto los azúcares como las bebidas alcohólicas.
Además, sobre el ejercicio lo importante es cumplir los objetivos diarios y las nuevas directrices de la OMS recomiendan por lo menos de 150 a 300 minutos de actividad física aeróbica de intensidad moderada o vigorosa por semana, para todos los adultos, incluidas las personas que viven con afecciones crónicas o discapacidad, y un promedio de 60 minutos al día para los niños y adolescentes.
No obstante, las personas se preguntan cuál es la mejor hora para hacer ejercicio, por tal razón, los expertos aseguran que es una cuestión de preferencia, gusto y horarios.
De todos modos, antes de consumir iniciar un plan de alimentación o dieta, lo primero que hay que hacer es consultar a un experto de la salud para que sea este quien guíe el proceso e indique que es lo más adecuado para cada persona, pues la información antes dada de ninguna manera sustituye la asesoría médica.