La glucosa es un arma de doble filo para la salud. Si bien es la fuente de energía que permite que las actividades del día a día sean realizadas con fuerza, pues nutre de impulso tanto al cuerpo como al cerebro, también es una sustancia peligrosa cuando se presenta en altos niveles.
Su exceso ataca de manera directa a la vista, el sistema cardiovascular, los riñones y hasta los nervios, causando problemas graves, incluidos algunos mortales.
Es por esto que los médicos han recomendado por décadas mantener una dieta balanceada, la cual proporcione el nivel requerido de azúcar, pero que no lo exceda. Y es que hay alimentos que producen más insulina de lo que deberían, pues se procesan con más rapidez.
Para evitar un desequilibrio en lo anterior, vale la pena aclarar que la insulina tiene que ver en todo esto porque es una hormona producida por el páncreas, la cual se encarga de regular la cantidad de glucosa en la sangre.
De esta manera, cuando un alimento es altamente procesado, se digiere a altas velocidades y coloca mucho estrés en el páncreas, lo cual aumenta la producción de insulina y, a su vez, los niveles de azúcar en el torrente sanguíneo.
Algunos ejemplos de lo anterior son los panes blancos, las pastas, el arroz o las bebidas gaseosas, los cuales hacen parte de alguno de los cinco grupos alimenticios de los que se debería tener cuidado si ya se tiene una alerta médica por enfermedades como la diabetes, exceso de peso o deficiencias cardíacas. Esos son:
1. Azúcares refinados: Los alimentos que tienen un alto contenido de azúcar refinada, como los dulces, postres, o jugos de frutas concentrados (naturales o “de cajita”), pueden aumentar rápidamente los niveles de azúcar en la sangre, estimulando así la liberación de insulina.
2. Carbohidratos refinados: Por su parte, aquellos productos con carbohidratos refinados como el pan blanco, las pastas, el arroz blanco y las galletas pueden tener un efecto similar al azúcar en el cuerpo y causar un aumento peligroso en los niveles de insulina.
3. Bebidas azucaradas: Las bebidas azucaradas no naturales (refrescos), las bebidas energéticas, las gaseosas y los jugos de frutas comerciales suelen contener grandes cantidades de azúcar y pueden ocasionar un rápido aumento en los niveles de azúcar en la sangre.
4. Alimentos procesados: Los alimentos altamente procesados, tales como las comidas rápidas y los snacks empacados, suelen contener cantidades significativas de azúcares añadidos y carbohidratos refinados, lo que puede afectar de manera negativa la regulación de la insulina.
5. Grasas saturadas: Las grasas saturadas, que están presentes en alimentos como la mantequilla, la carne grasa y los productos lácteos enteros, tienen directa incidencia con una mayor resistencia a la insulina en algunos estudios, por lo que se sugiere evitarlas o reducir su consumo.
No obstante, hay otros alimentos que, contrario a lo anteriormente mencionado, son saludables y no afectan a la producción normal de insulina, permitiendo que el cuerpo mantenga los niveles correctos de azúcar en la sangre, evitando así complicaciones severas.
Aquellos que son bajos en calorías, pero con alto contenido de fibra colaboran a que se controle la glucosa en el cuerpo. Este, de hecho, es el caso de la mayoría de los vegetales. Lo ideal es que estos se consuman frescos, enlatados bajos en sodio o debidamente congelados.
Tomates, zanahorias, brócoli, coliflor, pimentón, espinaca y espárragos son algunas de las opciones.
Las frutas producen su propio azúcar, que es menos perjudicial que la glucosa en exceso. La manzana, los bananos, las uvas, las ciruelas y los duraznos son frutas ricas en fibra, por lo que contribuirán a endulzar sus comidas sin tanta repercusión.