Las vitaminas son sustancias que ayudan al cuerpo a crecer y desarrollarse de manera normal y la K es clave, pues sin ella la sangre no coagularía, precisa la biblioteca médica MedlinePlus.
Este nutriente se almacena en el hígado y otros tejidos corporales incluyendo el cerebro, el corazón, el páncreas y los huesos; en su mayoría, se obtiene a través de la alimentación, especialmente, mediante el consumo de frutas y verduras.
Según National Institutes Health, de Estados Unidos, la cantidad de esta vitamina que una persona requiere depende de la edad y el sexo; para obtenerla se necesita del consumo de: hortalizas de hojas verdes como la espinaca, col rizada (o berza), brócoli y lechuga; aceites vegetales; algunas frutas como los arándanos azules y los higos, además de queso, huevos y granos de soya.
Adicionalmente, las bacterias en el colon fabrican cierta cantidad de esta sustancia que el cuerpo absorbe. No obstante, hay personas que tienen dificultades para obtener las cantidades suficientes y entre ellas están: los recién nacidos que no reciben una inyección de vitamina K al nacer; quienes presentan determinados trastornos como la fibrosis quística, la enfermedad celíaca, la colitis ulcerosa, que disminuyen la cantidad de vitamina K que el cuerpo absorbe y aquellas que han tenido cirugía bariátrica.
Cuida el corazón
Esta vitamina le brinda una serie de beneficios al organismo. Uno de ellos es que evita el desarrollo de enfermedades cardiovasculares. Esto se debe en gran medida a que combate la calcificación en las arterias.
Una publicación de la AARP, entidad estadounidense que atiende a personas mayores de 50 años, cita estudios según los cuales las personas que consumen menos vitamina K son más propensas a padecer cardiopatías coronarias, posiblemente porque los vasos sanguíneos que suministran sangre al corazón se vuelven más rígidos y estrechos sin ella.
Una investigación realizada con 7.216 personas con alto riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares concluyó que “un aumento de la ingesta dietética de vitamina K se relaciona con un menor riesgo de mortalidad cardiovascular, por cáncer o por cualquier causa”, precisa la citada fuente.
Movilidad
Por otro lado, un estudio realizado por investigadores del Jean Mayer USDA Human Nutrition Research Center on Aging de Tufts University en Boston, le hizo seguimiento a más de 1.300 adultos mayores. En el análisis registró la capacidad de los participantes para caminar y subir 10 escalones sin descansar y determinó que quienes tenían niveles bajos de este nutriente en la sangre presentaban el doble de probabilidad de tener problemas con esas tareas, en comparación con aquellos con suficiente vitamina K en su organismo.
Osteoporosis
Esta vitamina es importante para tener huesos sanos. Evidencia científica indica que las personas que consumen más alimentos ricos en vitamina K tienen una estructura ósea fuerte y menos probabilidades de romperse la cadera, que quienes consumen menos de estos alimentos, según MedlinePlus. Sin embargo, se requiere más investigación en torno al tema.
Coagulación
Uno de sus beneficios más importantes es que facilita la coagulación de la sangre. Cuando una persona no consume la cantidad de vitamina K que el cuerpo necesita, es posible que presente diversos síntomas como hemorragias y hematomas. Si un individuo tiene la sangre muy líquida es más propenso a sufrir hemorragias.
En este sentido, es importante chequear los niveles de esta vitamina, pues si una persona va al odontólogo o se somete a alguna intervención o cirugía menor, puede complicarse. Esto sin descartar la posibilidad de que se presenten hemorragias internas, más o menos invasivas.
Efectos secundarios
Según información de National Institutes of Health, no se ha demostrado que la vitamina K proveniente de los alimentos cause daño. Sin embargo, cuando se emplean suplementos en dosis elevadas es posible que se produzca hipervitaminosis.
Entre los efectos que puede desencadenar esta situación están los siguientes: interferencia con medicamentos, en especial la warfarina (anticoagulante); alteraciones en la coagulación sanguínea, ictericia, que es el color amarillento en los ojos y en la piel por exceso de bilirrubina y cambios hepáticos.