Tener un sistema inmune fortalecido es clave para proteger la salud del organismo y la alimentación es determinante para lograr este objetivo, pues de ella dependen los nutrientes que el cuerpo requiere para protegerse de virus o bacterias.
La Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos explica que el sistema inmunológico está compuesto por una red de células, tejidos y órganos, que se encarga de ayudarle al cuerpo a combatir infecciones y otras enfermedades.
“Cuando los gérmenes como bacterias o virus invaden el cuerpo, atacan y se multiplican. Esto se conoce como infección. La infección causa la enfermedad que lo afecta. El sistema inmunitario protege de la enfermedad combatiendo los gérmenes”, precisa la citada fuente.
Dentro de las partes que componen este sistema se encuentran, entre otras: la piel, las membranas mucosas, los glóbulos blancos y los órganos y tejidos del sistema linfático.
En el caso de la piel, una de sus principales funciones es evitar que los gérmenes ingresen al cuerpo; mientras que las membranas mucosas son revestimientos internos húmedos de algunos órganos y cavidades corporales, que producen mucosidad y otras sustancias que pueden atrapar y combatir los gérmenes; los glóbulos blancos luchan contra los gérmenes y los órganos linfáticos producen, almacenan y transportan glóbulos blancos.
La alimentación es clave en el proceso de fortalecimiento del cuerpo para que aumente sus defensas y las vitaminas que se encuentran en la misma juegan un papel protagónico.
Sin embargo, también es importante realizar actividad física diaria, mantener la hidratación del cuerpo, tener un adecuado descanso, además de las buenas prácticas de higiene durante la manipulación y preparación de alimentos. Algunas de las vitaminas más importantes para subir las defensas son la A, E, C y D.
Vitamina A: Esta vitamina, según los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, es clave para proteger los ojos y cuidar la visión, además de ayudar en el crecimiento y el desarrollo de las personas. También ayuda a cuidar el corazón, los pulmones y otros órganos. Se puede encontrar en productos como la leche y sus derivados, yema de huevo, zapallo, acelga, zanahoria, berro y mango, entre otros.
Vitamina C: Es una de las más importantes para cuidar el sistema inmunológico, ayuda a la cicatrización de las heridas y a proteger contra los efectos de los radicales libres, los cuales pueden desempeñar un papel en las enfermedades cardíacas, el cáncer y otras enfermedades. La vitamina C también ayuda al cuerpo a absorber y almacenar el hierro, precisa el instituto de investigación Mayo Clinic.
Debido a que el cuerpo no produce vitamina C, necesita obtenerla de la dieta y puede hallarse en las frutas cítricas, las bayas, las papas, los tomates, los pimientos, el repollo, las coles de Bruselas, el brócoli y las espinacas.
Vitamina E: Esta vitamina es un antioxidante, lo que significa que protege el tejido corporal del daño causado por los llamados radicales libres, los cuales pueden dañar células, tejidos y órganos. Adicionalmente, permite mantener el sistema inmunitario fuerte frente a virus y bacterias, asegura la Biblioteca de Medicina.
Se puede obtener a partir del consumo de aceites vegetales de maíz, nueces como las almendras, el maní y las avellanas; las semillas de girasol, hortalizas de hoja verde como las espinacas y el brócoli y cereales fortificados para el desayuno, además de jugos de frutas, margarinas y productos para untar enriquecidos.
Vitamina D: “La vitamina D es indispensable para que el sistema inmunitario pueda combatir las bacterias y los virus que lo atacan”, aseguran los Institutos Nacionales de Salud. Además, es un nutriente que ayuda a absorber el calcio, una de las principales sustancias necesarias para tener huesos fuertes. Junto con el calcio, la vitamina D contribuye a prevenir la osteoporosis, una enfermedad que hace que los huesos se vuelvan más delgados y débiles y sean más propensos a fracturas.
Este nutriente se puede obtener de los pescados grasos, como la trucha, el salmón, el atún y la caballa, así como los aceites de hígado de pescado, el hígado de ganado vacuno, la yema de huevo y el queso. Los hongos también aportan algo de esta vitamina. Adicionalmente, la exposición al sol durante periodos cortos es clave para obtenerla.